Narra MalenaEran aproximadamente las nueve de la noche, había sido un día complicado.
Guardé mi revolver en el cajón de al lado de mi cama, una pistola Taurus calibre 38.Me acosté boca arriba con los brazos cruzados, pensando en si verdaderamente quería esta vida, vivir saliendo con los ojos en la espalda, con la pistola sobresaliendo del bolsillo de mi pantalón.
No, no quería esto, pero era lo que me había tocado, y no me quedaba de otra que acostumbrarme, porque sino en este barrio de mierda, me hacían pollo.
Un golpe en la ventana interrumpió mis pensamientos, estaba por asustarme pensando que era un suceso paranormal hasta que un terrible olor a falopa me quemó los pelos de la nariz.
―¿Qué onda Male?― Resonó una voz masculina detrás de mí, mi cabeza giró enseguida.
―Que wacho pelotudo que sos, me asustaste― Respondí con mi mano izquierda en el lado derecho del pecho.
―Buee, fue un sustito nada má', dramática de mierda― Respondió levantando los dos brazos fingiendo susto, sobrándome― ¿No me va' a invita' a pasá'?― Contestó a mi silencio.
―Dale, pasá tarado, pero dejá de ser tan escandaloso que te van a escuchar mis viejos― Miré hacia la puerta esperando escuchar pasos.
El Uruguayo se acostó en mi cama boca arriba y empezó a mirar el techo, mientras yo estaba parada al lado, observando como no me dejaba lugar.
―Male, ¿no tendrá' algo pa come? tengo una re lija― Habló con la mano derecha en el estómago.
―Tomá, tengo un chocolate nada' má'― Abrí el cajón de mi mesa de luz y se lo tiré en la cara.
Pensé que me iba a bardear, pero al parecer ni siquiera se dió cuenta del golpe que le di con el chocolate, porque su cara cambió a una sorpresiva al instante.
―¿Y ese chumbo gila?― Preguntó abriendo el chocolate.
―Es de mi viejo. Mejor dejá de ser tan metido y déjame un lugarcito― Lo hice para un lado.
Pasé mi pierna izquierda por encima de él y me acomodé acurrucándome en su pecho, estaba cálido y su corazón se había acelerado.
―¿Qué pasa que te pone' nervioso? ¿Te gusto o qué gil?― Bromeé.
En menos de un segundo pude observar como el chocolate voló por mi cuarto y me dió vuelta en un segundo, dejándome debajo de él.
―¿Querés que te diga hace cuánto me gustas, gila?― Susurró en mi oído, y un escalofrío recorrió toda mi espalda.
Ni siquiera me dejó contestarle y estampó sus labios contra los míos, no podía pensar con claridad en ese momento. Lo único que acerté a hacer, fue cerrar los ojos y dejarme llevar, y también pensar con qué puta aprendió a chapar tan bien.
―Estás re buena, pelotuda― Separó sus labios. Enseguida se sacó la capucha y siguió con su campera roja, la cuál tiró hacia una silla que estaba al lado de la cabecera de la cama.
Narra Danilo
Llevaba mucho tiempo esperando que esta pelotuda me diera bola, había actuado con impulso, pero no me arrepentía de haberle hecho caso a mis pensamientos intrusivos, a esta wacha le gustó el beso, y lo sé. Se nota solo con su cara.
La miré a los ojos unos segundos y evitó mi contacto visual, al parecer la ponía nerviosa.
―Mirame cuando te miro, Malena― Le dije para sostener su mentón y obligarla a mantener su vista en mí.