Chiara sentía el pie de micro en las palmas de sus manos y como la chaqueta que la cubría le empezaba a generar un calor insoportable en sus brazos. Cuando terminó la última frase de aquella canción en inglés, se tomó unos segundos para deshacerse de la prenda y beber un trago del vaso de agua que le había colocado el dueño el bar en el suelo para su comodidad. Con sus dedos comenzó a tocar la melodía de su propia canción y se aproximó al micrófono con nerviosismo.– Ahora vengo, voy al baño – casi al principio de la canción, Ruslana avisó a su amiga y caminó hacia el baño, donde se encontró con la imagen de la camarera rubia que la había atendido manoseando y besando a una chica más alta y de pelo rizado. Pidió perdón y volvió en sus pasos anteriores con mala cara.
– ¿Qué te pasa? – se preocupó Bea al ver el rostro sombrío de la pelirroja y dejó el vaso vacío reposando en la mesa pequeña.
– Nada, cosas mías, Beuchi.
– ¿Pedimos otra? – Ruslana asintió y rápidamente llamaron la atención del camarero que atendía.
Terminando con la última frase de la canción, Chiara agradeció los aplausos del público y recogió sus cosas para bajar las pocas escaleras que había al costado de la base del escenario. Antes de bajar, notó como cierta pelirroja teñida en mitad del público aplaudía la que más y le sonreía de oreja a oreja aunque ni siquiera se conocieran de antes.
– Kiki, ¿te vienes a cenar con unos amigos? – preguntó Alex cuando vio a su amiga caminar hacia la parte trasera del escenario.
– Mañana tengo horas extras en la cafetería y no sé si lo mejor es quedarme hasta tarde – respondió la medio inglesa, guardando su querida guitarra en la funda.
– Venga, Kiki, solo cenar y te llevo a casa, prometido – ofreció su dedo meñique y Chiara, sonriendo, entrelazó el suyo para formar una promesa –. Te espero fuera con el coche, no tardes.
– Me despido de Elena y voy.
Con la guitarra en su espalda se paseó por la amplitud de la estancia, en busca de la rubia mientras veía como las mesas se vaciaban y la gente salía por la puerta del bar. Se cruzó con Niko, uno de los camareros y antes de despedirse de él le preguntó por Elena.
– Pues, hace rato que no la veo, la verdad – habló el chico, pasando un trapo humedecido por una de las mesas.
– Si la ves despídete de mí, porfa, nos vemos – golpeó con suavidad su hombro y salió por la parte trasera del bar, donde visualizó el coche rojizo de Alex a lo lejos y se encaminó hacia allí tarareando una canción aleatoria.
– ¡Guarda la guitarra en el maletero! – chilló el chico cuando vio de reojo a su amiga e inmediatamente abrió el maletero desde su sitio y la menorquina le agradeció.
– Hola – Chiara se sobresaltó al escuchar una voz a sus espaldas cuando metía la guitarra y se giró velozmente para cruzar miradas con la misma pelirroja del público.
– ¿Te hemos asustado? - Kiki, aún con la respiración agitada asintió levemente – Perdón, no era nuestra intención.
– ¿Queréis algo? – preguntó la pelinegra y Ruslana le regaló una de sus sonrisas cautivadoras.
– Te hemos visto cantar hace un momento y hemos pensado que eres perfecta – comenzó a explicar Bea.
– ¿Perfecta para qué?
– Para una girlband con nosotras – contestó esta vez Ruslana.
– ¿Una girlband? – cuestionó, sorprendida por la propuesta.
– Mira, te vamos a dejar nuestros números y si estás interesada nos puedes hablar, a cualquiera de las dos – rápidamente sacó una servilleta doblada de su chaqueta negra de cuero y se la dejó en la mano a la cantante – Nos vemos.
– ¿Por qué has tardado tanto? – preguntó Alex cuando su amiga se dejó caer en el asiento de copiloto y arrancó el motor.
– Me acaban de ofrecer unirme a una banda – explicó, observando el papel arrugado en sus manos.
– ¿Y qué vas a hacer? – preguntó el moreno – Decir que sí, ¿no?
– Tengo que pensármelo...
Por la mañana, el despertador hizo que a Chiara se le abrieran los ojos en seco y no tuvo más opción que estirarse sobre la cama y poner los pies en el suelo. Giró el cuello para encontrarse con la servilleta descansando sobre la pequeña mesa antes de acercarse a su armario para coger el uniforme de la cafetería y marchar hacia esa misma. Ese domingo la cafetería había decidido abrir, por lo tanto, a ella le tocaba hacer horas extras junto a su compañero y mejor amigo Martin.
– Vaya cara de dormida que tienes – habló el chico mientras se ataba el delantal en la cintura y veía las leves ojeras de Chiara.
– He dormido fatal, Mar – le contestó con el apodo cariñoso que le coronó cuando aún iban al mismo instituto.
– ¿Y eso por qué? – se interesó mientras servía un zumo de naranja para el único cliente que se había sentado en uno de los taburetes de la barra.
– Es que anoche me pasó algo rarísimo – el chico la miró con las cejas alzadas –. Después de cantar se me acercaron dos chicas para ofrecerme unirme a una banda con ellas.
– ¿Y qué le has dicho? – se paseó hasta llegar al señor y dejarle el zumo con una sonrisa.
– Nothing, me dejaron sus números en un papel y me dijeron que les dejara un mensaje si me decidía.
– Deberías decirles que sí, Kiki, es una buena oportunidad.
– ¿Y la cafetería? No creo poder llevar las noches en el bar, el trabajo y una banda.
– Tendrás que sacrificar algo...
– Necesito el dinero, así que dejar esto no es una opción.
– Pues solo nos queda una cosa.
– Pero no podría hacerle algo así a Alex, me ha ayudado tanto desde que nos conocemos...
– Seguro que él lo entenderá, Kiki – se aproximó a la pelinegra y la protegió en sus brazos, plantando un beso en su coronilla –. Háblale a alguna de esas chicas.
Cuando dejó caer sus pertenencias en el sofá de su humilde piso, también se escapó un suspiro cansado de sus labios. Se dejó caer en su cama, admirando el silencio que habitaba en toda su casa; agradecía por esa tranquilidad, pero a veces querría compartirla con alguien. Sintiendo los párpados pesados se recompuso para despertarse y de nuevo observó la servilleta en el mismo lugar que la había dejado la noche anterior. La atrapó entre sus dedos y la desplegó para descubrir números escritos con tinta azul. Atinó a su móvil y tecleó para escribir al primer número que había. Dejó un corto, pero preciso mensaje antes de sumergirse en un profundo sueño.
"Hola, soy Chiara, la chica del bar".
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Pretty Girls - Ruski
FanfictionBea y Ruslana quieren crear la girlband del momento, para ellas no es suficiente subir covers en dúo a las redes sociales y comienzan a creer en el destino cuando conocen a Chiara encima del escenario. Se crea una buena amistad, hacen música para su...