La mariposa negra significaba nada más y nada menos que la muerte. Pero... ¿la muerte de quién? ¿De Alex o la mía? ¿De una persona o de un animal? En fin. Ya lo iba a saber. Pero tener eso en mente era simplemente torturador, peor que estar encerrada en una cabaña a oscuras con Liam. Ya se dan una idea de la gravedad de este asunto. De lo irritante y agotador y...
—Piensas quedarte con la boca abierta mucho más? —escupió Alex que parecía estar demasiado asustado—. Te entrará una mosca, Jade.
Quise vociferar al menos algo pero no me salió. ¿Vieron cuando sienten que tienes una cinta invisible cubriendo tu boca? Bueno, eso mismo, pero era una cinta apretada. Casi no me dejaba respirar. O quizás era porque tenía miedo y llevaba la boca abierta hace dos minutos... quizás, pero no. Prefiero quedarme con la idea de la cinta. Sueña más poética.
Bien.
Sólo lograba sentir que en cualquier momento algo malo iba a pasar, y no era por el simple hecho de que una de las mellizas, la que se encontraba con el pelinegro, estaba llorando. Me tomó unos segundos darme cuenta que ella no la estaba pasando para nada bien, estaba incómoda, y me tomó otros dos segundos saber que era culpa de ellos. Y esos «ellos» incluían a Liam.
A ver, realmente nunca tuve una buena relación ni con ella ni con su hermana, pero tampoco dejaría a una persona en esa situación, sea quien sea; entonces me tomé el tiempo para analizar el panorama y tomar el mando de todo.
—Sígueme —ordené seca, incapaz de creer lo que yo misma hacía.
Alex me siguió. Era de esperar. Ese pobre chico estaba más asustado que yo, y eso que lo intentaba ocultar de la mejor forma. Sus manos lo delataban: temblaban más que cualquier persona luego de ver mi cara a las seis de la mañana un lunes.
Nos acercamos hacia ellos.
Melany lucía intentando integrarse a ese grupo, cuando lo único que realmente pasaba era un constante balbuceo de halagos con doble sentido e insultos hacia su persona. Uno de los que la rodeaba estaba tirando de su bufanda y otro riéndose a carcajadas como un buen imbécil. Me sorprenderé darme cuenta que el segundo era Liam, y me sorprenderá aún más que me haya sorprendido.
—¿Piensas intervenir? —cuestionó Alex mientras observaba la situación a mi lado.
—No, me quedaré viendo como se aprovechan de ella —volteé mis ojos acelerando el paso—. Claro que sí.
Con solo verlos reír con esa sonrisa tan asquerosa y arrogante mi furia aumentaba, y la de Alex también; pero no con ellos, sino conmigo.
—Sí te metes ahí terminarás muerta y lo de la mariposa cobrará sentido —masculló.
Sentí su brazo enredarse en mi cintura para echarme hacia atrás. Lo odie. No iba a permitir que el pelinegro se saliera con la suya otra vez; Sin embargo, si lo de la mariposa era verdad, entrar ahí me cargaría de más posibilidades de muerte que de vida.
—Tienes razón, lo siento —murmuré por lo bajo.
Casi pude ver como Alex no se lo creía. Es decir, yo tampoco me lo creía pero suponía que él lo haría en esa circunstancia.
—Bien. Vamos con los demás, cuanta más gente haya supongo que hay menos posibilidad de salir muertos —me explicaba quitando la mano de mi cintura, dejándome así en: libertad pura.
Estaba todo tan correcto, tan al margen, que presentí que debía cagarla. Era algo habitual en mí, y las ganas de hacerlo cada vez aumentaban más, más y más... cuando de pronto pum: escuché mi nombre en una conversación ajena y mi oído de anciana chismosa salió a la luz, y el instinto de asesina. también.
—.... pero si hablar de Jade Graco, esa sí que tiene peor estilo que mi abuela de noventa años.
Definitivamente hubiera sido mejor si mi audición fallaba, ¿no? O mis tímpanos se estropeaban o... no lo sé. Todo menos escucharlo, porque... ¿yo? Yo soy de las personas que se cabrean y se convierten en la cosa más horrenda que pudiste haber conocido. Y pocos conocían ese lado de mi personalidad ya que solía intentar controlarme e irme antes de hacer desastres y mandar a todos a la mierda:
Pero esta vez no pasó y se fue todo al carajo. No lo pensé. No lo pensamos. Solo actúe y corrí hacia ellos para que Alex no me detuviera esa vez. Tardé apenas un segundo en darme cuenta que la había cagado bien cagada cuando sintió el barro pegajoso descansar en mis manos. Y de un momento al otro estaba tirada en el piso con Liam mirándome con cara de asco desde arriba, un Rubio con una melena salvaje riéndose como si su vida dependiera de eso, y al otro costado estaba Melany, que no hizo nada más que alejarse de nosotros dejándome a mi sola con esos malditos simios pesados.
Gracias Melany por tanto, yo también te quiero.
—Tienes un poco de pantalón en tu barro —soltó Liam entre unas malditas carcajadas.
Volteé mis ojos y con mucha fuerza intenté ponerme de pie. Repito: intenté, pero lo único que conseguí fue resbalar aún más y terminar nuevamente en el piso como una estampilla bañada en chocolate mientras las risas —de medio campamento— aumentaban.
Quité un pequeño mechón de cabello que tenía sobre mi ojo y eso provocó que mi rostro también terminara lleno de barro; pero ya en esa situación ni me molesto en lo absoluto. Eso era lo de menos.
Escupí un poco de saliva para que, al menos, el barro no entrará en mi boca.
—El barro hace bien a la piel —Fue lo único que se me ocurrió decir, ja.
¿No necesitaba ayuda? No, yo podía perfectamente levantarme de ese lugar de algún modo e ir a ducharme sin más. No era tan complicado, pero al ver a Alex detrás de mí ya comenzó a darme cuenta que sí, tal vez necesitaba un poco de ayuda. Una mano no le hace mal a nadie, ¿no?
El morocho estiró su brazo para levantarme y miró con mala cara a todos los idiotas que estaban allí.
-¿What? —soltó Alex con mala gana—. ¿Nunca vieron barro en su puta vida?
Lo miré con admiración y él murmuró «Ven» llevándome nuevamente hacia atrás. A diferencia de la otra vez esta vez accedí: ya no quería más problemas, no por ahora.
En el medio de todo ese transcurso hubo un contacto visual con Liam que realmente duró cinco segundos pero yo lo sentí como de cinco horas. Fue un cruce de miradas pesado, hasta diría que cargado de impotencia, disgusto y por mi parte decepción ya que la pequeña idealización que tenía en mi cabeza rota de la peor forma.
***
El barro ya estaba seco y seguía impregnado en mi piel. El profesor Miller nos había echado unos cuantos regaños a mi ya Alex por dos cosas 1) por ensuciarnos de esa forma y 2) por haber insultado a nuestro compañero por lo bajo cuando nos alejamos. Irónico, ¿verdad?
En fin, luego de eso nos mencionó que las duchas no funcionaban y que tendríamos que bañarnos en el lago rápidamente antes de la excursión; y yo no pensaba bañarme en el lago al frente de todos, no para pasar más vergüenza de la que ya había pasado ese día. Entonces, simplemente, opté por hacer otra cosa, y fue así como terminé con Alex lanzándome baldazos de agua helada al cuerpo.
—¡Tira menos! ¡Eso está más frío que un iceberg! —protesté abrazándome a mí misma.
—¿Frío o barro? —Enarcó una ceja, divertido.