1- génesis

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-¡Estás re loco! ¿Qué carajo tenés en la cabeza? Ni en pedo me voy de acá, te lo digo así nomás.

-¡Esteban Kukuriczka, a mí no me hablás así, pendejo de mierda! ¿Quién te creés que sos para hablarme de esa manera? Soy tu papá, pendejo mal educado.

-Me chupa un huevo. Me estás mandando al medio del campo. ¿No pensás? ¿No te das cuenta de que tengo una vida, amigos? No quiero pisar un campo de mierda. Me estás re cagando la vida.

-Lo tirás como si fuera un lugar de mierda. Sos un irrespetuoso. Yo me crié en el campo y te aseguro que es un lugar hermoso comparado con la ciudad, Esteban.

-¡No quiero ir! -gritó con insistencia

-Vas a ir, y punto. Tendremos una casa propia. No cualquiera tiene esa chance. Aprendé a agradecer lo que tenés y cerrá bien la boca, pendejo de mierda.

Apretó los dientes, reprimiendo la furia y las palabras que bullían en su interior. Optó por el silencio, consciente de cómo su padre explotaba. A pesar de la lucha interna que le pedía soltar lágrimas, se silencio con un intenso dolor invadiendo su pecho.

-Mañana arrancamos temprano, así que prepará tus cosas esenciales. Con el tiempo vamos buscando las porquerías menos importantes.

Los ojos de Esteban siguieron a su padre, que se retiraba hacia su cuarto. Él también se sumergió en la tarea, guardando cuidadosamente su ropa en una maleta y eligiendo con anticipación el atuendo del próximo día.

Por la mañana, fue despertado bruscamente por los gritos y golpes de su padre en la puerta

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Por la mañana, fue despertado bruscamente por los gritos y golpes de su padre en la puerta. Se restregó los ojos molesto y lanzó un grito para indicar que ya estaba despierto. Su padre vociferó por última vez que se apurara antes de retirarse. A pesar del aturdimiento, se apresuró a ducharse, permitiendo que el agua fluyera lentamente mientras anhelaba que el tiempo se detuviera.

La calidez del agua intensificaba su somnolencia, a pesar de que la ducha pretendía espantar el sueño. Finalmente, salió al escuchar la voz apresurada de su padre, recordándole que el tiempo corría. Cuidadosamente dobló y organizó la ropa que aún faltaba en su maleta, asegurándose de no olvidar nada. Al preparar su mochila, seleccionó meticulosamente el cepillo de dientes, el desodorante y otras pertenencias que quería tener al alcance.

Subido en el auto, observaba con nostalgia cómo los rastros de la ciudad se desvanecían en la distancia. La transición de los ruidos urbanos al tranquilo murmullo de la carretera amplificaba el silencio compartido. Su mirada fija en la ventana capturaba la transición de luces brillantes a la oscura simplicidad del campo.

El aire dentro del auto estaba cargado, y Esteban, sumido en sus pensamientos, evitaba iniciar cualquier conversación. Temía que las palabras se convirtieran en chispas que encendieran discusiones familiares. La incertidumbre del destino y la desconexión emocional se manifestaban en cada kilómetro recorrido, creando un paisaje interno tan complejo como el que se desarrollaba fuera del vehículo.

Muñeco de Porcelana | Esteban x Francisco Donde viven las historias. Descúbrelo ahora