El asesino del príncipe Albert

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No se cómo pasó todo esto, nadie de las personas que conocí está viva, ningún lugar en el que pasaba el tiempo es igual, en los parques los niños ya no gritan y juegan, todo es tan solitario...

Desde que ellos legaron todo lo que conocía se esfumó como las flores cuando llega el invierno.

La luz del sol entró por el amplio ventanal e iluminó suavemente mi rostro despertándome, sonreí y me levanté lleno de energía.

-Hoy tengo una cita con el príncipe Albert- Dije con una sonrisa en mi rostro. Rápidamente lave mi cara en el lavabo ayudándome de una jarra, desde que cortaron la luz y el agua las cosas se han dificultado, pero en un palacete antiguo hay muchos artículos de época que se pueden usar en un mundo sin tecnología.

Una vez aseado y maquillado abrí el enorme armario de caoba de mi habitación

-Hmmm... ¿tal vez rosa? ¿O será mejor amarillo? - Todas las mañanas tengo el mismo problema, no sé qué ponerme

-Ya sé, hoy hace seis meses que conozco al príncipe Albert, me pondré el vestido que llevaba cuando nos conocimos- Dije seleccionando un hermoso vestido de princesa blanco y azul con decoraciones de perlas

Una vez puesto el vestido y los zapatos bajé las escaleras de caracol hasta el vestíbulo donde me esperaba Albert

-¿Me has estado esperando mucho?-

/.../

-Vaya veo que te has quedado sin palabras-

/.../

-Oh, tu siempre sabes que decir para avergonzarme- Mi hermoso príncipe siempre ha sido algo callado, pero me sigue cuando lo tomo de la mano, el és todo lo que me queda en este mundo

-Veo que llevas el traje que te hice, luce bien en ti- Dije con una sonrisa agarrando su brazo

/.../

-Tienes razón, es mejor que nos vayamos, se nos hará tarde-

Agarrado al brazo de Albert salimos del palacete y tras abrir las puertas con un poco de esfuerzo salimos a pasear, el palacete es una antigua construcción del siglo XVII que servía como atractivo turístico, la gente pagaba mucho por casarse en sus jardines o por pasar una tarde vestidos de época corriendo por los largos pasillos, aunque eso era antes, ahora es mi casa, bueno y de Albert también obviamente.

Tras caminar un rato entre los plebeyos errantes llegamos al parque del centro de la ciudad, este es uno de los pocos puntos que quedan intactos, nadie va al parque cuando corre por su vida...

-Sabes Albert... ha pasado un tiempo desde que tu y yo... bueno... ya sabes... estamos saliendo...- Dije agachándome a recoger flores

/.../

-Si, por eso me preguntaba... bueno, sé que esto lo debería hacer el hombre... aunque técnicamente los dos lo somos... pero... quería saber si te casa- Un fuerte golpe acompañado de una lluvia de un líquido viscoso me interrumpió, rápidamente me giré para ver a Albert caer al suelo con un hacha clavada en su cabeza

-¡Albert!- grite corriendo hacia él y arrodillándome

-¡No!¡No!¡No! ¡Muévete!¡Por favor no me dejes solo! - empecé a llorar sobre el cadáver de mi difunto príncipe manchando de rimen la blanca tela del traje que tan solo 3 días antes le había obsequiado.

^¡¿Qué diablos te pasa?! Vas así vestida por ahí y te agachas a recoger flores como si nada sin mirar si algún zombie te va a matar, tienes suerte de que yo pasase por aquí^ Al escuchar la voz de un hombre lentamente levanté mi cara para verle a los ojos

El príncipe trapito del reino zombieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora