Todos conocían aquella casa al final de la calle. Aterradora, siniestra, oscura, antigua. Eran muchos los adjetivos que podían usarse para describir el miedo que todos sentían al verla. Tantas leyendas la rodeaban que era difícil distinguir la reali...
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Cuando finalmente llegó el viernes, fue la primera vez en mi vida que no me molestó la alarma a primera hora de la mañana. Estaba tan emocionado por volver a ver a Hyunjin que sentía que nada podía arruinar el día.
O al menos así fue, hasta que escuché un fuerte trueno retumbar por toda la casa.
Rápidamente abrí la ventana, sorprendiéndome al ver la enorme tormenta y como las calles estaban prácticamente inundadas.
¿De entre todos los días del año tenía que llover justo hoy? ¿En serio?
Aún así intenté ser positivo, tal vez a la noche la lluvia pararía.
Nada podía estropear ese día.
Comencé a prepararme para ir a clase, a pesar de la tormenta. Mis padres jamás me permitirían faltar un solo día a la escuela, así que tocaba combinar las botas de agua con el uniforme.
En cuanto estuve listo, bajé las escaleras a toda prisa, ganándome un regaño de mi padre desde la cocina que me hizo bufar en silencio.
Normalmente era muy tranquilo pero hoy sentía que mi corazón se iba a salir de mi pecho por la emoción.
—Buenos días, papá, mamá. —Saludé, sentándome en la mesa de la cocina frente al desayuno.
Mi padre apartó la mirada del periódico para verme de arriba a abajo. Cada mañana, desde que tenia uso de razón, las cosas habían sido así. Un desayuno hipocalórico que probablemente ni las ratas lo querrían, según mi madre, para mantenerme saludable y en forma, y comer bajo el escrutinio de mi padre. Cada día se aseguraba que fuera impecable a la escuela. El pelo bien peinado hacia atrás, el uniforme perfectamente planchado y colocado y mi rostro lo más alejado posible de cualquier tipo de maquillaje.