5 relatos

El ocaso de las serpientes.

La medianoche cae por el horizonte, como una larga y gruesa manta negra que deja en el frío del intemperie a los desdichados que hoy espero, este es mi último atraco, veo las brillantes estrellas como si de luciérnagas incandescentes llenarán un enorme lago color ébano, me recuerdan a cuando solía vivir con mi madre, cuando salíamos de noche a ver en el pantano como el canto de los grillos y las ranas pintaban el ensordecedor sonido mudo de la noche. Mis pensamientos se ven interrumpidos por una voz que me grita :
-!Michel, por un carajo, ¿que acaso estas sordo?.- era Botch, mi compañero de redadas desde hace ya más de 5 años, fue contó con con quien fundamos esta banda de ladrones, y así como un en principio, estábamos solos el y yo para presenciar los últimos momentos de nuestro viejo convenio, estábamos esperando a los muchachos para terminar con lo que hace pocos años habíamos comenzado, este robo sería el último, y este sería el que nos alzaria hasta la más grande riqueza que jamás habíamos visto, un total de 5 carretas de oro pasarían al lado de esta meseta para transportarlas hacia la gran ciudad, si lográramos conseguir y llevarnos solo una de esas carretas, nos haríamos tan ricos como para nunca hamas volver a trabajar en lo que quede de nuestras vidas.
Botch se sentó a mi lado y me dijo:
-¿estas triste por esa mierda de dejar la banda?, vamos niño, sabias que esto llegaría tarde o temprano.
- Solo estaba pensando en la noche, en mi madre y lo que pasara después de esto.- contesté
-Mocoso, verás que después de esto, no habrá nada de lo que tengas que preocuparte en muchos años.
-lo se, solo estoy algo melancólico con esas cosas, después de todo, tu y los demás han sido como mi familia por mucho tiempo.
-Y valla familia que tienes muchacho, esa bola de inútiles aun no pueden llegar.
En eso, se escuchan unos pasos y una voz se escucha decir:
-¿A quien llamas inútil maldito viejo?.- Era Sam, uno de mis compañeros de banda.
-Pues a quien más, a los idiotas que no pueden estar a la hora acordada en el mayor evento de sus malditas vidas.-Contestó Botch molesto, pues ya llevavamos casi una hora de retardo para la guardia, las carretas llegarían en cualquier momento, y cada segundo era crucial.
-Ha si, y donde están esas malditas carretas de oro, no las veo por ningún lado, anciano.- le contesto Sam.
-Estarán aquí muy p....- Botch se quedo callado al ver a lo lejos lo que parecían ser las carretas que esperábamos
-lo ves mocoso invecil,  !rápido, suban a sus caballos, es hora, de volvernos ricos!.- grito Botch.
Nos montamos lo más rápido posible a nuestros caballos y nos dispusimos a esperar.
Vimos como lentamente la nube de polvo que dejaban tras las carretas se hacía cada vez más grande, sentí el la emoción de por fin terminar esto, de por fin volver a ver a mi madre y de una vez por todas tener una vida tranquila, tome con todas mis fuerzas las riendas de mi caballo y... no entendía que estaba viendo...

Del cielo,  emergieron lo que a mis ojos parecían ser largas serpientes , solo que estas no tenían cabeza y segregaban una sustancia pegajosa por sí piel, era una enorme amalgama de serpientes que parecían caer por el horizonte, tomando las carretas con sus ondulantes cuerpos , destrullendolas y llevándose a su interior el contenido de estas, tanto oro como personas, escuche los gritos de auxilio de todos aquellos que fueron arrastrados hacia dentro de esta aberración, fui el primero en salir de alguna manera del shock, mi instinto de supervivencia me hizo arrancar lo antes posible en mi caballo, sin embargo varios de mis compañeros no pudieron salir del trance en el que el miedo los había dejado.
Huí, azote con todas mis fuerzas a mi caballo para que no  parara, corri y no vi hacia atrás por más que los lamentos de dolor de mis compañeros se escuchaban aún a cientos de metros, corrí hasta que el sol se alzó tras las montañas, sin ver hacia atrás,  pues no sabía , ni quería saber si esa monstruosidad siquiera fuera real.