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Parecía ser de esas mañanas en las que abres los ojos, o mejor dicho, ni si quiera quieres abrirlos y piensas: ¿Debería ir o mejor ni me levanto?

La primera semana de curso luce ser la más tranquila y cómoda del año, después todo se vuelve un caos. Intenté llevarlo de otra manera, pero a quién quiero engañar, hay cosas que simplemente se escapan de nuestras manos.

A pesar de ser una estudiante dedicada y trabajadora, no hacía más que desear que el fin de este curso llegara lo antes posible.

El sonido estruendoso de mi alarma se hizo escuchar ya por tercera vez esta mañana, como si no me hubiese percatado desde la primera.

Por primera vez en mucho tiempo, Chiara Oliver llegaba tarde. Quién lo iba a decir. El año pasado acostumbraba a estar en pie desde las 6:30 de la mañana.

El lado positivo de esto, es que no me esforzaba por vestirme, ya que ir a instituciones privadas, donde mis padres se dejaban el dinero me facilitaba un uniforme que debía frecuentar cada día.

A principios del año pasado, mi padre informó a la familia que desplazar su despacho a Barcelona era la mejor opción. Mi madre que trabajaba como secretaria en el mismo despacho indicó que estaba de acuerdo.

Y así acabamos mudandonos de Menorca a Barcelona.

La idea de mudarme de la ciudad a la que ya estaba acostumbrada realmente me afectó, ya que dejé allí a buenos amigos y gran parte de mi familia. Por no nombrar que dejaba atrás mis lugares favoritos, mis tardes de playa y sobre todo mis rutas por la carretera de Menorca.

Tras lavarme los dientes, mojé mi cara en agua fría para poder espabilar, necesitaba estar presentable.

Terminé de ponerme el uniforme que consistía en una falda que llegaba por las rodillas, mallas y una blusa con ek escudo de la institución.

Cepillé mi cabello y lo acomodé para evitar que se saliesen algunos pelos rebeldes. Después me dirigí a mí mochila, metí todo lo necesario y la cargué en mi espalda.

Salí de la habitación y bajé las escaleras encontrando a mis padres en el salón tomándose su café de por la mañana. Sonreí un poco al ver que mi hermana Jasmine no se encontraba en ese momento.

Mi relación con ella no era de las mejores, tampoco es como si me propusiera hacerla más agradable.

Solo mi madre me deseó un buen día, mi padre solo permanecía callado bebiendo de su café y pasando lentamente las páginas del periódico.

Agarré un plátano del frutero de la cocina y me dirigí de manera apresurada al instituto consiguiendo llegar justo a tiempo.

Después de terminar dos períodos de filosofía con la mujer que nos mantuvo aprendiendonos las reglas de la escuela, me giré hacia mi mejor amiga y la dediqué una pequeña sonrisa.

Ruslana terminó convirtiéndose en una persona muy importante en mi vida. Ambas nos mirábamos durante las clases, hasta que un día se sentó a mi lado y comenzamos a hablar. Tenía el cabello largo de un color pelirrojo y una mirada oscura que transmitía todo lo que sentía en casa momento. Era algo más baja que yo un cuerpo digno de ser envidiado. La quería mucho en todos los sentidos, era amable y cariñosa con quien se lo merecía.

Ojalá haberla conocido desde primaria. Además de hermosa, tenía grandes cualidades, siempre me escuchaba y trataba de darme los mejores consejos. Ella siempre estuvo en mis peores momentos y jamás de dejó sola.

- ¿Qué toca ahora?- Dije refiriéndome a la siguiente clase, ya que aún no había imprimido el horario desde la web del instituto.

- Economía- dijo y suspiré hondo, era la nueva materia curricular aumentando otros 60 minutos a nuestra carga horaria.

Con un suspiro bajo dirigí mi mirada a la puerta, en la que ya se encontraba una mujer de estatura baja, con un rostro y cuerpo que parecían dibujados por el mejor de los artistas. Sus ojos marrones transmitían intensidad.

Tenía el cabello corto y rojizo, era algo ondulado, pero no de manera exagerada, simulaba más un cabello algo rebelde. Vestía una blusa negra y sobre ella una chaqueta de cuero del mismo color, a juego con sus leggins y sus tacones, lo que la hacía verse bastante intimidante. Toda de negro ¿Acaso estaba de luto? ¿Se ha muerto alguien?

Una leve risa quiso escapar de mis labios por lo que miré hacia mi mesa tratando de aguantarme.

La mujer se dirigió de manera decidida hacia su escritorio, con el móvil en una mano y sujetando una carpeta con la otra.

- Un placer, mi nombre es Violeta Hódar y seré vuestra nueva maestra de economía. Espero que colaboren conmigo así como yo colaboraré con todos vosotros, no tienen porqué aguantar nada así como yo tampoco, por lo que la puerta de mi clase siempre permanecerá abierta por si no os gusta la clase- dijo mirando toda la sala y se acercó a paso lento hacia las primeras mesas junto a la pared, apoyó su espalda y miró al primer estudiante que se encontraba más cerca.

- No me interesa vuestra vida, solo quiero saber vuestro nombre, edad y cuanto lleváis en esta institución.

-Comienzas tú- dijo mirando al pobre chico que se encontraba delante de ella temblando un poco. Así fue de uno en uno, mientras la respondían con notable miedo en la voz, hasta que llegó mi turno.

- Chiara Oliver Williams, 17 años, entré en la institución el año pasado.

Asintió y volvió al frente haciendo que su perfume se quedara por todo el pasillo. Era un olor suave y a la vez particular, era dulce y embriagador.

Si olor llenó mis pulmones grabándose en mis sentidos posiblemente para siempre.

La profesora comenzó con una introducción de lo que trabajaríamos a lo largo del curso y qué reglas debíamos de seguir para que nos fuese bien en su asignatura.

- Bueno, eso es todo por hoy. No olvidéis traer ya el próximo día el libro correspondiente- dijo sentándose en su escritorio abriendo su carpeta y perdiéndose en ella.

Moviéndome un poco en mi asiento miré a la clase permanecer tranquila, hasta que mi mirada se posó en la profesora. Ella llamaba mucho la atención con su manera de ser fría y correcta. Tras quedarme un rato simplemente observándola, negué volviendo a la realidad y centrándome en la siguiente clase.

Tenía un corto período libre hasta que llegara el siguiente profesor. Me quedé mirando mi cuaderno pensativa mientras mi mente volvía a aquella profesora. Tenía el presentimiento de que este curso sería más interesante de lo que esperaba.


Señorita Hódar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora