Prólogo.

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Las manos del rubio comenzaron a temblar en el agarre de sus ahora rotos lentes, de su cabello la agua sucia caía en gotas al suelo, su suéter humedecido por la broma en el baño que le hizo Tenjiku.

Sus dientes estaban apretados fuertemente, se veía el enojo e impotencia en su mirar, las lágrimas no tardaron en recorrer su rostro. ¿Por qué siempre es él?

Solo quería estudiar en tranquilidad, pero ahora se volvió el saco de boxeo favorito de los pandilleros, no sabe cuando, ni como llegó a eso. Pero no importa.

Desde el primer día en aquella academia, era molestado por esos delincuentes que lo tenían en mira, y nadie hacia nada para detenerlos.

Takemichi era una persona inteligente, pero su ingenuo era mayor.

Con las mangas de su uniforme se limpia cualquier rastro del llanto, al llegar a casa solo le haría una excusa a su abuela, que por accidente un compañero le regó encima el agua de su botella. Se sacude la camisa quitando la suciedad.

Suspira, una linda y falsa sonrisa se muestra en sus labios, lista para engañar al que le pregunte sobre su estado. Usa sus llaves para abrir la puerta.

- ¡Estoy en casa! - Grita con ánimo. Su abuela era lo único bueno que tenía.

Más, no recibió respuesta, normalmente la mayor lo recibia sentada en el sillón o la mesa, pero no se encontraba por ningún lado. Extrañado, sube las escaleras hacia los dormitorios, hasta encontrar el de la mujer y abrir.

Dentro, la azabache estaba acostada boca arriba con una mano colgando de la cama y la otra en su pecho, su piel pálida con el ceño fruncido y ojos cerrados le daba mala espina.

Puede que estuviera, pensarán, pero la Hanagaki mayor tenía problemas asma, por lo cual Takemichi siempre revisaba que tuviera un buen sueño antes de él irse a dormir.

Inseguro, se acercó, poniendo sus dedos frente la nariz de la contraria para ver si respiraba.

- "No siento la respiración." - Pensó con pánico, agarrando la muñeca de su familiar para ver el pulso, cosa que tampoco se sentía.

Su abuela, Reisha Hanagaki había muerto de vejez mientras el estaba sufriendo en su colegio por el bullying. Era la persona que lo cuidaba, ya que sus padres trabajaban en el etranjero y estaban más enfocados en sus otros hijos.

Sintió sus ojos nublarse, la única persona que lo había cuidado y amado, ya no estaba. Las lágrimas salieron nuevamente recordando cada momento que tuvo con aquella mujer.

A la semana, fue el funeral, no era mucha gente, solo conocidos que eran ya mayores de edad, el siendo el único joven.

Las personas que rodeaban el ataúd donde descansaba Reisha miraban con pena a su nieto que lloraba con demasiada fuerza su pérdida.

Puede que se vea débil, inútil. Pero su forma de expresarse es mediante el llorar, sus ojos picaban horrible y dolían al pestañar.

Takemichi comenzó a faltar a la escuela justificando su ausencia, el director lo comprendió y lo dejó en paz.

Hanagaki estuvo mal por mucho tiempo, lloraba a cualquier momento, no comía y apenas dormía, de verdad que le había afectado.

Por mientras, los días en la escuela fueron pesados para los otros estudiantes, las pandillas estaban enfurecidas por la falta de su juguete favorito.

El líder de Tenjiku, Izana. Se desquitaba con sus sirvientes de bajo nivel, los cuales no soportaban ni un golpe y ya estaban en el suelo.

Eso era lo que le gustaba de Takemichi, la tremenda resistencia que cargaba, no se quejaba por las golpizas y la diversión al golpearlo era el doble.

- ¿Cuándo piensa volver esa basura? - El albino preguntó al aire, pateando la nuca de un tipo ya inconsciente.

A su lado, su más leal siervo solo observaba la golpiza, - No debería tardar, sabe que le importan demasiado sus estudios - Kakucho dice, tranquilizando a Izana.

Con Toman, era casi lo mismo, solo que estaban más calmados, ya que ellos eran de llevarse a las mujeres a sus camas.

- ¡Neh, Ken-chin! ¿Y Takemicchi? Necesito calentar mi puño. - Exclama el de menor altura mordiendo su dorayaki.

- Ya te dije que no me llames así. Y no lo sé, ya ha faltado dos semanas. - Responde Draken, su subcomandante con notable irritación por el apodo.

Con Takemichi, el rubio siente cientos de escalofríos recorrer su espalda.

No extraña para nada la escuela, se siente tranquilo, pero a la vez triste por el ambiente solemne en su casa.

El en sus tiempos libres, trabajaba en una tienda de discos para ahorrar, su sueño era hacer una panadería en medio de Tokio, su abuela lo apoyaba, diciendo que era una gran idea.

De la nada sintió la nostalgia apoderarse de él.

Quiere cumplir su sueño, hacer que ella se sienta orgullosa por que él logre salir adelante.

No necesita sus estudios, ya es lo suficientemente inteligente para valerse, además para ser dulces solo hay que estudiar un poco de gastronomía y pocas cosas.

Esta decidido, con el dinero que le manden sus padres pagará el alquiler, sus necesidades, en otra parte ahorrará para su panadería.

Dejará todo atrás para empezar desde cero, y tampoco le vendrá nada mal cambiarse un poco el estilo.

𝐒𝐰𝐞𝐞𝐭 𝐧𝐞𝐫𝐝Donde viven las historias. Descúbrelo ahora