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La conmoción en el lugar era enorme, la campana de la puerta sonando repetidas veces indicando que cada vez entraban más clientes a la panadería.

Hinata corría agitada a todas las mesas para atender a las personas, mientras la línea en la recepción se hacía más larga.

El aroma a canela inundaba el establecimiento, dejando un gusto al olfato de la gente al entrar.

Un azabache, de estatura media, con unos grandes y hermosos ojos azules que tenían un brillo igual a la piedra más preciosa atendía los pedidos de todos. Su sonrisa lograba hacer relajar a sus clientes, que iban a sentarse y se van con sus pedidos satisfechos.

La panadería era nueva por Tokio, se apodaba MH&R que era las iniciales de los propietarios, fue creada por Takemichi Hanagaki, quien había logrado, contra todo pronóstico, hacer realidad su sueño. El nombre del local tenía un significado profundo, no solo por ser las iniciales de él y sus acompañantes, sino también por representar la esperanza y la fuerza con las que había afrontado su pasado.

Takemichi se movía entre las mesas con naturalidad, aunque todavía sentía la ansiedad que a veces lo invadía al ver el bullicio del lugar. Había aprendido a enfrentarse a esos momentos difíciles, a veces en solitario, pero siempre con la memoria de su abuela guiándolo. Cada pan que sacaba del horno, cada pastelito que decoraba, era una forma de honrarla, de demostrar que podía, finalmente, ser algo más que la víctima de un sistema injusto.

Hinata, su compañera de siempre, se encargaba de recibir a los clientes en la entrada. Con su energía y dulzura, era la perfecta contraparte de Takemichi. Mientras él se concentraba en lo que cocinaba, ella hacía que cada cliente se sintiera como en casa. Ambos habían formado un equipo perfecto, el uno complementando al otro.

- ¿Te parece si hacemos más de esos bollos de anís que les gustan tanto? - preguntó Hinata mientras Takemichi le entregaba una bandeja de panes dulces recién horneados.

Takemichi sonrió levemente, su corazón se apretó al ver cómo la tienda había crecido tan rápido gracias a la ayuda de sus amigos y su esfuerzo. Aquella vida que tanto deseó, que parecía fuera de su alcance, ahora estaba allí, entre aromas de masa horneada y risas de clientes satisfechos.

- Claro, los prepararé ahora mismo. - respondió, sintiendo un ligero cosquilleo en su pecho.

La campana de la puerta sonó una vez más, marcando la entrada de un cliente habitual. Takemichi, sin dudarlo, se acercó para tomar su pedido, su rostro iluminado por una cálida sonrisa, una que mostraba que por fin había encontrado la paz que tanto merecía.

El cliente habitual era un hombre mayor, de cabello canoso y sonrisa amable. Se sentó en su mesa habitual, cerca de la ventana, y levantó la mirada para encontrar a Takemichi.

- Hoy huele aún mejor que siempre, joven Hanagaki - dijo el hombre, sacando su pequeña billetera de su bolsillo y sonriendo mientras miraba el escaparate lleno de pasteles y panes recién hechos.

Takemichi se acercó, reconociendo a la perfección la cálida mirada de aquel hombre, que siempre le dejaba una propina generosa y elocuentes palabras de ánimo. Le había sido un gran apoyo durante sus primeros días, cuando la tienda apenas comenzaba a ganar popularidad.

- Gracias, señor. Ya sabe que todo es gracias a la receta secreta que mi abuela me dejó. - respondió Takemichi con humildad, mientras comenzaba a preparar su pedido habitual: un par de bollos de chocolate y un café caliente.

El hombre sonrió y miró alrededor, observando el bullicio del lugar con satisfacción.  - Es bueno ver que tu esfuerzo finalmente está dando frutos. Cuando abriste, no sabía qué esperar, pero ahora parece que este lugar es parte de la vida diaria de la ciudad. -

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⏰ Última actualización: Nov 05 ⏰

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𝐒𝐰𝐞𝐞𝐭 𝐧𝐞𝐫𝐝Donde viven las historias. Descúbrelo ahora