CAPÍTULO UNO
Hora: 4:50 p.m.
Fecha: 30 de diciembre de 2023El día estaba frío, más de lo habitual, y un aire extraño rondaba por el pueblo. Todo se sentía tenso; no había niños jugando en el parque, lo que me hacía pensar en cuánto tiempo había pasado desde que escuché risas infantiles resonar en las calles de lo que alguna vez fue un lugar tranquilo.
Ahora todo era diferente. Si bien había niños, cada uno jugaba dentro de sus casas, bajo la vigilancia de sus familias.
Pobres almas nobles; no merecían esto. Ellos merecían una vida común y corriente.
Al llegar a la iglesia, suspiré. Había dos señoras más en el lugar a las que saludé con una sonrisa amable; ambas me devolvieron la cortesía antes de que yo entrara.
El pueblo no era muy religioso, pero sí había suficientes habitantes para llenar una congregación de 50 personas cada domingo. Eso era algo positivo. Dios nos mantendría en su santa gloria.
Sin embargo, cada miércoles a las 5 de la tarde, tenía que venir a la iglesia, tratando de no llamar la atención, para poder mantener al pueblo en la paz que tanto necesitaba.
La caminata hacia la iglesia fue silenciosa; solo podía escuchar el canto de los pájaros y el viento que soplaba con fuerza. Caminaba sumida en mis pensamientos y, sin darme cuenta, llegué más rápido de lo que había anticipado. Al entrar, el ambiente era aún más tenso que afuera.
Al llegar frente al padre Noel, tomé su mano y la besé antes de arrodillarme, sacando un paquete de mi bolso.
—Lo que me pidió está aquí, padre. Espero que sea suficiente —hablé en un tono bajo y sumiso.
Su mano tocó mi cabello, y un escalofrío recorrió mi cuerpo; la tenía tan fría que parecía un cadáver.
Tomó el paquete y me levantó.
—Gracias, Liz. Esto nos será de mucha ayuda y asegura que tu devoción y lealtad están ante Dios nuestro padre.
Sonreí con satisfacción por haber cumplido bien mi labor.
El padre revisó el contenido del paquete y asintió.
—Te estamos esperando en la sala de reuniones. Ahora puedes ser parte de lo más exclusivo de la iglesia.
Suspiré nerviosa y caminé hacia una habitación donde más personas del pueblo aguardaban dentro.
...
Me dolía la cabeza mientras caminaba a casa; no podía recordar muy bien lo sucedido, pero al menos ya podía formar parte de aquel grupo al que había querido ingresar durante años.
Esa fue la meta que me impusieron mis padres desde que cumplí 15 años.
El aire seguía frío, pero ahora había calentado un poco. O no sabía realmente si era yo, porque los nervios del momento aún persistían.
¿Me sentía rara? Sí.
Pero nada debía haber pasado; en la iglesia soy protegida por mi padre Dios y su hijo Jesucristo.
Me senté en una banca del parque, observando a una persona con su perro. Saqué mi Biblia y empecé a leerla; si quería ser mejor cada día, debía comenzar por esto, leyendo al menos un capítulo diario.
Sin embargo, algo me desconcentró: el sonido de un camión y un auto encendiéndose. Bajé la Biblia y miré detrás de mí. Parecía ser un camión de mudanzas.
Todos los presentes observamos cómo descargaban cosas del vehículo.
Parece que ya compraron la casa de los Walter.
La familia Walter fue una de las más afectadas tras el incidente, y tan pronto como pudieron, se marcharon de aquí. Era una lástima; todos los queríamos.
Un hombre bajó del carro y, con solo verlo, sentí una fuerte presión en la sien. Decidí apartar la vista e irme a casa.
Era misterioso; su aura era de dominación y eso me inquietaba.
Y al parecer, no era la única, ya que pronto las pocas personas en el parque también se marcharon.
Caminé hasta mi casa, que quedaba a cuatro casas de la que era de aquella familia.
Entré y, suspirando, dejé mis zapatos a un lado. Me sentía más cómoda andando descalza en casa.
Fui a la cocina a por un vaso de agua y suspiré. Debía ser amable e ir a darle la bienvenida; también podría invitarlo a la misa.
Asentí para darme más confianza y preparé una canasta con algunas cosas que solía vender para poder donar dinero a la iglesia.
Me puse la capucha, ya que antes salí sin ella, y volví a ponerme los zapatos.
Caminé hacia aquella casa; el hombre aún estaba afuera y, mientras más me acercaba, más nerviosa me ponía. Era alto, con el cabello negro y vestido del mismo color. Sus ojos estaban cubiertos por unas innecesarias gafas de sol, a pesar de que justo ahora estaba completamente nublado, como si fuera a llover en cualquier momento.
Hice un ruido con la garganta al llegar a su lado, haciendo que me mirara. Aún con las gafas, podía sentir su fuerte mirada.
—Bienvenido a Dumsville. Espero que te guste nuestro humilde pueblo y que seas feliz. Para darte la bienvenida, he traído estas galletas y frutas. También quería invitarte a nuestra misa los domingos a las 10 de la mañana —dije, poniendo mi mejor sonrisa para tratar de relajar mis nervios y no demostrar mi inquietud ante el desconocido.
Fue entonces cuando se quitó las gafas, y solté un suspiro al ver el color de sus ojos. Eran tan grises que era sorprendente; nunca había visto algo igual.
Parecía que tenía una tormenta en su mirada, algo muy extraño.
Anonadada, lo observé un poco más antes de sentir un calor en mis mejillas al darme cuenta de que lo estaba mirando demasiado.
Respiré hondo y le ofrecí la canasta.
Me miró de arriba a abajo, evaluándome. Tomó la canasta y, con una sonrisa llena de soberbia, asintió.
—Gracias por la bienvenida... Trataré de ver si puedo asistir a la misa —sus palabras no sonaban del todo sinceras, lo que me generó desconfianza y me hizo perder la sonrisa.
Asentí y me di la vuelta.
—Espero que puedas ir. Lo necesitas para purificar tu alma del pecado —murmuré mientras me alejaba, esperando que no hubiera escuchado mis palabras.
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Dumsville
Mystery / ThrillerDumsville era un villa un poco alejada de las ciudades de Londres, a su alrededor habían miles de árboles que lo cubrían haciendo que su entrada fuera sólo una. Un lugar poco conocido y misterioso, no habían más de mil ciudadanos, todos se conocían...