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"Nada como ir juntos a la par

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"Nada como ir juntos a la par..."

Los días pasaban y cada vez que Felipe salía a jugar con sus amigos a la pelota, no podía evitar dar un vistazo a la amaca donde había visto por primera vez a la joven de hebras rojizas, con la esperanza de verla de nuevo.

Cada vez que pasaba por aquel lugar, su corazón latía un poco más rápido, y sus ojos buscaban ansiosamente entre los árboles y las hojas caídas la figura familiar que tanto anhelaba encontrar. La emoción y la anticipación lo embargaban, creando una sensación de nerviosismo y emoción cada vez que se acercaba al lugar donde la había visto por última vez.

A pesar de sus intentos, a veces pasaban días sin rastro de ella, y su corazón se hundía en decepción. Sin embargo, nunca perdía la esperanza, y seguía buscando, sabiendo que algún día sus miradas se cruzarían de nuevo y tendrían la oportunidad de compartir más que solo un breve encuentro en la plaza.

El realmente quería cumplir la promesa de jugar juntos.

"¿A dónde vas tan apurado vos?" preguntó su madre, observándolo terminar de tomar la chocolatada a sorbos rápidos antes de levantarse de la silla.

"Voy a jugar a la pelota, ¿puedo?" preguntó él, con entusiasmo palpable en su voz. La mujer de hebras castañas sonrió y asintió, complacida por la alegría de su hijo y por su deseo de disfrutar al aire libre con sus amigos.

Cruzó la calle de tierra para dirigirse hacia la placita, y a lo lejos, observó los mechones rojizos que tanto esperaba ver. Su corazón dio un vuelco de emoción al reconocer a la joven que había capturado su atención desde aquel primer encuentro en la plaza.

Con paso ligero y una sonrisa en el rostro, se acercó cada vez más, sintiendo la anticipación crecer en su pecho mientras se acercaba a ella. Cada paso parecía llevarlo más cerca de la posibilidad de compartir otro momento especial juntos, y la emoción lo llenaba de energía y felicidad.

"Pudiste venir" En la amaca, cabizbaja se encontraba la pequeña, balanceándose desganadamente. Felipe, al acercarse, notó la tristeza en sus ojos y decidió sentarse a su lado.

"¿Qué pasa?" preguntó con preocupación, rompiendo el silencio que la envolvía.

"Mi mamá se fue de la casa hace una semana, dijo que no iba a volver porque no me quería ver nunca más" murmuró la joven.

La revelación de la joven dejó a Felipe sin palabras por un momento. La gravedad de la situación pesaba en su corazón, y no sabía qué decir para consolarla en aquel momento tan difícil.

Ante las palabras difíciles de la joven, Felipe sintió la urgencia de brindarle consuelo. Sin decir una palabra, se inclinó hacia adelante y envolvió a la joven en un cálido abrazo. Era un gesto silencioso, pero lleno de empatía y solidaridad.

En ese abrazo, Felipe trató de transmitirle a la joven que no estaba sola, que había alguien dispuesto a estar a su lado en medio de la tormenta emocional que estaba enfrentando. Era su manera de decirle que, aunque las palabras pudieran resultar insuficientes, su presencia y apoyo estarían siempre disponibles.

ᴏɴᴇ ꜱʜᴏᴛ - FELIPE OTAÑODonde viven las historias. Descúbrelo ahora