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LA INCREÍBLE VISTA QUE LE REGALA su balcón en esa mañana sólo aumentaba el nivel de somnolencia en su cuerpo recién levantado. El paisaje le parecía totalmente surreal; las montañas con la neblina cubriéndolas enmarcaba el cielo parcialmente nublado como la mejor pintura creada por el mejor artista del mundo. Pequeñas gotitas caían sobre su rostro y brazos apoyados sobre la baranda, pero poco le importaba.

Cuando Heeseung despertó, lo primero que pudo notar era que la habitación estaba un tanto obscura. La lluvia repiqueteaba en la ventana, y todo parecía en orden; entonces giró su cabeza para —probablemente— encontrarse con el reconfortante cuerpo que ya conocía a su lado, pero no fue así. Hizo un mohín con sus labios y se reincorporó en la cama, desplazando sus ojos entrecerrados por todo el lugar dio con la persona que buscaba.

Sunghoon disfrutaba de la fría ventisca que despeinaba su cabello rubio recargado en el balcón, vestía su típica camiseta blanca ancha de dormir con su inflatable pantalón de chandal. Heeseung se levantó de la cama, intentado hacer el mínimo ruido posible, y se encaminó a él, tomándolo desprevenido al abrazar su cintura desde atrás.

—Oh... —musitó el menor, sosteniendo aquellas cálidas manos para entrelazar sus dedos con los suyos—. Buenos días, amor.

—Uhm, buenos días ¿qué hora es y por qué estás despierto? —susurró Heeseung con voz ronca en su oído, dejando un pequeño beso antes de reposar su cabeza en el cuello contrario.

—Son un poco más de las nueve... y simplemente ya no tenía sueño.

—¿Las nueve? —El rubio sintió como las manos antes unidas a las suyas subieron hasta sus hombros, haciéndole girar sobre sus talones para encarar al mayor—. Hoon, ¡habíamos acordado que los fines de semanas eran para levantarse tarde! Además, mira este increíble clima, ¡los días lluviosos están hechos para pasarlos en cama!

El menor reprimió una risa, entretenido por el repentino berrinche que montaba el chico que lo miraba receloso, con su cabello revuelto, ojos aún más grandes que de costumbre y mejillas levemente hinchadas. Intentó acercarse para arreglar sus hebras castañas desordenadas, pero su brazo fue jalado, Heeseung arrastrándolo nuevamente hacia la cama.

—Volveremos a dormir —sentenció.

—¡Pero ya he preparado el desayuno! —Sunghoon protestó, zafándose de su agarre para quedarse parado al borde de la cama—. No dejarás que se enfríe más, ¿cierto? Además, hay alguien esperándonos allá afuera.

El de cabellos castaños no hizo más que gruñir ante la mirada suplicante del menor, dejando de nuevo la cama para dirigirse al baño con pasos perezosos. Sunghoon negó con la cabeza riendo, y siguió hasta la cocina, para esperar allí al mayor. Heeseung estuvo listo unos minutos después, sus pies descalzos recorriendo el amplio pasillo hasta llegar a la sala. No percibió movimiento alguno hasta que escuchó un leve tarareo provenir de la cocina, seguido de una risa aniñada. Se le formó una suave sonrisa, reconociendo de inmediato aquella melódica voz y las risitas.

Se encaminó hasta el sonido, y allí encontró a su esposo de espaldas cubriendo el cuerpecito que yacía sentado en la mesada.

Cuando el pequeño notó la presencia del castaño, soltó un chillido. —¡Papá Heese!

—Buenos días, bebé —Llegó hasta su hijo revolviendo sus suaves cabellos azabaches, recibiendo una sonrisa como respuesta.

Sunghoon, a su lado, le extendió una taza humeante y olorosa a café. —Aquí tiene, señor Lee. Su café negro con sólo dos cucharitas de azúcar.

—Muchas gracias, señor Lee —Antes de darle la primera probada, Sunghoon frenó sus movimientos. Heeseung le miró inquisitivo, porque el menor parecía esperar algo de él—. ¿Qué?

—No me has dado mi beso de buenos días —reprocha, un pequeño mohín formándose en su boca.

Aquello se vio adorable a los ojos de Heeseung, algo derritiéndose en su interior, y no tarda en dar un paso hacia adelante para atrapar los labios contrarios en un corto beso. Estuvo por separarse cuando Sunghoon ascendió sus manos hasta su nuca, sujetándolo para atraerlo más a sí, jugando con sus cabellos y obligándole a hacer aquel contacto un poco más duradero. El rubio sintió las manos contrarias en su cintura, los delgados labios del mayor se movieron con ternura sobre los suyos, dejando escapar suaves suspiros y una que otra sonrisa asomándose entre ellos.

—Aw, ¡yo también quiero besitos! —La voz dulce del chiquillo rompió su momento, ocasionando que se separasen riendo.

—Por supuesto, también hay besitos para ti, cielo —El niño sonrió satisfecho cuando su papá Sunghoon lo tomó en brazos para dejar una serie de besos en su rostro—. Ahora vayamos hasta la mesa, el desayuno nos espera.

El castaño tomó su café nuevamente y siguió al menor —que aún cargaba al pequeño— hasta el comedor, donde en efecto les esperaba una mesa con comida ordenada sobre ella; desde pan, porciones de frutas bien picadas, mermelada y otros suplementos, hasta la cafetera llena de humeante café.

Heeseung fijó su mirada en su esposo frente a él, detalló la manera en la que relamía sus labios luego de darle un sorbo a su café y la forma delicada en la que servía los alimentos en un plato para él. Finalmente sus ojos recayeron en su hijo, quien canturreaba feliz una canción infantil mientras comía de sus frutillas.

Dejó salir una sonrisa, porque definitivamente aquellas mañanas con su preciada taza de café junto a la dulce compañía de su pequeña familia eran las mejores de todas.

MORNING. ( heehoon )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora