Me encuentro en este momento recogiendo todas las cosas de la universidad, ya que en 10 minutos Rachel estará llamando a la puerta de mi casa para que salga, como siempre, vamos tarde, aunque la impuntual siempre suelo ser yo; pero como me decía mi madre, más vale llegar tarde que nunca. Rachel y yo estamos haciendo un intercambio en una universidad de Corea del Sur, y, ¿por qué este sitio? Pues porque desde que teníamos 16 años hemos sido unas locas de los kDramas y cuando llegamos a la universidad pedimos plaza para hacer movilidad internacional, y pues, aquí estamos un año después.
Llegamos hace un mes, fue todo un lío, preparar maletas para un año es lo peor del mundo, y no por mí, que también, sino por Rachel, que me pidió ayuda para hacer tres maletas de las grandes ¡tres!, y yo solo llevaba una grande y una pequeña. Encima, después de hacer las maletas, me dijo que no llevaba suficiente ropa, que se compraría más allí, no podía creerlo..., no me imagino cuando tengamos que hacer las maletas para a vuelta, diosito sálvame.
El camino para venir a Corea fue toda una odisea, por no hablar del mes que pasamos antes de irnos, despedidas con amigos, familiares, etc. Yo viajé por última vez a España, donde vive mi familia materna, estuve una semana con ellos, que se me hizo cortísima, por cierto, y volví para Estados Unidos, para despedirme de todos mis familiares y amigos de allí, no he llorado más en mi vida he de decirlo.
Antes de salir, me puse a echarme fotos en un espejo que compré cuando llegué, ya que siempre me gusta tomarme fotos de la ropa que me pongo al salir y en mi habitación de la residencia no habían puesto espejos de cuerpo completo. Hoy hacia fresco, ya estaba empezando el invierno en Corea y había que empezar a abrigarse.
- ¡Mia! ¡Vamos tarde, sal ya!
- ¡Voy pesada!
- Siempre llegas tarde a clase por las fotos.
- Lo dice la que se echa 50 antes de salir a todos sitios.
- Si, pero, soy puntual-dice riéndose.
- Bueno vámonos anda -continué yo mientras reía- es mi esencia llegar tarde siempre Ray.
- Totalmente, ¿Cuántas clases tienes hoy?
- Hoy solo dos, luego saldré a tomar café mientras te espero para volver.
- ¿Sabes? Eres la mejor-me decía mientras me daba un abrazo.
- Lo sé-le dije mientras le tiraba un beso antes de entrar en clase.
- Nos vemos luego-me respondió mientras repetía mi gesto.
Las aulas en Corea son enormes, parecidas a las de mi facultad en Estados Unidos, son las típicas altísimas con asientos en los que tienes que subir escaleras para llegar a ellos. Tomé asiento en el medio del aula, ya que tengo miopía y no veo muy bien que digamos, y para añadirle, las letras de mis profesores son minúsculas.
Siento que aquí, a los extranjeros, por así decirlo, nos evaden un poco a la hora de los estudios, literalmente no tenía a nadie sentado a mi lado, parece que les damos miedo o que olemos mal, ya no sé ni que pensar. Por fin, luego de 5 minutos de haber comenzado la clase, se sentó un chico coreano, altísimo, por cierto, justo a mi lado, lo que me sorprendió un poco, aunque yo seguí con lo mio ya que era una clase muy importante.
-Perdona, ¿tendrías un bolígrafo de sobra? No encuentro el mio-me habló a los 10 minutos el chico, en un intento de inglés que me pareció un gesto muy mono.
-Sí, toma, todo tuyo-le respondí en coreano, lo que le tomó con un poco de sorpresa, aunque no sé por qué si la clase estaba impartida en coreano, por lo que quien vaya a ella sí o sí tenía que saberlo.