La Tristeza De La Soledad

Solá

Anna no lo entendía.

Una mañana se despertó como era habitual y fue a buscar a Elsa en su habitación y cuando intento abrir la puerta, estaba totalmente cerrada.

Se sorprendió por eso, su hermana nunca cerraba la puerta.

Intentó llamarla, pero la única respuesta que obtuvo fue el silencio.

Tal vez... Estaba castigada, sus padres solían darle un regalo un poco más severo a su hermana mayor cuando estaban en problemas...

... Pero en ese caso ella también habría recibido reprimenda, sus padres no le habían dicho nada cuando despertó aparte de una mirada rara.

Quizás por eso su hermana no le respondía, estaba castigada gracias a que Anna la había convencido de jugar a las muñecas en medio de la noche, y a la única que castigaron fue a la mayor.

Con una mirada de culpa se disculpó varias veces por lo de anoche y le prometió que la compensaría.

Elsa aún no me respondió.

La niña de cinco años decidió que la dejaría en paz un rato, esperaría a que su hermana de relajará y luego lo volvería intentar.

Anna no era alguien que se rendía fácilmente.

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Habían pasado tres días, tres días sin ver a su hermana no que ella le hable a pesar de sus intentos.

Empezó a sospechar que no estaba castigada por salir a jugar por la noche; no era la primera vez que la castigaban por ello, y cuando sucedía las castigaban a ambas y nunca duraban tanto.

Se estaba preocupando, ¿Su hermana estaría enferma? ¿Herida? Eso último la asustó, si su hermana estaba herida probablemente sería por qué ella la había convencido de jugar por la noche.

Le preguntó a sus padres si sabían algo, sentía que ellos eran conscientes de las razones de su hermana.

—Tu hermana está bien Anna —dijo con una sonrisa triste—, solo, necesita estar sola en este momento.

Anna se dio cuenta rápidamente de que había algo más, pero antes de que pudiera preguntar su padre le hablo:

—Querida, que tal si vas a jugar con tus muñecas por ahora.

La niña supuso que no obtendría más respuestas y accedió.

Al estar de espaldas, no se dió cuenta de las miradas de preocupación y tristeza que le daban.

Anna iba a darle a su hermana unos días de tranquilidad, tal vez después de eso ella si quería jugar.

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Supuso que dos días serian más que suficientes.

Estaba aburrida, se sentía sola y por alguna razón, su hermana parecía seguir enojada.

¿Que le había hecho?

No importa cuánto tardará, en algún momento su hermana querría estar con ella, hablarle, sonreírle...

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Era invierno, habían pasado meses desde que vio a Elsa, quién seguía sin hablarle.

Pero este vez sería diferente, era invierno, ellas amaban jugar juntas en el invierno, no había forma de que fallara.

Vio por un momento le escarcha caer, siempre había encontrado belleza en el invierno, le hacía pensar en Elsa, sus mejores recuerdos en la nieve eran con ella.