Señal

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Hace unos días, mientras la ausencia de Beatriz me atormentaba y ese whisky que tantas veces me acompañó en la tristeza pasaba ya como agua por mi garganta, ocurrió algo que me hizo cuestionar mi cordura.

Yo le replicaba insistentemente a Calderón que todo en mi vida estaba mal, que la visita de Nicolas como representante de Betty en la junta directiva solo me dejó malestar a mi y a los miembros (claro, por razones diferentes) que insistí en pedirle su cooperación a él para hacer de mediador entre Betty y yo pero ¡¿Qué esperaba después de casi haberlo matado a golpes?!
Todo empeoraba pues nadie me decía donde diablos estaba Beatriz y no me hacía una idea siquiera de por donde comenzar a buscar.
Por supuesto el cretino ese me ignoró, estaba embobado mirando la transmisión del reinado de Cartagena.

-Si por lo menos pudiera hablar con ella hombre -enfaticé compungido-¡pero es que yo no sé dónde está!

Ante su silencio, el noticiero de fondo parecía escucharse más fuerte:

"Hoy las 22 candidatas al reinado nacional de belleza subieron al buque insignia de Colombia, el Gloria, una cita que contó con la visita del presidente de Colombia Andrés Pastrana..."

-¡Calderón por favor, apague ese noticiero hermano! -espeté cansado- ¡Yo no estoy para Cartagena, ni para reinas ni para nada de esas bobadas! ¡¿Si?!

-Okay Okay, lo voy a apagar -dijo Calderón mientras hacía caso omiso a mi petición e intentaba aconsejarme inútilmente otra vez- pero le voy a decir una cosa: No hay mejor calmante en la vida que un ramillete de reinitas.

-¡NO ESTOY PARA ESO! ¡NO ESTOY PARA REINAS! -dije golpeando la voz para hacerla resonar por encima de la tv, a ver si ahora si me escuchaba- Además ¿Quiere que le diga una cosa? le confesé hoy a Marcela que... que estoy enamorado de Betty... -finalicé con el dolor asomando, y es que no había nada peor para mi hasta ahora que el dolor tras la desaparición de Beatriz y ¿sumarle a eso el enfrentarme a Marcela para decírselo en su cara y terminar de herirla?
Mario me miró con su cara de imbécil juzgandome como si fuera mi consejero oficial, como si lo hubiera decepcionado, girando sus ojos en una mueca fastidiada.

-¡¿Si entiende porqué no quiero saber de reinados, ni de Cartagena, ni de viejas, ni de nada?!

-Si, claro -asintió Calderón- Bueno, ex presidente -Bromeó mientras se estiraba después de haberse tomado su vaso de whisky- esperemos tener mejores noticias más tarde, yo tengo algunos asuntos que solucionar -se despidió palmeando mi espalda.

Tras el cierre de la puerta de presidencia, me quedé solo y vacío con este huracán de sensaciones que iban de la desesperación a la resignación y en reversa, meciendome en un interminable vaivén de ansiedad, rabia y angustia de la que no podría salir hasta que Betty viniera y decidiera sacarme.

¿Qué iba a hacer con el futuro de la empresa? ¿Qué iba a hacer con nuestra relación? Y lo más importante ¡¿Dónde diablos se había metido Beatriz?! ¡¿Qué pasaría con nosotros si no aclarabamos las cosas?!
No podía pensar con Claridad, y además en el maldito televisor no dejaba de sonar el himno nacional y la aguda voz de la periodista anunciando la agenda de las candidatas.
¡Maldita sea Calderón! -pensé- ni siquiera pudo hacerme el maldito favor de apagar la tele.
Me volteé completamente enajenado, con ganas de romper ese aparato con mis propias manos...

Y fue entonces cuando la vi.

O bueno, me pareció verla.

Una imagen de dos segundos que me bastó para sentir que me abandonaba el juicio, solo bastaron dos segundos para que mi cuerpo comenzara a temblar y a reclamar su cercanía.

-¿Betty? -susurré incrédulo al ver a una criatura menuda de gafas grandes, capul y traje rojo moviéndose torpemente entre un mar de gente, con la mirada un tanto perdida y un gesto de preocupación- ¡Es Betty! ¡No puede ser! No, no, no, esto debe ser una confusión, debo estar... No, debe ser el alcohol...

Por supuesto que dudé.
¿Qué haría Betty en Cartagena? ¿En medio de un reinado de belleza además, cuando es tan obvio que se sentiría incomoda con la sola idea de estar ahí?

Aquel día transcurrió entre pleitos con Marcela, intentos fallidos de conexión con Betty y la contemplación de lo único que me quedaba de ella, una fotico tamaño carnet. Y pese a que la imagen de la tv me aturdió lo suficiente como para paralizarme y quemarme por dentro, nada parecía cambiar.

Seguía devastado, enloquecido y sin amor.

Pero esta vez fue diferente. Esta vez lo sentí como un rayo de luz en medio de la oscuridad, una señal.

¿Estaba perdiendo la cabeza?
¿O era una señal para que mi corazón siguiera confiando en Betty?

Hasta Encontrarte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora