Proyección

335 32 9
                                    

Nos recostamos mirándonos frente a frente, acaricié la piel de su brazo mientras ella cerraba los ojos suavemente, en paz, sintiéndome.

Su piel se erizaba lentamente y para mi era un honor ser quien le erizara la piel con tan solo una caricia.
Me acerqué más a ella, pues desde anoche no habíamos hecho el amor y desde entonces cualquier lejanía se sentía como desnudez.
Sentía como si realmente hubieran pasado años desde la última vez que devoré ese cuerpo.
Necesitaba tenerla cerca, muy cerca.
Pegué su cuerpo al mío y bajé lo suficiente como para dejar mi cabeza a la altura de su pecho.

Entonces escuchando su corazón latir, inhalando profundamente para exhalar por la boca, me pregunté: ¿Desde cuando su fragancia me parecía tan narcotica? Tal vez siempre me atrajo y solo quería resistirme a ella.

Incluso cuando no fuimos más que amigos de oficina, buscaba tener contacto físico todo el tiempo. En un saludo, una caricia a modo de gratificación, un puñito juguetón.

Algo que por supuesto no tenía con otras personas, es más, me incomoda de otras personas.

Con Beatriz todo era muy químico, todo lo animal me llamaba hacia ella, el olor de su piel, el sabor de sus fluidos, sentir su sudor en mi cuerpo, sus besos mojados.
No era extraño que me enloqueciera.

Betty me observó con ternura y abriendo sus brazos me hundió en un abrazo cálido, cómodo y conciliador.

Me sorprendió, claro que si.
Pero no iba a refutarle nada, menos cuando había nacido de ella tener ese contacto tan preciso, tan natural. Como si todo yo le perteneciera, como si acunarme en sus brazos fuera algo tan simple, como si yo no me estuviera muriendo hace meses por ese gesto o incluso algo tan pequeño, significativo y profundo como una mirada.

Entonces en ese momento de tranquilidad, a mi cabeza llegó algo que me hizo sonreír:

-Esta es nuestra segunda noche juntos -musité en su pecho cubierto por una maldita camiseta que no me permitía sentirla como quería. -Jamás lo hubiera imaginado.

-¿Qué cosa? -dijo Betty con un ligero tono de sorpresa.

-Esto -susurré abriendo mis ojos como si fuera víctima de una epifania- estar aquí, en un paraíso tropical, en una habitación sobre una cama, solo nosotros... Como siempre debió ser.

Ante su silencio dirigí la mirada hacia su rostro y observé como sutilmente se mordía el labio.

-Betty -susurré sintiendo como se me escapaba el aliento- mi vida... por favor... -advertí sin sentirme capaz de terminar la frase.

Betty al entender mis intenciones rió y se levantó de un brinco dejándome solo sobre la cama, dirigiendose al baño tranquilamente.

-¿Betty? -pregunté sorprendido al notar su reacción... ¿Acaso había hecho algo mal y no me había dado cuenta? ¡Por Dios! ¡Si así era me iba a estallar la cabeza! -¿Todo bien mi amor? -pregunté anteponiendome a cualquier movimiento.

-Si doctor, solo voy a desve... A ponerme cómoda -dijo frenandose, avergonzada, autocorrigiendose cuando para mi ya era demasiado tarde. La sola mención me hacía imaginar a Betty desvistiendose para mi y eso era algo con lo que no podía lidiar solo.

Una sonrisa boba se posó en mi cara pero decidí no ir tan rápido a por mi deseo.

Beatriz se fue al baño no sin antes ir al closet para sacar un poco de ropa.

Al pasar de unos pocos minutos eternos, salió y se recostó a mi lado luego de alistarse para dormir.
Se veía divina.
Esta vez traía una pijama rosa pastel que se ceñía a su cuerpo y me tenía imaginando mil formas de quitársela.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Sep 30 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Hasta Encontrarte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora