Damon

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El frío me despertó, pues la manta con la que estaba cobijado se cayó del otro lado de la cama. El frío no era normal. Me pregunto si estaría haciendo frío en el resto de estados. Mi padre preparó chocolate caliente, y cuando caminé hacia la sala de estar, encontré la grata sorpresa de ver a Julian y a Arlo sentados en el comedor. Me ruboricé de inmediato, era vergonzoso haber estado durmiendo mientras habían invitados en la casa. No me preocupé por mi ropa, pues Arlo y Julian también estaban en pijamas. El problema no era el frío, solo que, esperando el verano, hice el equipaje con ropa fresca, incluyendo mis pijamas, lo que no fue favorecedor para el anormal frío que hacía.

— Buenos días.
— ¡Hola Fran! Hacia mucho frío en el hotel, así que tu padre nos invitó. Aquí se está más calentito.
— Claro. En el hotel solo te dan el cubrecama. ¿No os habeís traído ninguna mantita?
— No. Mi padre es el despiste en carne. Se le ha olvidado, como siempre.
— Ah, vale. Pues nosotros tenemos de sobra, os podemos prestar unas si quereís.
— No, déjalo así. Ya nos las arreglaremos.

Me senté a un lado de Julian y me eché encima la manta que usaba para dormir.

— ¿Que harás hoy, Francis? — Preguntó Julian, antes de tomar un sorbito de chocolate.
— Pues tenía pensado pasarme por el estanque.
— ¡Eh, ya lo se! Vayamos de noche, ¡Así podremos ver la chispa de mar en pleno brillo!
— Eh, no sé yo... La verdad es que de noche me da un poco de yuyu. ¿No escuchaste la leyenda?
— ¡No me digas que te has tragado lo del espíritu! ¡Sí es un cuento para asustar a los críos, Francis!
— Es que no sé... Además, de noche hay un tipo muy raro por ahí. Es mejor no meterse con él.
— ¿De verdad? Anda, ¡Que voy contigo! ¡Así no te asusta el espíritu! — Dijo Julian, mientras se reía.
— Vale, vale, ¡Ya está! Vamos entonces.— Julian se emocionó al oírme acceder. Después de todo, hace tiempo que no nos vemos, y no podría rechazarle por más miedo que me diera volver al estanque.

Luego de que Julian y su padre regresaron al hotel, aproveché para dormir un rato más. Con este frío solo me apetecía enrollarme en mi manta como un gusano.
Cuando desperté ya era por la tarde, y me despertó el sonido de la olla exprés de mi padre, lo que indicaba que estaba haciendo un estofado. Como aún seguía en pijamas, fui a darme un baño antes de comer. Una vez en la ducha, sentía como el agua tibia me relajaba los músculos. Pero luego de despertar había una sensación rara en mí. Desde que llegué todo se había puesto raro, e incluso sentía como si Julian me hiciese falta. Como si en los momentos que no estaba con él, le añorase, como si su hotel no estuviese a unas dos calles de aquí. No sé que me ocurría, pero era tan extraño. Luego pensé en el alivio que me producía tener agua tibia con este frío. Me asomé por la ventana luego de acabar de cambiarme, y noté que el cielo no despejaba desde que llegué. No había podido ver un solo hermoso día soleado en Soul Town desde que volví para las vacaciones de verano. Eché un vistazo nuevamente a mi habitación. Tenía tantas ganas de quedarme aquí, en Soul Town. Feliz. Incluso aunque el calor me hiciese falta no importaba, porque aquí tenía todo lo que necesitaba. Mientras me recostaba en el frío piso de madera, mi padre me llamó para comer. Un estofado venía increíble para el frío que hacía, y la res estaba tan suave que se te hacia hilillos en la boca. Terminé de comer y revisé la hora, era eso de las seis, quizás la carne tardó un poco en ablandar. El timbre sonó, y observé en el videoportero que era Julian, usando una camiseta verde holgada y un montón de collares. Seguro souvenirs de sus viajes por Europa. Usé el citofono para abrirle la puerta, y el subió hasta aquí.

— ¡Hola!
— Eh, Julian. ¿Que tal?
— Bueno, he venido a por tí.
— ¿A por mí?
— ¿Lo has olvidado? ¡Habíamos quedado para ir al estanque!
— Ah, que es verdad. Pero está un poco temprano aún... ¿No?
— ¿Pero que dices, Fran? ¡Si ya cayó la noche! ¡Habrías tenido que ver lo bonito que se ve el río desde el hotel! — Julian me tomó de un brazo y me sacó de casa, aunque primero le grité a mi padre que me iba. Muy entusiasmado, Julian me arrastró corriendo todo el camino hasta el estanque. Cuando llegamos, el estanque estaba incluso más precioso. La chispa de mar se veía muchísimo más que al atardecer. Julian se apresuró a quitarse los zapatos y a entrar al estanque.
— ¡Venga, Fran! ¡Vamos a mojarnos!
— ¡Pero si me he venido en vaqueros!
— ¡Pues te los remangas y ya está! ¡Anda, que está fresca el agua!— Me remangué los vaqueros hasta la mitad de la pantorrilla, y me quité los zapatos. Julian y yo estábamos en la orilla del estanque, y cada vez que pisabamos fuerte, la chispa de mar volaba, dando un espectáculo de luz mágico. El agua nos llegaba casi hasta la rodilla, y estuvimos un rato lanzandonos agua, disfrutando del mágico salpique azul. En un momento, nos pusimos a jugar al pilla-pilla, Julian persiguiéndome por la orilla.

El Espíritu Del EstanqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora