Tiene que quemar

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Roza levemente su ser, imprégnate con su llama y llévala hacia ti.

Un toque que encienda la brasa viva bajo tu pecho.

Un toque ardiente que consuma tu carne, que hierva la sangre,

que denegrece los huesos.

Un toque de fuego que te envuelva en el calor de su espíritu,

que crezca y devore todo mal en tu interior, que se esparza y

consuma lo que toque, que todos sientan la furia en su calor,

que sean consumidos por este, que no sean capaces de entenderlo,

de manipularlo, de detenerlo.

Deja que se extienda, que destruya a todo aquel que no pueda

comprenderlo, que lo queme todo y a todos.

Deja que arranque tu antigua piel, que renazca con la llama.

Ahora brillarás con la intensidad de aquel fuego que te hizo

renacer, lo opaco relucirá, tu sonrisa perdurará y tus lágrimas

evaporarán con celeridad, ya que, si el fuego es bueno, te dará

calor eternamente, no se extinguirá, solo se propagará.

Detente y observa su ser, la brasa bajo su pecho, si ha crecido al

unísono con la tuya, si palpitan y queman con la misma intensidad,

si no es así, no le robes más el fuego, aléjate, si no,

lo extinguirás alimentándote de su brasa y no quedará nada.

Y cuando no quede nada.

¿De qué se alimentará tu fuego?

¿De cenizas?

Si le das ceniza al fuego, dejará de quemar todo aquello que

desvanecía tu sonrisa, las lágrimas no se evaporarán, caerán sobre tu

brasa, disminuyendo el fuego dentro de ti, provocando un humo que

opacará nuevamente tu ser.

No.

El fuego debe continuar, seguir arrasando todo aquello en tu camino,

mantenerse vivo para disminuir el caer de tus lágrimas sobre la brasa

dentro de ti.

Ahora sabes cómo quema, cómo arde.

Busca un fuego capaz de consumir con la misma intensidad,

que se expanda, que brille y acoja todo a su alrededor.

Que queme.

Mantenme lejos de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora