Toma mi mano.

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Uruame miraba con tranquilidad su teléfono, revisaba cada uno de sus correos, contestaba algunos, otros los eliminaba y colocaba cada uno en su carpeta, él era una persona ordenada, desde pequeño había aprendido a servir y era feliz hacerlo para su amo Sukuna. Revisó de nuevo su correo cuando recibió uno de la agencia GC, sin titubear abrió el correo para leerlo, sólo pudo soltar un quejido, ya que mencionaba que no habían ganado el boleto para el meet de Itadori, tenía que mencionarle a su jefe, pero antes hacerlo envió un par de mensajes, buscaba alguna manera de conseguirlo, sabía que Sukuna se volvería loco si este no obtenía su entrada.

Sukuna se encontraba tranquilo, el desayuno perfecto como siempre gracias a Uruame, suspiró con tranquilidad, ya que el día sería largo, tenía un par de reuniones, probablemente algunos asesinatos, una ligera plática con sus subordinados y si todo salía bien llegaría a casa para ver el programa en el cual su panquecito participaría. Tomó su teléfono revisando la cuenta de Twitter de Yuuji, no había publicaciones nuevas, era una rutina de Sukuna revisar cada una de ellas, comentar y pelear con alguna fan que se sentía con autoridad de reclamar a su niño. Probablemente no publicaría por la grabación del programa, se dijo mentalmente, dejo el teléfono sobre la almohada, se levantó con calma, acomodando la sábana negra sobre la cama, rascó con lentitud su nariz, levantándose para caminar hacia el armario, su habitación era grande pero carente de muebles, Sukuna no era una persona cálida o que se sintiera en casa, por ello su departamento contaba sólo con lo necesario para vivir, aunque todo era muy caro, era independiente a lo que Sukuna sentía, desde niño jamás se ha sentido en casa, su madre lo rechazo, asi que no había casa para él, aunque podría cambiar algunos muebles, sin duda a su panquecito le gustaría los muebles más vivos, radiantes como su sonrisa, varias de sus fotos mostraban una cama con varios peluches y de colores vivaces. Su mente divagaba sobre las remodelaciones que necesitaría cuando su panecito viviera con él, cuando fuera todo suyo; aun así no pudo terminar sus notas mentales cuando la voz de Uruame interrumpió.

— Señor... — Su tono era inquieto, turbado, cosa rara, nada solía preocuparle al joven.

— ¿Qué necesitas? — Gruño molesto.

— Respondieron sobre el Meet.— Recortó aún más nervioso

— ¡Oh! Que numero tengo. — Una gran y elocuente sonrisa dibujó en los labios de Sukuna.

— Ninguno. — Uruame cerró los ojos al declarar el rechazo, aguardando que el infierno se desatará, sabía que el mayor destruiría todo, lo había hecho por cosas menores, pero a diferencia sólo fue el silencio, afonía, del recinto, helando más los huesos del menor, sabía que no sería racionar la siguiente orden.

— Enciende el vehículo, destripare una rata albina. — La frecuencia feroz y sentenciosa, ordenó, Uruame no cuestionó, corriendo huyó del sitio a realizar la ordenanza. 

Reflectores y sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora