Gusu Lan.

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—¿Iremos a Luo? Ese lugar no está, ya sabes… ¿Prohibido?



Xichen sonrió.


Esa mañana, en lo que se suponía debía ser su tradicional y silencioso almuerzo con su tío en uno de los salones interiores del palacio, el heredero al trono se había encontrado con un espectáculo algo peculiar.

Y es que su tío y actual monarca de Gusu, le dio la bienvenida con una alegría… inusual en él, y le explicó a Xichen que no debía preocuparse de nada, que su visita al reino de Luo estaba finalmente confirmada.

En un inicio, el primer jade temió por la salud mental de su tío. Después de todo, hasta donde Xichen sabía, el reino de Luo había permanecido aislado durante más de una década, por lo que una “visita confirmada” no era algo siquiera posible.

Pero aquella sutil sonrisa y brillo de orgullo en los ojos de su tío al hablarle de aquella increíble hazaña le indicaron a Lan Xichen que el rey hablaba muy serio sobre ese asunto, y peor aún, que le emocionaba la idea.


Para alguien de la edad del viejo Lan, que ha vivido guerras y ha visto a celestiales, ya pocas cosas en la vida deberían lograr emocionarlo. Pero al parecer, la novedosa “visita” a Luo, lograba hacerlo.

Ahora que el primer jade estaba al tanto de la verdadera situación, no sabía cual de los dos escenarios hubiera preferido. Si la vejez de su tío, la cual le hacía decir cosas imposibles y sin sentido como si fueran hechos, o por el contrario, que lo imposible se volviera peligrosamente real.

Ese mismo día, al atardecer, fue turno de de Xichen transmitir “las buenas nuevas.”

Ahora, estando frente a sus hermanos, la amable y tranquila alma del príncipe no hizo más que llenarse e comprensión ante las expresiones de horror y angustia de los menores, seguramente pensando que él también había enloquecido.




—No está prohibido, está cerrado.—explicó. La siempre sutil sonrisa del príncipe permaneciendo en su rostro aun cuando vio como el semblante de sus hermanos no mejoraba ni un poco con su respuesta, sino por el contrario, se oscurecían aún más.


En definitiva, el primer jade había tomado una buena decisión al pedir ser él quien diera la noticia de su reunión con el reino de Luo a sus hermanos. Si ellos hubieran visto el mismo panorama que él vio en la mañana –Un tío Qiren sonriente por las “maravillosas noticias”– Los que habrían sufrido una desviación de Qi hubieran sido ellos.




—Xichen, no me importa si está prohibido, restringido, cerrado o en remodelación. —Protestó Shen Yuan, comenzando a sonar molesto.— Ningún externo ha pisado Luo en quince años y no considero prudente que seamos los primeros en hacerlo. Ni siquiera se de donde salió la idea en primer lugar.




Mientras hablaba, el rostro de Shen Yuan adquiría una pizca de evidente incredulidad, mezclada con irritación humeante, una combinación curiosa si le preguntaban a Xichen, pues lograba que la natural curva en las cejas de su hermano, la cual lo hacía lucir distante la mayoría de las veces, saltara en una clara muestra de desagrado, quizá hastío. Sus facciones, que normalmente se curveaban hacía arriba cuando se burlaba de algo –o de alguien– ahora estaban afiladas hacía abajo, en un gesto que a Xichen le resultaba difícil de identificar.


Desde pequeño, Shen Yuan había dejado en claro que las cosas con él debían tratarse sin política de por medio. Para el segundo de los príncipes, la familia era antes que la diplomacia. Por esa razón, si Shen Yuan notaba que Xichen anteponía su papel de heredero sobre su propio criterio, haciendo y diciendo cosas con las que el propio Xichen no estaba de acuerdo, Shen Yuan se encargaría de ser una molestia tan grande como para que su hermano se cansara de fingir y hablara con la verdad.

En otras palabras, se volvía un mocoso cansón que pondría a prueba la paciencia muy bien entrenada de Xichen.

Ahora que lo pensaba bien, quizá no fue tan buena idea dar la noticia personalmente a sus hermanos. Quizá debió mandar una nota amarrada en alguno de los conejos de Wangji y esperar lo peor.


Al verse acorralado, Xichen bebió de su té mientras se removía incómodo en su sitio. La bebida que en algún punto debió oler floral y dejar un discreto sabor dulce en el paladar, ahora estaba frío y no tenía sabor alguno. Pero beber de esa taza insípida era mucho mejor que ver como su hermano se ponía contra él y  lo atacaba con verdades sumamente humillantes.


Xichen entendía a Shen. En realidad, entendía a todos sus hermanos sin necesidad de que estos dijeran una sola palabra. Pero aunque Xichen quisiera expresar sus verdaderos sentimientos sobre la situación, no podía.

Lotos rojos de Luo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora