Finalmente, después de tanto buscarte, te encontré. Después de tanto pensarte, te apareciste. Apareciste y sos peor de lo que pensé... como si a todo lo que siempre le tuve miedo y pudor se materializara. Como si todo lo aprendido y educado a lo largo de mi vida haya sido en vano. No importa el hoy y cuanto intente, mismo lo que hice ayer no tiene ningún valor. La desgracia que acarreas no tiene fin.
Si pudiera materializar nuestra relación, sería un castillo de naipes. Uno amplio, constituido por sus dos torres y una cúpula bien marcada. Estas ya no estarían de pie, y realmente, yo ya no quiero que lo estén. Yo tan solo quiero apreciar su base, la cual me enseño que para lograr ese bello final se necesitó de un trabajo previo, de amor y dedicación.
Su base está dañada por partes, en realidad nunca fue construida como se debió, y debido a eso, la caída de la cúpula y sus torres era inevitable. El problema está que cuando intento reforzarla, intento recomponerla, esta se desploma. Cada movimiento de acoplaje logra que más cartas caigan. Es como si cada integrante de la baraja haya perdido su entidad por sí sola y pasaran a tomar las características de un dominó. Caen empujándose sin aparente fin.
¿Qué debo hacer? Porque no quiero perder lo que me queda de ese castillo, no quiero perder el monumento a lo que alguna vez fue. Y encuentro a su imperfección injusta porque no respeta el plano. Es una versión malversada, apreciar estas ruinas es como ver una nube y pensar que es el cielo. Es como ver una vaca y definirla campo, integra una realidad que es incompleta para el espectador. Pero al menos al no interferir, evito su caída inmediata al seguir entre poniéndome con su nueva identidad, al parecer indomable.
En mi tiempo libre me dedico a construir castillos de naipes. Estos pueden ser altos, bajos, sencillos o complejos. Puedo ser aplicado al construirlos o hacerlos de una forma holgazana. Y aunque su estructura sea similar, las cartas siempre van a ser distintas.
Comprendo que el tiempo que utilizo para mantenerte de pie puede ser disfrutado en construir otro castillo. Todo lo que no logré cometer para mantenerte de pie puede ser aprovechado en intentar mejorar el próximo castillo. Podría tener 2 cúpulas y 3 torres o una cúpula y ninguna torre. Los castillos no tienen cúpulas, sería un palacio. Mismo una gran torre podría armar aunque me lleve 100 intentos ¡Las posibilidades son ilimitadas!
De todas formas debo admitir, que ignorar a este castillo y dejarlo caer a lo largo del tiempo me deja un sabor de boca amargo, una inconclusión semipermanente forzada a concluir. Nunca logré apelar a su naturaleza y por eso al mantener al castillo solo logro que caiga más y más.
Maldita "respuesta", no pensé que serias así. La agonía de tu búsqueda no se comparó en nada a la pena causada al desenlazarte. Pero en encontrarte resolví algo más importante. Y perdiste todo el valor que te di. Por suerte, perdiste todo tu poder sobre mí.