Bi Tom
Desde pequeño tenía una costumbre la cual amaba con todo mi ser, y esa era molestar a mi hermano menor, amaba ver lo bipolar que podía ser en momentos incluso llegando a sorprenderme por las palabras que pocas veces se le escuchaban decir. Bill Kaulitz siempre fue catalogado por alguien tranquilo y sin problemas, pero solo yo sabía lo que hacía ese pequeño, después de todo, solo yo había visto que mi hermano es un monstruo
Me encontraba sentado frente a la televisión, cambiando de canales sin saber que ver porque enserió que el aburrimiento me estaba matando, recordé algo que me hizo sonreír macabramente, Billy estaba hoy en casa, el silencio era tan pacífico que era casi abrumador, en días como esto el amaba quedarse en casa conmigo, cuando mis padres no estaban. Antes de adelantarme y levantarme para ir directo a su habitación, escuché pasos lentos pero sonoros bajar las escaleras
Al parecer se me adelanto y me ahorraría ir a buscarle, le vi hacer acto de presencia, me coloco serio fingiendo no haberle visto, hasta que acabo colocándose frente a mi, repase su figura de pies a cabeza sin poder evitarlo, enserió que quería verme loco el desquiciado, vestía una de mis camisetas, una de las tantas anchas que le he prestado para que ande por la casa a su libertad, también llevando unos de sus pantalones viejos de chándal, aquellos cortos que dejaban ver sus largas y blancas piernas, era listo el chiquillo. Le miré con desinterés, sonrió con dulzura acomodándose a mi lado, acariciando con entretenimiento el cabello de mi nuca, cerré los ojos disfrutando de la relajación que me brindaba ¿Que querría ahora?
–¿Te gusta?– Asentí con lentitud, enserió tenia unas manos muy suaves y expertas en este sentido de la acción– Me alegra–
–¿Que quieres ahora? No creo que vengas a hacerme sentir bien sin tener nada a cambio ¿cierto?– Abrí los ojos notando una sonrisa en sus labios cereza, lo cual me hizo no volver a bajar la guardia–
–Quiero probar una cosa contigo– Dijo simple–
–¿Por qué yo?– Acaricia más abajo mandando una ligera corriente eléctrica a mi columna, colando aquella manito escurridiza por la tela para acariciar directamente mi ancha espalda, afile la mirada advirtiéndole, pero pareció no importarle, me acomode más cuando de repente hizo amago de querer sentarse en mi regazo, lo cual hizo, apegando su abultado trasero en mi zona– ¿Que pretendes, Bill Kaulitz?–
–¿No es obvio?– Lentamente se acercó a mis labios, gire un poco el rostro, se detuvo algo serio mostrando decepción al notar el rechazo, sus manos acariciaron mi pecho, pasando más arriba hasta llegar a mis mejillas, dejando besos en ellas hasta llegar a mis labios, esta vez no hice nada, solo me deje hacer, su humeda lengua dejo rastros de su caliente saliva en las comisuras de mis labios– Quiero tener sexo contigo–
–¿Por qué yo?– Bill me había pedido tantas cosas que ya no me sorprendían, no es que esto no me haya dejado en dudas, pero quería saber primero por qué sería–
–Una amiga, no debo especificar quien es, me dijo todo lo que le hiciste en una noche, siempre me intentaste aconsejar en el sexo y nunca supe como dominar, pues en ese caso, quiero probar que tan bien se siente ser dominado, no tengo a nadie más que pedírselo, además salimos ganando ambos, tu con una buena follada y yo con más experiencia– Pensé sus palabras y sonreí con el pensamiento, la puta de Heidi no podía mantener la boca cerrada, tubo que contar a mi buen hermanito, si, buen, porque hasta ahora esta es la mariconada más grande que ha intentado hasta ahora, diciendo por ahí que la folle como le gusta, no es mi culpa que se quedase con las ganas realmente–
–¿Que ganó aparte? Sabes que si algo me gusta es follar y cuando un juguete me gusta, me quedo usándolo mucho tiempo– Digo acercándome más, correspondiendo ahora los cortos besos que ambos dábamos–