Mevak

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Son, tal vez, los pasos suaves que resuenan en el pasillo el motivo de su tranquilidad.

Son, tal vez, los latidos de un corazón ajeno la canción de cuna que lo arrulla por las noches.

Es, tal vez, la respiración constante lo que lo adormece para no moverse de su posición.

La guerra le había quitado todo: sus padres, su padrino, sus amigos, personas que consideraba su familia. Los había perdido a todos a lo largo del recorrido. Y cuando todo había terminado, los espacios vacíos eran más conscientes. Cada lugar, rincón, risa, comida, ráfaga de viento… todo se sentía distante, diferente, insulso.

Había regresado a Hogwards con el fin de reanimar su corazón herido, pero todo resultó peor. La capacidad regenerativa de su espíritu había desaparecido, tal vez se había ido junto al Horrocrux o simplemente nunca había existido.

Durante lo largo de su vida nunca tuvo muchas certezas, los Dursley le habían ocultado qué era, habían eliminado todo de él cuando aún no sabía quién era. Luego, cuando llegó a Hogwarts, los adultos le habían ocultado información, porque era un niño, por su bien y por infinidad de razones. Entonces, sí, Harry Potter había vivido en una niebla constante, con pasos seguros, rápidos pero irremediablemente ciegos.

Nunca se había detenido a pensar en qué era lo que quería para su vida, nunca se había detenido a tener la esperanza de sobrevivir, desde que cumplió once años todo su camino fue un túnel de luces extintas, claridades tísicas y la única aseveración que tenía era que si Voldemort vivía él no, y si él vivía, entonces Voldemort no. Y para ser honestos, él no quería matar a nadie, tenía 17 años y la carga de salvar el mundo mágico (salvarse a sí mismo) lo entumeció. Así que, cuando todo terminó, Harry se sintió como un enfermo de cáncer terminal, desahuciado, flotando en un limbo sin final, con nada más que dolor alrededor y ninguna lágrima fue suficiente.

Entonces, ahí sentado en la torre de astronomía, hipando a falta de lágrimas, llegó Draco Malfoy.

Su cabello rubio, ahora un poco más largo, brillaba bajo la luz de la luna. Sus pasos elegantes resonaron en la quieta estancia, con un movimiento fluido se sentó a su lado, no dijo nada, no hizo nada más que sentarse a su lado y estar ahí. Cuando el frío incrementó, él lanzó un hechizo que los mantendría cálidos. Después de lo que parecieron meses, el alba se asomó por la ventana de la torre, ahí, en medio del silencio, suspiró. Cuando se levantó, Malfoy también lo hizo y luego ambos se fueron.

Harry descubrió ese día, cuando entró al gran comedor, que la pesadez de su corazón se había aligerado, que seguía ahí, pero no en la misma cantidad.

La rutina se repitió durante varios meses, él iba a la torre, Draco llegaba tiempo después, sin decir nada, sin hacer nada, simplemente estando ahí. Algunos días traía comida, otros traía un libro, y en los días grises, no traía nada, simplemente se sentaba a su lado, ambos mirando al vacío, conmemorando a los que ya no estaban y buscando un futuro, alguna vaga señal de esperanza.

Entonces un día, las lágrimas y dolor cesaron, un día, Draco lo abrazó y por primera vez en mucho tiempo, a pesar del frío invernal, la calidez llegó a su corazón.

Harry Potter ahora mismo es el Auror en jefe; Draco Malfoy, un pocionero. Ambos reconocidos, ambos frente al ojo público. Muchos saben que ellos están juntos, pero nadie sabe realmente el origen de la relación, nadie sabe cómo exactamente dos espíritus raídos por la guerra terminaron juntos siento el pilar del otro. No es que necesiten saberlo.

Harry Potter ahora sí tiene una certeza: cuando todo parezca desbaratarse frente a sus ojos, ahí estará Draco, y no harán falta palabras de aliento que destruyan, ni miradas de lástima que lo persigan, solo estará Draco, su compañía, su calidez y su amor. Y eso sí es suficiente.

Mevak |Drarry|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora