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¿Cuánto tiempo había pasado ya? No estoy seguro del tiempo

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¿Cuánto tiempo había pasado ya? No estoy seguro del tiempo. Desde que empecé a salir con Aitor, todo se volvió tan rápido: ahora, la mayoría de las veces teníamos puros momentos de complicidad y ternura, dejándonos llevar por lo que la situación o el momento nos pusiera encima. Sé que él me ama; lo ha demostrado de mil maneras, como tratar de ser más expresivo, de decirme lo que siente, de compartir sus inseguridades y miedos. Él, que siempre parece ocultar todo lo que lo aqueja, aprendió a decirme las cosas, y sé que lo hace porque me quiere, porque quiere que funcione, porque me ama con cada fibra de su corazón.

Pero entonces... Tengo algo en mi mente, algo que sé que va a arruinar absolutamente todo lo que él y yo tenemos. Porque, como ya había dicho, él es dulce, dulce como un caramelo. ¿Y yo? Yo me puedo describir más como algo agrio, algo que él no merece. En la oscuridad de mi habitación, con él durmiendo tranquilamente a mi lado, viendo su rostro de ángel y sintiendo su suave respiración, otro chico viene a mi mente.

Mis pensamientos se detuvieron en él, en aquel chico que ocupaba mis pensamientos más de lo que me gustaría admitir. Fue casi repentino cómo sucedió, pero de la nada, ese chico empezó a tomar más presencia en mi vida. Sonreía de esa forma tan tranquila y serena, haciendo bromas sutiles y pequeñas que, si bien eran malas, me sacaban risas por su forma de contarlas. Él era, de igual manera, alguien enigmático. Sabía darme consejos, sabía escucharme, y me daba una sensación de aire fresco. Cuando hablaba con él, me sentía como si volara. No había un día en el que no deseara tomar su mano y bailar junto a él este hermoso vals del amor.

Un suspiro escapó de mis labios mientras recordaba que ya tenía un novio, que mi pareja estaba justo aquí conmigo, durmiendo a mi lado mientras yo pensaba en lo hermoso del otro chico, en lo hermoso de sus ojos, de sus sonrisas, de sus labios y de todo lo que hacía que ese chico fuera él mismo. ¿Por qué me sentía tan atrapado en esta situación? ¿Por qué no podía ser honesto conmigo mismo y con Aitor? La respuesta era clara: porque era cobarde. Temía enfrentar la verdad, temía lastimar a Aitor, temía perderlo.

Y con esos pensamientos en la mente, suspiré y acaricié suavemente el cabello verde azulado del menor, mientras luchaba con mis propios demonios internos. ¿Cómo podía hacerle esto a alguien que me amaba tanto? ¿Cómo podía seguir adelante con esta farsa, sabiendo que mi corazón no estaba completamente aquí?

𝐂𝐎𝐁𝐀𝐑𝐃𝐄Donde viven las historias. Descúbrelo ahora