único

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Sin respirar y cerrando uno de sus ojos, Valentín cerró la puerta principal de su hogar, haciendo un esfuerzo enorme para que el golpe no sea tan fuerte y así no despertar a sus padres.

Una vez logró su cometido, salió corriendo con todas sus fuerzas hasta la cuadra siguiente, allí lo esperaba el auto del padre de Agustín. 
Tocó con uno de sus dedos el vidrio de la puerta del copiloto, asustando al castaño del otro lado, quien estaba sumergido en sus pensamientos esperando su llegada. 

Con una sonrisa subió al vehículo, siendo atrapado por los fuertes brazos de su novio. Su sonrisa se ensanchó ante el toque y se dejó hacer bajo este. 

— Buen día, bonito. – le susurró el mayor, plantando un suave y sonoro beso en su cien. — ¿Listo para tener las mejores veinticuatro horas de tu vida? – continuó hablando Agustín mucho más animado, obteniendo una respuesta de igual manera. 

Giay arrancó el auto y, dándole una última mirada al colorado a su lado, quien ya se acomodó en su asiento dispuesto a dormir hasta llegar a destino, avanzó.











La radio musicalizaba el ambiente, opacando los pequeños ronquidos de Valentín. En cada semáforo, Agustín se tomaba el tiempo de admirar su bello rostro, la calma que transmitía y la ternura al tener una pequeña sonrisa decorando su rostro. 

Las seis y media de la mañana marcaban en el reloj del auto, pero el sol ya iluminaba bastante, pareciendo mucho más tarde. El día pintaba lindo y demasiado caluroso, ya que se encontraban en pleno febrero. Giay se sintió aliviado al saber que, el día que eligió para tener esa tan esperada escapada con su novio, sería soleado, sin una pizca de posibilidades de lluvia, perfecto para estar hasta el anochecer dentro de la fresca agua del lago.













Una hora más tarde llegaron a destino. La casa de la madrina de Agustín era bellísima, no tan grande, pero sí que acogedora, perfecta para ellos.

Ni bien ingresaron, al ya conocer cada rincón, el de rulos caminó hasta la cocina para poner a calentar el agua para el mate. Aunque el calor ya se estaba haciendo sentir, Agustín se levantó antojado de unos buenos mates dulces – no tanto – de los que prepara Barco. Y el recién nombrado, siendo que era la primera vez que pisaba ese lugar, se dedicó a inspeccionar. 

Luego de chusmear cada rincón, volvió encantado, sentía que cada color en las paredes, cada cuadro colgado en ellas y cada mueble estaba en el lugar correcto. Fue hasta donde Agustín, dispuesto a hacerle saber lo que pensaba sobre el lugar, pero todo pensamiento se esfumó de su mente al ver la fornida espalda del santafesino descubierta. Sus brazos tensandose por los movimientos que hacía al preparar el mate y su cara de concentración…Valentín se mordió su labio inconscientemente. Al volver a la realidad, sacudió su cabeza y se acercó a su chico. 

El perfume de Agustín se sintió al instante en que sus brazos rodearon el cuerpo del mayor y, ni hablar, cuando su nariz se acercó a su cuello, mientras le repartía piquitos en esa zona. 

— ¿Mate? Hace un re calor, amor. 

— Si, pero no quiero tomar otra cosa. ¿Vos no querés? Sino te preparo un jugo o algo. 

Mientras hablaba, Giay se dio la media vuelta, llevando sus brazos a la cintura del colorado y atrayéndolo a él. Barco moría de ternura al escuchar la preocupación de su novio al no percatarse antes de que, tal vez, él no quería tomar mates. Le fue imposible no atrapar los pomposos labios de Agustín con los suyos. 

— Mate está bien. 

Agustín le dio un beso más y continuó preparando el desayuno.

Una vez las facturas estaban en un plato y el agua a punto justo, la pareja fue a sentarse en el patio trasero, donde, bajo techo, había una mesa de madera y unos bancos del mismo material. Ni bien el paladar de Valentín sintió la exploción del sabor dulce de la masa, no pudo evitar soltar un sonido de placer, cerrando sus ojos y sonriendo. Agustín rió ante la escena, antojado por la comida aún más de lo que ya estaba. 

Lejos de Todo [Giay x Barco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora