Capítulo 3: Un viaje a la memoria

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Fragmentos de recuerdos vagos y difusos flotaban en su mente, pero para Mei nada parecía tener sentido. ¿Era acaso una mortal común y corriente? O tal vez, había algo más, algo que aún no recordaba.

Después de varios días refugiada y aprendiendo las costumbres humanas, decidió explorar mejor la cabaña en busca de pistas que pudieran arrojar algo de luz sobre su situación. Registró cada rincón con meticulosidad, examinando los objetos con detenimiento. Entre los libros polvorientos y los utensilios de cocina.

Justo cuando empezaba a perder esperanzas, escuchó el chirrido de la puerta al abrirse. Volteó rápidamente y vio a la anciana, entrar cargada con un manojo de hierbas frescas.

Annie la miró con una sonrisa amable. —¿Cómo te sientes hoy, querida?

Mei asintió lentamente, dando a entender que todo estaba en orden, pero sintiéndose abrumada por las preguntas que bullían en su mente. Pero antes de que pudiera decir algo, Annie le tendió una hierba verde y fresca.

—Esto te ayudará a recuperar tus fuerzas—, dijo la anciana. —Y tal vez, también te ayude a recordar quién eres.

Mei aceptó la hierba con gratitud, sintiendo una chispa de esperanza encenderse en su interior. Con la ayuda de la anciana y su persistencia, estaba determinada a desentrañar el misterio de su identidad y descubrir su verdadero destino.

Los días pasaron, y Mei continuaba luchando contra el vacío en su mente. A pesar de los esfuerzos de la anciana y sus propias tentativas de recordar, sus recuerdos seguían siendo esquivos, como piezas dispersas de un rompecabezas olvidado.

Decidió emprender un viaje por los alrededores, en la esperanza de que el paisaje familiar pudiera despertar algún recuerdo perdido en lo más profundo de su ser. Con la bendición de Anne y provista de algunas provisiones, Mei partió hacia el bosque que rodeaba la cabaña.

El bosque era exuberante y misterioso, con senderos serpenteantes que se adentraban en la espesura. Mientras caminaba entre los árboles centenarios, una sensación de nostalgia la envolvía. Había algo en el murmullo del viento entre las hojas y el canto de los pájaros que resonaba en lo más íntimo de su ser.

De repente, un destello de luz filtrándose entre las ramas captó su atención. Siguió el resplandor hasta llegar a un claro en el bosque, donde una pequeña cascada caía en una poza cristalina. El lugar parecía familiar, como si hubiera estado allí antes.

Se acercó con cautela y se arrodilló junto al borde del agua. Al observar su reflejo en la superficie tranquila, algo dentro de ella se estremeció. Había una conexión inexplicable con aquel lugar, una conexión que iba más allá de las palabras.

Cerró los ojos e intentó concentrarse, invocando a los recuerdos que yacían ocultos en lo más profundo de su mente. Imágenes fragmentadas y borrosas comenzaron a tomar forma, como sombras danzantes en la penumbra.

Vio destellos de luz resplandeciente, figuras enigmáticas y paisajes celestiales. Pero antes de que pudiera aferrarse a alguna imagen concreta, los recuerdos se desvanecieron como el humo entre sus dedos.

Abrió los ojos con frustración, sintiendo un nudo en la garganta. ¿Por qué era tan difícil recordar? ¿Qué secreto guardaba su pasado que se le escapaba continuamente?

Permaneció junto a la cascada, dejando que el sonido del agua la envolviera en una suave melodía. A pesar de la incertidumbre que la rodeaba, una determinación silenciosa se encendió en su interior. No importaba cuánto tiempo le llevara, Mei estaba decidida a desentrañar el misterio de su identidad y reclamar el legado que le pertenecía.

Mientras Mei estaba concentrada en recordar quien era, un ruido la interrumpió, algo que se acercaba con pasos cautelosos. Al darse la vuelta, encontró frente a sus ojos a un joven, que la miraba con una mezcla de curiosidad y sorpresa.

—¿Quién eres tú?—, preguntó el joven, con un brillo de intriga en su mirada.

—Soy Mei—, respondió ella, con una sonrisa tímida. —¿Y tú?

—Soy Helios. Helios Di Marco—, respondió él, devolviéndole la sonrisa. —Estudio las estrellas y los astros. Es un placer conocerte, Mei—. El encuentro entre ellos fue como el choque de dos estrellas en el vasto universo. Había una energía inexplicable que vibraba entre ellos, como si estuvieran conectados de alguna manera más allá de lo tangible. —Las estrellas tienen una manera de hablar con nosotros, si sabemos escuchar —dijo Helios, mientras ajustaba su telescopio y se preparaba para la caída de la noche.

—¿Y qué dicen? —preguntó Mei, con voz suave y llena de curiosidad.

—Hablan de nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro —respondió Helios—. Nos recuerdan que somos parte de algo mucho más grande.

Mei sintió una conexión inmediata con Helios. Su sabiduría y serenidad la confortaban, y sus palabras parecían resonar en lo más profundo de su ser. Durante los días siguientes, Mei pasó mucho tiempo en el observatorio, aprendiendo sobre las estrellas, los planetas y las historias antiguas que Helios le contaba.

Esa noche, mientras contemplaban una lluvia de meteoros, Helios notó una tristeza en los ojos de Mei. —Pareces llevar una carga pesada, Mei. Las estrellas me dicen que tu alma ha viajado lejos y ha conocido muchas cosas.

Mei suspiró, sintiendo la verdad en las palabras de Helios. Aunque no recordaba su pasado divino, la sensación de pérdida y el deseo de encontrar respuestas la acompañaban constantemente.

—Hay algo en mí que no comprendo —confesó Mei—. Es como si estuviera buscando algo que no sé qué es.

Helios asintió, sus ojos brillando con comprensión. —El universo es vasto y lleno de misterios. Tal vez, a través de las estrellas, puedas encontrar las respuestas que buscas.

Con una sonrisa asintió, sintiendo una chispa de esperanza encenderse en su corazón. Tal vez, con la ayuda de Helios y su profundo conocimiento del cosmos, podría encontrar las respuestas que tanto ansiaba. Juntos, se embarcarían en un viaje de descubrimiento que los llevaría más allá de los límites del universo conocido.

Mei y Helios pasaron horas compartiendo sus conocimientos y experiencias bajo el resplandor de las estrellas. Helios, con su pasión por la astronomía, le mostró a Mei cómo leer las constelaciones y entender los secretos del universo que se desplegaban sobre sus cabezas.

Entre risas y conversaciones profundas, Mei sintió que su conexión con Helios se fortalecía con cada momento compartido. Había encontrado en él un amigo y confidente, alguien con quien podía compartir sus esperanzas, sueños y temores más profundos.

Una noche, mientras observaban juntos el cielo estrellado, Mei sintió una extraña sensación de familiaridad. Una constelación en particular captó su atención: un grupo de estrellas que formaban una figura delicada y familiar.

—¿Qué estás viendo?—, preguntó Helios, notando el cambio en la expresión de Mei.

Mei señaló hacia la constelación. "Esa formación de estrellas... me resulta extrañamente familiar. Como si la hubiera visto antes, en algún lugar muy lejano."

Helios siguió su mirada y asintió con comprensión. "Las estrellas tienen una forma de conectarnos con nuestro pasado y nuestro futuro. Tal vez esa constelación tenga algún significado especial para ti."

Mei reflexionó sobre las palabras de Helios, dejando que la magia del universo la envolviera en su abrazo celestial. En ese momento, una certeza silenciosa se afianzó en su interior: su destino estaba entrelazado con las estrellas, y solo mirando hacia el firmamento podría encontrar las respuestas que tanto anhelaba.

Decidida a desentrañar el misterio de su identidad perdida, Mei se comprometió a emprender un viaje más allá de los confines de su mundo conocido. Con Helios a su lado como guía y compañero de aventuras, se prepararon para explorar los rincones más remotos del cosmos en busca de la verdad que les aguardaba en las estrellas.

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⏰ Última actualización: Jul 18 ⏰

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