En el cielo nocturno, donde la oscuridad se transforma en un lienzo de estrellas, brillaban con fulgor especial dos astros: Vega y Altair. Su resplandor no solo emanaba de su propia luz, sino también de una historia de amor legendaria que los unía a través del tiempo y el espacio.
En la tradición japonesa, Vega era conocida como Orihime, la Princesa Tejedora, hija del Rey Celestial. Sus manos tejían hermosas telas con hilos de estrellas, creando obras de arte que adornaban el firmamento. Altair, por su parte, era Hikoboshi, un pastor de bueyes diligente y trabajador. Sus días transcurrían entre el cuidado de su rebaño y la contemplación del cielo, donde la brillantez de Orihime lo cautivaba.
Un día, guiados por un destino caprichoso, Orihime y Hikoboshi se encontraron a orillas del río Amanogawa, la Vía Láctea. Sus miradas se cruzaron y una chispa de amor se encendió en sus corazones. A partir de ese momento, sus días se convirtieron en un idilio celestial, donde tejían sueños juntos y compartían la belleza del universo.
Sin embargo, su felicidad no pasó desapercibida para el Rey Celestial. Enfurecido por la unión de su hija con un plebeyo, los separó cruelmente, colocando el río Amanogawa como una barrera infranqueable entre ellos. La tristeza inundó sus corazones y sus lágrimas, incontenibles, formaron un río que amenazaba con inundar el cielo.
Conmovidas por el dolor de los amantes, las urracas, mensajeras del cielo, idearon un plan. Uniendo sus alas, formaron un puente celestial sobre el río Amanogawa, permitiendo que Orihime y Hikoboshi se reencontraran una vez al año, en el séptimo día del séptimo mes lunar.
En esa noche mágica, el puente de urracas se extiende y los amantes se abrazan con fervor, reviviendo su amor por un breve período. Sus corazones se llenan de la alegría del reencuentro, compartiendo sus sueños y anhelos bajo la luz de las estrellas.
Pero la noche se acorta y el alba se aproxima. Con el corazón encogido, los amantes se despiden, sabiendo que el destino los separa una vez más. Las urracas desmontan el puente, dejando solo el recuerdo del amor que los une.
Una historia de amor japonesa