Era un día como otro cualquiera, me levanté de la cama, desganada, sin fuerzas, cogí mi samsung y conecté los cascos, me puse a vestirme con la triste melodía de 'I walk alone' de Green Day.
Como siempre, cogí lo primero que encontré en el armario, en este caso fueron unas mallas negras, una camiseta también negra que en letras blancas ponía 'no estamos solos' y mis deportivas favoritas, unas converse negras que habían sido de mi madre.
Bajé rápidamente las escaleras, me despedí de mi hermano Tom y de mi padre, supongo que no me apetecía estar con nadie, como era de costumbre. Y salí de casa, sin saber muy bien por qué, pero hoy me sentía diferente, como con más fuerza.
Después de estar más de media hora caminando, llegué hasta una verja grande y roja, avancé un poco más y llegué hasta las puertas, entré al instituto, algo desganada, pero eso se había convertido en mi costumbre. Subí las escaleras de la entrada y llegué hasta la fuente, bebí agua, al principio estaba fría, pero según pasaban los segundos, se iba calentando de una forma exagerada, cuando ya iba a terminar de beber, llegaron dos chicas, esas típicas chicas que no quieres encontrarte ni aún siendo las únicas personas de la tierra, esas que van de guays y son todas unas putas, que se intentan tirar todo lo que se mueve y luego dicen que no las insultes, cuando es lo que se merecen. El caso es que llegaron, y para variar, me cogieron del pelo y me estamparon contra la pared de un golpe. Empezaron a insultarme e intentaron pegarme, yo no era estúpida, así que cogí mi mochila de uno de los asas, y me fui corriendo. Después de correr apenas cinco minutos, las di esquinazo, y me senté en el suelo. Y lloré, lloré hasta que sonó el timbre de ir a clase. No lloraba porque me doliera, al fin y al cabo, ya me había acostumbrado a eso, más bien lloraba de impotencia, de no poder devolversela, de no poder soltarlas dos puñetazos. Os preguntaréis por qué no podía, era simple, yo era la flacucha la delgaducha que no servía para nada, quizá antes si habría podido pagarlas bien, hace un par de años si, pero ahora... Ahora sólo podía aguantar y huir.
Corrí a clase, me tocaba literatura, me paré en el marco de la puerta, me sequé las lágrimas y pasé, como si nunca hubiera pasado nada. Me senté al final del todo, en una esquina. La profesora entró unos dos minutos después y cerró la puerta. -Abrid el libro por la página 123- dijo claramente para que todos la entendiéramos. Todos obedecimos sin dudarlo, y pasamos las páginas rápidamente, durante la primera hora de la clase, la profesora estuvo explicando la poesía renacentista y nada más terminar, nos mandó ponernos por parejas para realizar un trabajo. Todos corrieron al lado de sus amigos y así, poco a poco se fueron formando los grupos. Al final, sólo quedaba yo, estaba sola sentada en la última fila, nunca nadie quería sentarse conmigo, y mucho menos hacer un trabajo con "la bicho raro". La profesora explicó algunas cosas necesarias para el trabajo y momentos más tarde, se sentó en su silla, todos comenzaron a hablar y reír, mientras yo, sentada en mi silla, observaba a mi alrededor.