Chapter

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Sé que todos conocéis a los Lobos, eses hombres peligrosos, fuera de la ley, enormes, musculados, apestosos, atractivos y con la polla enorme

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Sé que todos conocéis a los Lobos, eses hombres peligrosos, fuera de la ley, enormes, musculados, apestosos, atractivos y con la polla enorme. Sé que os habrán contado lo increíble que es pasar El Celo con ellos y que os follen como nunca en vuestra vida. Pero aquí estoy yo para advertiros de los problemas y peligros que eso puede llegar a daros. Soy Hoseok, esta es mi historia, y os contaré cómo mi vida se fue completamente a la mierda, los muchos errores que cometí y la forma en la que pasé a formar parte de la puñetera Manada. Empezaré con una advertencia: una vez que un estúpido Lobo se enamora de ti, no hay vuelta atrás... Eso es algo que me hubiera gustado que me hubieran dicho cuando Hee me llamó y dijo que había conseguido entradas para el Club Luna Llena, porque yo no me imaginé lo muchísimo que mi vida iba a cambiar desde ese momento. Solo seguí reponiendo los cartones de leche y respondí:
—No voy a ir.
—¡Vamos, Hoseok! Me prometiste que vendrías conmigo.
—No. Yo no te prometí una mierda —le recordé—. Si quieres ir a uno de esos clubs de lobos, vete tú sola.
—Es peligroso ir sola. Necesito que alguien me acompañe.
—Si es peligroso, ¿por qué vas? —le pregunté, alzando la mano en un gesto de incredulidad que Hee no pudo ver.
—Dentro de poco será El Celo…
—Ogh… —puse los ojos en blanco y negué con la cabeza antes de coger otro tetrabrik de leche y dejarlo en la balda junto a los demás—. Eso sí es peligroso.
—No es peligroso —y se quedó callada un par de segundos—. No tiene por qué serlo si vas preparada. Mi amiga Jiwoo, la del trabajo, lo hizo una vez y dice que es una experiencia que hay que vivir. Dice que el sexo ya nunca vuelve a ser igual después de tener a una de esas bestias encima durante cuatro días.
—¿Tu amiga Jiwoo?, ¿la que no sabe diferenciar el fax de la fotocopiadora? ¿Esa amiga?
—Sí, esa —afirmó. Hubo un sonido metálico y Hee no volvió a hablar hasta darle un par de tragos a la cerveza que acababa de abrirse—. Escucha, Hoseok. Me acompañas al club este viernes, te invito a las copas y bailamos un poco tú y yo. ¿Qué te parece?
—Me parece que no se te va a acercar ningún lobo si ven como bailas —respondí, levantándome del suelo cuando terminé de poner todos los tetrabriks de leche en su sitio—. De todas formas, ¿cómo vas a… ligar o lo que sea que vayas a hacer allí, si yo estoy contigo?
—Eso no importa, pueden oler que eres gay.
Dejé la caja vacía con la imagen de una vaca sonriente sobre el mostrador de la tienda y me quedé en silencio mirando los carteles donde se pedía educadamente a los clientes que «por favor, no robaran».
—Pueden olerlo… —repetí antes de soltar un bufido y volver a negar con la cabeza—. ¿Y tu desesperación pueden olerla o no?
—Espero que sí, porque no voy a llevar bragas.
Puse una mueca de asco y me llevé una mano al rostro para frotarme el puente de la nariz.
—Oye, Hee —murmuré—. ¿Estás segura de todo esto? Los lobos… no son una broma.
—Soy una mujer adulta, Hoseok. Sé lo que hago —bebió un par de tragos más y soltó un jadeo—. Te recojo el viernes a las ocho.
—¿A las ocho? —exclamé—. Ni siquiera es de noche a esa hora.
—Vamos a una charla educativa antes del club —anunció—. Será como volver al centro de menores, ¿eh? —se rio un poco y después, simplemente, colgó.
Bajé el móvil y resoplé. Como muchos de los planes de Hee, aquello iba a salir mal. Y salió terriblemente mal, solo que no de la forma que yo me esperaba.
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El viernes a las siete y cuarenta y cinco de la tarde, ya estaba esperando en la esquina de mi calle, con mi vieja cazadora militar del centro de salvamento y mi desgastada gorra de béisbol cubriéndome la cabeza. Parecía un drogadicto en busca de algo que meterse o un camello a la espera de que alguien se acercara; yo había sido ambos, así que no había mucha diferencia.
Hee apareció en su destartalado coche, abrió la puerta del copiloto desde dentro y tiró los restos de envases del McDonals que había sobre el asiento. Entonces me dedicó una gran sonrisa y me invitó a subir.
—No puedo creer que me hayas convencido para hacer esto —le dije.
—Nos lo vamos a pasar bien —respondió ella, abriéndose la cazadora de plumón rosado para mostrar su enorme escote y su pequeño y ajustado vestido negro—. ¿Qué te parece?
—Me parece que deberías tratar de ser más sutil.
Hee puso los ojos en blanco y resopló.
—Habrá muchas zorras allí y muy pocos lobos, hay que venderse rápido, Hoseok.
—¿Eso es lo que hizo tu amiga?
—Jiwoo le chupó la polla a cuatro o cinco lobos durante el mes hasta que uno se la llevó a casa para El Celo —respondió.
—Ah —la miré—. ¿Y si vas a hacer eso para qué me invitas?
—No voy a hacer eso. Supongo… —Hee cabeceó de lado a lado antes de arrancar—. Al parecer hay varias formas de conseguirlo. A ver qué nos dicen en la charla.
Hee puso la música bastante alta y siguió hablando a gritos mientras conducía como una loca y fumaba con una mano fuera de la ventanilla. Mi cinto de seguridad estaba roto y solo podía agarrarme con fuerza al asiento, con la esperanza de que, si teníamos un accidente, saliera disparado y el cráneo me reventara contra el asfalto y me matara al instante. Una muerte rápida e indolora era lo mínimo que me merecía después de una vida de mierda.
Por desgracia, llegamos sanos y salvos al aparcamiento de la vieja iglesia evangélica donde, al parecer, nos explicarían la forma más rápida de que un lobo te follara. Ya había bastantes coches allí y algunas personas fumando en la entrada, a las que Hee se acercó con una sonrisa y la mano en alto.
—¿Venís a la charla de PIHL? —les preguntó.
—No, nosotros venimos a las clases de cocina —respondió uno de los hombres—. La asamblea de los follalobos es en la sala 12-A.
—Maravilloso, gracias —respondió ella, tirando la colilla de su tercer pitillo de la noche al suelo antes de entrar.
Yo pasé de largo, enfrentándome a aquellas miradas de curiosidad con mi expresión indiferente de siempre. Seguí a una Hee muy decidida que hacía resonar sus tacones de dieciséis centímetros sobre el suelo de baldosas hasta detenerse en frente a una puerta azul con un diminuto ventanuco. En un letrero a un lado ponía: «12-A: Prevención e Información sobre los Hombres Lobo».
—Es aquí —me dijo, echándome una rápida mirada con las cejas en alto antes de girar el picaporte y entrar.
El lugar era tan deprimente como la gente que lo llenaba. Una sala multiusos en el sótano de una iglesia que había visto y oído demasiadas cosas y en la que habían puesto docenas de sillas plegables frente a una pared con pizarra. Sobre un pequeño altillo al final de la sala había una mujer y, tras ella, proyectaban malamente un Power Point con las siglas «PIHL» descentradas. Hee saludó a todos con la mano y una sonrisa, respondiendo a las miradas de curiosidad que nos habían caído encima nada más entrar.
—Gracias por venir —nos dijo la mujer de mediana edad que estaba sobre el altillo, mirándonos atentamente con una sonrisa en sus labios rojos—. ¿Nombres?
—Hee  y Hoseok —respondió Hee por ambos.
—Oh, bien, sois los últimos —dijo ella tras revisar un papel que había dejado a un lado del palco—. Tomad asiento, por favor.
—¿Cuánto has pagado por esta mierda? —le susurré a Hee mientras nos dirigíamos a un par de sillas plegables no muy lejanas a la puerta.
—Demasiado, así que cierra la puta boca y atiende.
—Bienvenidos a Prevención e Información sobre los Hombres Lobo, PIHL, o, como me gusta llamarlo, el primer paso antes del mejor sexo de vuestras vidas —empezó la mujer, causando un par de risas bajas con aquel chascarrillo tan malo. Pulsó un botón de su mando portátil y la diapositiva cambió a un par de hombres sin camiseta, muy grandes, muy fuertes y muy atractivos—. Sé que todos sabéis ya lo que son los Hombre Lobo, por supuesto, pero haremos un breve repaso. Los Hombres Lobo o Homo Lupus son una ramificación evolutiva de nuestra especie, algunos lo consideran un retroceso, pero mirad a estos seres… —dio un momento al público para apreciar la imagen de los hombres sin camisa—. Evidentemente los que dicen eso tienen envidia. —Más risas bajas—. Los Hombres Lobo son más grandes, más fuertes, más rápidos y muchísimo… más sexuales. Se agrupan en manadas y tienen un fuerte instinto territorial, con una jerarquía muy estricta donde existe un Alfa al que siguen los machos más fuertes en orden descendente. —Cambió la diapositiva para mostrar una pirámide donde en la cima ponía «Alfa» y después se iba ramificando en diferentes niveles: «Macho Sub-Alfa», «Macho Beta» y «Macho Común». Tras un par de segundos de aquello volvió a la imagen de los hombres sin camisa—. Todos son igual de buenos en la cama, no os preocupéis. Esto es solo para que lo sepáis, aunque existen pequeñas diferencias entre ellos, esto no tiene por qué afectaros en vuestra aventura. Lo que sí os va a afectar será esto —y cambió la diapositiva para mostrar una enorme polla, tal cual, y después un dibujo anatómico en una esquina, lo suficiente pequeño para no tapar la otra imagen—. Los Hombres Lobo poseen un aparato reproductivo especial que, aunque aparentemente similar al del Homo Sapiens, es mucho más… especializado, por decirlo de alguna forma. —Más risas bajas—. Se lubrica constantemente durante la excitación, dejándoles completamente empapados. Pueden llegar a eyacular dos o tres veces por coito, durante El Celo, incluso más, y cuando termina el apareamiento, su miembro aumenta de tamaño para que no sea posible extraerlo y así evitar que el semen se escape. Este proceso, llamado «obstrucción postseminaria» dura de tres a cinco minutos. —La mujer pasó la diapositiva y mostró una imagen animada y a cámara rápida de una polla metida dentro de una especie de tuvo que se hinchaba y deshinchaba, demostrando la obstrucción de una forma práctica—. La sensación es un poco extraña e incómoda —advirtió—, pero no dolorosa. —Pasó la diapositiva y ahí es cuando la cosa se puso un poco técnica, con números, imágenes de probetas y otras cosas que no me esperaba ver en esa charla—. Los Hombres Lobo, además de eyacular varias veces en un solo coito, también poseen una densidad espermatológica dos veces superior al Homo Sapiens; lo que quiere decir que, entre la cantidad de sexo, de semen y de calidad fecundativa, los Hombres Lobo son como máquinas reproductoras infalibles. Por suerte, solo son fértiles durante El Celo, así que no tenéis que preocuparos de nada en caso de que tengáis una relación esporádica fuera de la ventana fértil. —Pasó la diapositiva y mostró un calendario con dos meses: abril y octubre, los cuales tenían la primera semana marcada en rojo—. Hablemos ahora del famoso Celo, la razón por la que muchos de vosotros estaréis aquí, ¿me equivoco? —Dejó un breve silencio para que se oyera un «Sí» a coro y por lo bajo junto algunas risas tontas—. El Celo de los Hombres Lobo se produce en fechas muy concretas, dos veces al año, separados por seis meses. En ese momento, su libido se dispara, convirtiéndolos en bestias sexuales que solo pueden pensar en saciar su hambre de sexo. Su instinto les lleva a buscar a una pareja con la que comparten numerosas relaciones sexuales en un periodo de tres a cuatro días, de setenta y dos a noventa y seis horas ininterrumpidas. Bien, sé que suena estupendo y sumamente placentero; y lo es —dijo, alzando las manos con una sonrisa—, pero he de advertiros de que, una vez comience El Celo, no podréis abandonarlo hasta que concluya. Como he dicho antes, los Hombres Lobo pierden parte de su raciocinio en estas fechas… no os permitirán abandonarlos bajo ninguna circunstancia. Tened esto muy claro antes de embarcaros en la aventura, por favor. Una vez que se empieza, no se para, aunque vosotros no queráis seguir. —Sus palabras dejaron un profundo silencio en la sala. Ahora ya sin risas.
—Qué forma más elegante de decir que, si te aburres de follar, los Lobos simplemente te van a violar hasta que el Celo termine. ¿Lo has oído, Hee? —le pregunté en voz baja.
—Yo nunca me he aburrido de follar —respondió ella.
—¿Noventa y seis horas seguidas? —insistí.
—No pueden estar metiéndotela noventa y seis jodidas horas seguidas —me aseguró ella con una mirada, pero entonces dudó y frunció el ceño—. ¿Verdad? —me preguntó—. Aquí, señora —levantó la mano para llamar la atención de la mujer—. ¿Follan de seguido o hay descansos para respirar, echar un pitillo o algo así?
—Sí, por favor, las preguntas al final de la explicación —le pidió la mujer con una sonrisa—. Pero sí, hay descansos, por supuesto. Depende siempre del macho, pero lo más común es que se produzca un coito cada hora y media, dos horas aproximadamente.
—De cuarenta y ocho a sesenta y cuatro folladas, Hee —le susurré, haciendo rápidamente las cuentas—. Y eso es de media.
—Ahora entiendo que necesiten taponarte el coño para que no se salga la corrida —respondió antes de reírse—. Te tiene que salir hasta por las orejas al terminar.
—Durante este tiempo, el Hombre Lobo os mantendrá muy cerca y no os permitirá moveros de su lado ni para cumplir necesidades básicas. Ellos no comen ni van al aseo durante el Celo, tan solo consumen gran cantidad de líquido para reponer los fluidos que pierden en el proceso. Si vais a participar en esta experiencia, os recomiendo que os preparéis concienzudamente reuniendo provisiones —pasó la diapositiva y mostró imágenes de productos como barritas energéticas o bebidas isotónicas para deportistas—. Algo sencillo que podáis consumir en la cama, agua azucarada y nutrientes básicos que os ayuden a recuperar energías. Con respecto a otras necesidades, como ir al aseo, debéis aprovechar los momentos en los que el macho esté dormido. Esto suele suceder a partir de las veinte horas, más o menos. Sabréis que están profundamente dor-
midos por su respiración más pausada y por sus movimientos involuntarios, como breves espasmos musculares. —Pasó la diapositiva y las imágenes de comida fueron sustituidas por enemas y pastillas—. Para las mujeres, hay un riesgo muy alto de quedaros embarazadas si no tomáis todas las precauciones posibles. Evidentemente, no vais a convencer a un Hombre Lobo para que se ponga condón, así que deberéis programar las pastillas anticonceptivas e, incluso, quizá tomar una «pastilla del día después» tras el Celo. Además de eso, os recomendaría haceros una lavativa profunda previa al Celo; en el caso de los hombres —y buscó al público masculino con la mirada—, os recomendaría una antes y otra sobre las cuarenta, o cuarenta y cinco horas. Los Hombres Lobo tampoco se detendrán en caso de incidentes escatológicos, lo que podría convertir la aventura en una experiencia un tanto desagradable para vosotros.
—Joder, qué asco —susurré.
—No pensaba que fuera para tanto —reconoció Hee, empezando a preocuparse seriamente por «la aventura» y lo extrañamente perturbadora que estaba resultando.
—Bien, dicho esto —concluyó la mujer, pulsando el botón para volver a poner la diapositiva de los lobos sin camisa, los cuales ya no resultaban tan atractivos y tentadores como al principio—. Los Hombres Lobo poseen un cuerpo espectacular, todos ellos. Además de una media de altura de un metro noventa, su metabolismo les permite desarrollar gran musculatura con gran facilidad, por ello tienen un apetito voraz, en muchos sentidos —bromeó, pero después de descubrir que quizá tenías que comprar provisiones y meterte un enema por el culo, la gente ya no estaba tan dispuesta a reírse—. Así que todos ellos son magníficos especímenes de belleza, fuerza y poder —continuó—. Además, liberan feromonas con el sudor que producen un efecto afrodisíaco en los humanos, en mayor cantidad antes y durante el Celo, lo que quiere decir que estaréis muy, muy excitados a su alrededor. —Pasó la diapositiva y aparecieron dos cuerpos masculinos dibujados y con zonas de colores que marcaban partes de su cuerpo en verde, amarillo y rojo—. A los Hombres Lobo les encanta el contacto físico, es una parte muy importante de su comunicación no verbal y les relaja mucho. Sin embargo, hay un límite de lo que podéis tocar y el momento en el que podáis hacerlo. De lo contrario, podrías provocar una respuesta muy agresiva en ellos. Personalmente, os recomiendo los brazos —verdes—, caricias lentas y suaves. Los machos suelen emitir un leve gruñido, como un profundo ronroneo de su garganta cuando sienten placer y se encuentran relajados, esa siempre es muy buena señal de que lo estáis haciendo bien. Si el gruñido es más intenso y fuerte, parad inmediatamente. Seguid adelante solo si hay una buena respuesta de su parte, entonces podríais continuar con cuidado en el costado, los hombros, la espalda o la cabeza —amarillos—, pero nunca les toquéis el cuello, la nuca ni las ingles —rojo—.
Son zonas muy sensibles y podrían ponerse muy nerviosos e incluso agresivos, que es, en definitiva, lo que queremos evitar. No os precipitéis, jamás, dejad siempre que ellos den el primer paso, es una cuestión de poder. Son ellos los que deben llevar las riendas y no vosotros. Los machos necesitan asegurarse de que no sois una amenaza y que os someteréis a ellos, eso les excita y les hace sentirse poderosos. Habladles siempre de frente, nunca, jamás, os acerquéis por su espalda y les toquéis sin permiso; porque os harán daño. Podéis mirarles a los ojos, pero no muy fijamente ni de una manera agresiva y cortante. Y con esto concluimos la explicación —pasó una última diapositiva en la que ponía «Gracias por su atención. Pregunten lo que quieran».
Un público menos motivado que al comienzo le ofreció un breve aplauso a la mujer, que lo aceptó con una sonrisa y una inclinación de cabeza.
—¿Alguna pregunta?
—Sí, yo —un hombre de mediana edad alzó la mano y preguntó—: ¿Los Lobos solo follan durante el Celo?
—No, por supuesto que no. Los machos sanos pueden tener relaciones esporádicas en cualquier momento del año y son tan enérgicas y satisfactorias como durante El Celo. Pero no todos están dispuestos a tenerlas y, como dije en la presentación, no serán fértiles.
—¿Y solo follan o hacen más cosas? —quiso saber una mujer.
—Durante el Celo solo —y marcó mucho esa palabra, «SOLO»— mantienen relaciones sexuales con penetración. No habrá sexo oral, ni caricias, ni besos. Durante el resto del año funciona como con los humanos, depende de los gustos del macho y su relación con vosotros.
—¿Cómo consigues que te elijan para El Celo? —preguntó otra mujer—. ¿Hay algún tipo de preparación?
—Eso es complicado —reconoció la mujer, manteniendo siempre la sonrisa—. Hay humanos que tienen un olor, un aroma, que les atrae más y les hacen más deseables. Después puede influir la apariencia, por supuesto, los Hombres Lobo también se mueven por el deseo físico, tienen gustos personales y preferencias. Existe la idea de que incluso la forma en la que nos movemos les da una idea de nosotros, al ser una raza con una comunicación no verbal tan extensa e importante, prestan muchísima atención a ese tipo de cosas; pero, en definitiva, lo que más suele funcionar es crear una relación previa al Celo.
—¿Te refieres a ligar con ellos cómo… con un tío normal?
—Sí, más o menos sí —dijo la mujer, dudando en cómo explicar aquello—. Pero no valdrá de nada que los invitéis a copas, ya que los Hombres Lobo poseen sus propios sistemas de cortejo, sus propias formas de mostrar interés, aunque eso no es algo que suela pasar muy a menudo. Lo más corriente es que sean los humanos los que muestren interés y que ellos elijan.
—¿Podrías decirnos algo que les guste? Algo que nos haga más apetecibles a sus ojos.
—¿Es verdad que bailar les atrae mucho? —preguntó otra mujer antes de que pudiera responder a la otra persona.
—Sí, les gusta mucho bailar, el roce, el sudor y el movimiento que se produce les excita muchísimo. Sin embargo, no os recomiendo en absoluto comenzar por ahí, es un contacto muy cercano y los Hombres Lobo podrían no estar interesados en bailar con vosotros. Lo más sencillo es pensar que, en general, son hombres… —y con aquello quiso decir mucho más de lo que parecía—. Hombres muy sexuales que suelen agradecer toda la… atención que podáis dedicarles.
—Como las mamadas —le susurré a Hee.
—Pff… Mi amiga Jiwoo dijo que les sabía muy fuerte la polla —murmuró Hee con verdadero pesar antes de levantar la mano—. Me han dicho que no se lavan mucho, ¿es cierto?
—Oh, no, no es exactamente que no se laven, sino que, como ya he dicho, poseen muchas feromonas que hacen su sudor y sus cuerpos muy olorosos.
—¿Sus pollas también? —insistió Hee.
La mujer se quedó un momento en silencio y terminó asintiendo.
—Sí, sus axilas, cuello y genitales son especialmente olorosos, al igual que su semen y su lubricación natural que tiende a ser más densa y fuerte que la de los humanos. No os esperéis que huelan a perfume y a jabón, porque eso no va a suceder.
—Joder… odio que huelan mal —se quejó Hee, cruzada de brazos y con una mueca seria.
—El sexo debe ser cojonudo para que después de todo esto la gente siga yendo a buscarles —pensé en voz alta.
—¿Y qué pasa si te muerden? —quiso saber una joven que puede que tuviera incluso menos años que Hee y yo—. ¿Es buena o mala señal?
—No os van a morder —aseguró la mujer—. No temáis por eso.
—Me han dicho que si les acaricias la barriga les gusta mucho, ¿es cierto? —preguntó otro hombre.
La mujer, demasiado acostumbrada a aquellas preguntas y afirmaciones salidas de foros de internet y de conversaciones entre amigos, no dudó en responder:
—A los Hombres Lobo les encanta el contacto físico, como ya he dicho. Sin embargo, hay que tener mucho cuidado con ese tema. Os recomiendo encarecidamente que no os precipitéis y sigáis el orden que he marcado en la presentación.
—¿Y lo de la sumisión cómo funciona? ¿Es efectivo?
—La sumisión es una forma de enfocarlo, sin duda —afirmó la mujer—. Pero no me gusta recomendar esa opción porque es más complicada y… peligrosa algunas veces. Si lo hacéis mal, no os tomarán en serio y, aunque se produzcan muchos coitos, no seréis una pareja válida para El Celo.
—¿Y si lo único que quiero es que me follen en el callejón? —insistió el hombre.
Si la mujer estaba sorprendida por la pregunta, no lo demostró. Después de todo, ya debía estar acostumbrada a todo aquello. No dabas una charla sobre cómo conseguir que los lobos te follaran sin tener que aguantar a un público excitado y sórdido.
—En el caso de que lo único que busquéis sean un par de encuentros sexuales en el callejón o en lugares públicos, sí, la sumisión es lo más efectivo. Para ello debéis mostraros muy pasivos, no tocarles, agachar la cabeza, nunca mirarles a los ojos, darles la espalda y esperar siempre a que sean ellos los que decidan tener relaciones con vosotros y no al revés. Básicamente seréis para ellos como un clínex sobre el que poder desahogarse. Solo os advierto de que los Hombres Lobo son muy estrictos con sus estructuras sociales y una vez que os cataloguen como «sumisos», no habrá vuelta atrás.
—¿Y es verdad que pueden saber que estás cachondo o asustado con solo olerte?
—Sí. Los Hombres Lobo poseen un gran olfato, pueden distinguir a la perfección cualquier aroma en vuestro cuerpo y vuestra ropa. Saben si estáis excitados, asustados, nerviosos, si ya habéis estado cerca de otros machos o si habéis mantenido relaciones sexuales con algún otro de la manada.
La sala se quedó en silencio y, como no parecía que hubiera más preguntas, la mujer aplaudió y dio por finalidad la charla de aprendizaje y prevención. Hee se levantó de su silla plegable con un pitillo ya en la mano y una expresión de desagrado. La seguí hacia la puerta, buscando mi propia cajetilla en uno de los numerosos bolsillos de la cazadora militar, para sacar un cigarro y encenderlo con mi viejo zippo. Acerqué la llama a Hee y ella se encendió el suyo, soltando una buena voluta de humo hacia el techo amarillento del sótano.
—Vaya puta mierda —concluyó—. Creía que íbamos a ir allí y que algún hombre alto, fuerte y con una polla enorme me iba a echar el polvo de mi vida.
Dejé escapar el humo entre los labios lentamente y le di otra calada al pitillo antes de responder:
—¿Quieres follarte a un lobo o quieres pasarte el Celo con él? —pregunté, porque ya no lo tenía claro.
—No sé, quizá pruebe primero y después decida si quiero comprarme barritas energéticas y meterme un enema por el culo —opinó.
—Eso es muy maduro —murmuré mientras cruzábamos los últimos metros hacia la puerta doble de salida.
—No se puede fumar dentro —nos llamó la atención una persona en el exterior al vernos salir con los pitillos encendidos.
—Que te jodan —fue la respuesta de Hee, acompañando sus bonitas palabras con un corte de manga de uñas largas y negras—. Vamos al puto club —me dijo—. A ver si son tan buenos como dicen.
Asentí, fumé otra calada del pitillo y lo tiré a un lado del aparcamiento de cemento. El sol ya estaba casi oculto tras los edificios y el cielo era de colores rojizos, anaranjados y malvas. Me llevé una mano al bolsillo interior y noté el reconfortante tacto de mi navaja. Hee sabía que estaba ahí, y sabía que yo sabía usarla, por eso no temía meterse en un antro repleto de lobos; pero yo no estaba tan seguro sobre todo aquello.
—Espero que tengan buenas copas —fue todo lo que dije antes de meterme en el coche—, porque necesitaré un trago.
Yo, por aquel entonces, solo conocía a los Lobos por todo lo que la gente decía de ellos: hombres muy sexuales y guapos, pero también muy peligrosos. Había un mito erótico alrededor de ellos, sí, pero también un profundo temor y racismo. Los lobos eran parias, agresivos, se agrupaban en guetos y bandas llamadas Manadas a las que no les interesaba lo más mínimo integrarse en la sociedad. Funcionaban fuera de la ley, tenían sus propias normas y no respetaban nada ni a nadie más, eran poco más que pandilleros y se dedicaban a negocios muy turbios repletos de violencia y amenazas. La gente los odiaba tanto como los deseaba, y yo no era una excepción. No quería ni tenía intención alguna de mezclarme con ellos. No necesitaba problemas, por muy guapos que fueran y muy gorda que tuvieran la polla.
Sí… por aquel entonces no los conocía en absoluto. Si me hubieran dicho que había un Lobo en esa ciudad que iba a cambiar todo mi mundo, no les hubiera creído jamás.

 Si me hubieran dicho que había un Lobo en esa ciudad que iba a cambiar todo mi mundo, no les hubiera creído jamás

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Human | JunghopeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora