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— YA DEBO irme.
Asintió en silencio. — Ten cuidado.
Megumi se encogiéndose de hombros, con una pequeña mueca. — Yo solo debo buscar un dedo, tú debes exorcizar una maldición, aquí eres tú quien procura tener cuidado.
Suspiró, despidiéndose sin decir más, ambos tomando caminos diferentes.
Habían concurrido un par de meses desde que empezaron la academia en primer año, par de meses donde se volvió mucho más cercana a su compañero gracias a la cantidad de misiones que se les han dado juntos, al igual que en ese tiempo ambos aumentaron su poder maldito.
Ella creía que el año que se tomó bajo la enseñanza de Nanami le había ayudado a controlarse e incrementar sus habilidades, y aunque lo hizo bastante, la academia fue el pequeño empujón que necesitó para acrecentar el doble de su poder.
Hoy, Satoru Gojo, como solía hacer una o dos veces a la semana, dependiendo de la cantidad de casos sin atender, les asignó una misión a cada uno por separado. Bastante diferentes si le preguntaban.
Al muchacho le indicó recuperar un dedo oculto perteneciente al difunto rey de las maldiciones, cosa demasiado importante para el mundo de los hechiceros gracias al poder que esa simple articulación poseía, más no incluía ningún tipo de enfrentación o batalla, lo cual era una de las actividades favoritas del chico.
Por otro lado a la chica le asignó algo completamente diferente, y es que según su reporte, una maldición de segundo grado había estado perturbando un hospital de la ciudad, varios pacientes quejándose de que las puertas de sus habitaciones se habrían a medianoche, otros con pánico aseguraban ver la silueta de una mujer observarlos mientras duermen. Bastante escalofriante y perturbador.
