Dos pequeñas cabezas se asomaron fuera del dormitorio al final del largo pasillo de la gran mansión cuando aún faltaban unos minutos para la medianoche. Dos pares de ojos comprobaron cuidadosamente que no había nadie por la casa y que nadie podía encontrarlos aún despiertos. trataron de escuchar algún ruido que les avisase si alguien más no estaba durmiendo en ese momento. Une vez que se aseguraron de tener vía libre, a paso lento y silencioso se dirigieron hacia la sala principal, sabiendo que en unos minutos se produciría la "gran magia de la Navidad".
Furtivos como pequeños y astutos ladrones, llegaron a su destino, espiando con precisión la habitación que tenían delante. Todo estaba iluminado por las luces del majestuoso árbol que toda la familia había decorado unos días antes, algunos de los otros adornos colocados en las mesas o colgados en las paredes, capturaban las luces creando mágicos juegos de color. Chiara estaba sentada en el sofá frente al árbol, una pequeña lámpara la acompañaba mientras con sus delicados dedos pasaba la página del libro en el que arecía estar totalmente inmersa.
Estaba tan cautivada por la historia que no se dio cuenta de los gemelos que detrás de la pared estudiaban sus movimientos, ni de la figura que acababa de entrar en el gran alón silenciosamente abriéndose camino detrás de ella.
La boca de los niños se abrió de par en par cuando se dieron cuenta de que el ahora estaba iluminado por la luz de la lámpara, era la persona que habían estado esperando desde el comienzo de ese día. Sus expresiones permanecieron incrédulas cuando se acercó a Chiara y le susurró al oído el famoso "Oh. Oh. Oh."
La morena sonrió cerrando el libro sobre sus piernas y dejando que algunos pequeños besos velados por la falsa barba rozaran su piel. "Mmm..." susurró para no despertar a los niños, que ahora miraban la situación que se desarrollaba ante sus ojos. " A tiempo, señor Santa."
La figura disfrazada tosió ligeramente, tratando de bajar el tono de su voz para hacerla lo más baja y masculina posible. "¿Qué puedo decirle, señora Oliver? Es como si hubiera estado esperando esta noche todo el año solo para estar contigo".
Chiara, girando su rostro hacia atrás, levantó una ceja ante la respuesta. "Tengo que informarle que este año hay algo diferente", susurró, levantando su mano izquierda y mostrando su dedo. "Estoy casada."
Se escuchó una leve risa desde la mitad de la barba falsa, "nadie dice que eso pueda detenerme, cantante Oliver". Y rodeó el sofá hasta que estuvo frente a la morena y le ofreció su mano. "¿Puedo pedirte un baile?"
"Ni siquiera hay música", susurró Chiara, agarrando su mano, se pudo de pie con elegancia y fue recibida por los brazos del otro, quien la abrazó fuertemente. Se acomodó en su pecho, escuchando atentamente sus latidos y así se dejó mimar.
"No necesitamos música", se escuchó responder mientras una melodía comenzó a ser canturreada junto a sus oídos.
Así que comenzaron a moverse pero, al mismo tiempo, se quedaron en su lugar, sus brazos abrazándose lo más cerca posible para querer olvidar el resto del mundo y disfrutar ese dulce momento juntos. Sin preocuparse por el tiempo, el espacio y todo lo que los rodea.
La cara de Chiara se levantó del pecho de la figura que la sujetaba hasta que sus ojos color esmeralda se encontraron con los de color chocolate.
"Feliz Navidad", susurró la morena, mientras du mirada estaba iluminada por las luces del árbol frente a ella y por ese amor que siempre había marcado sus momentos juntos. Y sin esperar respuesta, la figura inclinó ligeramente la cabeza y apoyó sus labios en los de Chiara, mientras que la mujer la abrazó por el cuello, como si quisiera tenerlo aún más cerca.
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