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—"Alexandra...", —empezó Tom, esforzándose por llamar a la chica por su nombre de pila. Ella se detuvo en seco, cerrando los ojos y respirando hondo antes de darse la vuelta.
—"Me has estado fastidiando todo el día y estoy harta", —dijo enfadada.— "Ya lo has dicho. Me he dejado llevar por mis emociones, pero sinceramente no me importa. No me cambian, sólo me hacen un poco más humana que alguien como tú, que se enorgullece de joder con las emociones de los demás en lugar de abrazar las tuyas. No te importa nadie más que tú mismo, y estoy cansada de intentar convencerme de que estoy equivocada".
—"Lo estás", —se limitó a decir Tom, manteniendo su postura perfecta. Alexandra se burló, giró sobre sus talones y continuó alejándose mientras él la llamaba. —"Al contrario de lo que muchos creen, soy capaz de cuidar de los demás. Simplemente expreso mi interés de formas poco convencionales, como lo que tú llamarías follar con tus emociones".
—"¿Esperas que me crea que te importo?". —Alexandra rió entre dientes, girando sobre sus talones una vez más. —"¿Que todo lo que haces es por mi bien y no por el tuyo?"
Tom sonrió satisfecho, caminando hacia Alexandra de la misma manera en que lo había hecho horas atrás en la Sala de los Requisitos. Ella se quedó quieta, sin inmutarse por su procesión.
—"Tengo entendido que estás especialmente dotada para la legeremancia", —dijo Tom, deteniéndose cuando por fin llegó a la muchacha. —"Mi mente está libre para explorar... si no le temes a la oscuridad, por supuesto".
Ella se quedó quieta, aprovechando la oportunidad y observando profundamente la compleja mente de Tom Riddle. A pesar de parecer calmada, Alexandra sentía el mayor dolor y rabia que había sentido en toda su vida. Sus sentimientos negativos hacia el mundo que la rodeaba no eran nada comparados con los de Tom, y se sentía apenada por haber creído alguna vez que su vida era mala. Cada sentimiento la carcomía más y más a medida que pasaba el tiempo, con lo negativo superando a lo positivo por toneladas. Sus puños se cerraron hasta volverse blancos y sus uñas se clavaron tan profundamente en la piel de sus palmas que empezaron a sangrar, pero no se apartó. No hasta el momento en que sintió como si le arrancaran el alma del pecho.
—"Tienes miedo", —señaló Tom en el momento en que ella se detuvo. —"Tuviste la oportunidad de ver cualquier cosa; revelar todos mis secretos, pero no lo hiciste".
—"No tengo miedo. No me corresponde a mí conocer tus secretos", —afirmó Alexandra, aflojando los puños.— "También creo que tus emociones son mucho más perspicaces que tus recuerdos".
—"Ya lo sabes, ¿verdad?" —preguntó Tom, sin creerse su excusa.
—"Lo sé desde el día en que me pediste que te llamara Lord Voldemort", —admitió Alexandra. —"Sin embargo, nunca me habría imaginado que fueras capaz de sentir remordimientos. Eso fue mucho más interesante de descubrir que cómo abriste la Cámara de los Secretos".
La sonrisa de Tom se desvaneció rápidamente al ver cómo explotaban sus emociones más privadas. Estaba seguro de haber escondido aquel momento de debilidad y vulnerabilidad en lo más profundo de su ser, donde pensaba que nunca podría ser encontrado, pero se equivocaba. El sentimiento era demasiado fuerte para apartarlo.
—"No es algo malo", —continuó Alexandra, dándose cuenta de su incomodidad. —"Te hace mucho mejor persona de lo que nunca fue tu padre".
—"Me hace débil", —se quejó Tom, apretando los puños. Alexandra negó con la cabeza, tratando por todos los medios de mantener la calma.
—"Tu ira te hace débil",— argumentó. —"Quieres creer que no sientes nada; que tus emociones no pueden impedir que te conviertas en el hechicero más poderoso del mundo porque no tienes ninguna. Te equivocas".
—"No sabes nada",— se defendió Tom. Alexandra esperó a que la familiar mirada de oscuridad llenara sus ojos, pero nunca lo hizo. No iba a hacerle daño.
—"Has pasado años buscando venganza; venganza por lo que te hizo tu padre. Pasaste tanto tiempo tratando de probarte a ti mismo que eso te distrajo de tus objetivos. No tienes que ser un asesino para ser el mago más poderoso del mundo", —insistió, manteniendo la cabeza alta. —"Tienes lo que necesitas. Tu padre está muerto y nunca te atraparán. Deja de centrarte en la venganza y empieza a centrarte en el poder. Eso es lo que quieres, ¿no?".
—"No me digas lo que quiero. No me digas quién soy",— dijo enfadado, con cuidado de no levantar la voz y atraer la atención de oyentes no deseados.
—"¿Qué quieres, entonces? ¿Quién quieres ser?"— preguntó ella, impacientándose cuando él no le dio una respuesta. Se acercó un paso más a Tom, haciendo que él sacara su varita y la presionara bajo su barbilla. Ella seguía con la cabeza alta, convenciéndose de que él no iba a hacerle daño.— "Mereces poder, pero no así".
Tom apretó con fuerza la varita, sin oír nada más que el latido de su corazón golpeándole el pecho. ¿Quién quería ser? Ahora mismo, no lo sabía. Nadie se había preocupado por él antes; a nadie le importaba si arruinaba todo lo que era sólo para convertirse en el hombre que aspiraba a ser. Nunca pensó que hubiera otra opción hasta ahora.
—"¿Por qué te importa?" —Preguntó, bajando lentamente la varita mientras su respiración se estabilizaba.
—"Toda mi vida anhelé la sensación de ser amada. Nada deseaba más que saber lo diferente que sería mi vida si realmente le importara a alguien", —explicó Alexandra.— "Melissa es la amiga que siempre necesité. La amiga que siempre me señalará el norte y me hará sentir que valgo más de lo que nunca creí. Ella trajo luz a mi oscuridad. Todo el mundo se merece una persona así en su vida".
Tom guardó silencio una vez más. Estaba lejos de ser un sentimental, así que se quedó sin palabras. No se le ocurría cómo decirle que ella era esa persona, pero ella ya lo sabía. Lo sentía. Sólo deseaba oírle admitirlo.
—"¿Qué estás haciendo?"— preguntó, sintiéndose extremadamente incómodo cuando Alexandra le rodeó la cintura con los brazos y apoyó la cabeza en su pecho.
—"Abrazándote",— afirmó sin rodeos.
—"Basta", —gimoteó él, apartándola ligeramente de él.
—"¿Me puedes meter la lengua hasta la garganta pero abrazarte es lo que te molesta?". —se burló Alexandra. —"Chico, realmente sabes cómo arruinar un momento".
—"No estábamos teniendo un 'momento'", —argumentó Tom, empezando a alejarse. Alexandra lo siguió, deseosa de aliviar la tensión y volver a sus discusiones habituales. —"No me gustas.
—"Tus emociones me dicen lo contrario", —cantó Alexandra.
—"Obviamente eran falsas. Simplemente te las metí en la cabeza para fastidiarte",— mintió Tom.
—"¿Por qué no puedes admitir que te gusto?".
—"Iría en contra de todo lo que represento",— sonrió Tom, cada vez más divertido a medida que la conversación continuaba.
—"¿Qué es exactamente?"
—"Que no me gustas".
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4. Holding on
Rastgele¿Qué habría sido de Alexandra River si Tom Riddle no la hubiera enviado de vuelta a 1996? Secuela de la serie 'touch' Traducción Autorizada por : @modern-july