Amanecer con Sabor a SangreEl primer rayo de sol se filtra entre las cortinas como un intruso, iluminando motas de polvo que flotan sobre el desorden de la habitación. Akame se revuelve entre las sábanas, maldiciendo la notificación del móvil que vibra con insistencia sobre la mesilla. El mensaje de Lux brilla en la pantalla:
"Paso por ti a las 9:00 am. Trae algo para nadar... y no preguntes."
—¡Maldito vampiro y sus sorpresas!— Gruñe, arrojando el teléfono contra un cojín.
El reloj marca las 8:15. Corre al baño donde el espejo le devuelve una imagen desaliñada: pelo revuelto por sueños inquietos, labios hinchados de besos imaginarios. La ducha está helada —castigo perfecto por su nocturno—, pero el agua no lava el presentimiento que le carcome las entrañas. "Algo" merodea en los bordes de su conciencia, algo con garras.
Viste a toda prisa: vestido negro de seda vampírica (regalo de Lux que se ajusta como segunda piel), tacones que crujen como huesos secos, y un delineado de ojos tan afilado como sus colmillos latentes. Justo cuando ajusta el broche de su collar —un ojo de obsidiana que Lux juró era "solo un accesorio"—, la puerta tiembla bajo golpes sordos.
—¡Lux, no es hora de...!— Comienza, pero al abrir, tres figuras encapuchadas la empujan contra la pared. El olor a cobre y sudor la inunda.
Intruso 1:
—La jefa quiere que vengas calladita, demonita— Susurra con aliento a cianuro.
Akame sonríe, lenta, letal. El broche del collar se transforma en daga bajo sus dedos.
—Decidle que me encantaría... *después* de desayunar—.La pelea es un ballet de sombras: patadas altas que destrozan mandíbulas, puños envueltos en llamas violetas que derriten armas. El tercer intruso lanza un hechizo de hielo, pero Akame lo absorbe con el sigilo que Lux le tatuó en la muñeca.
—¿Quién los envía?— Exige, pisando el pecho del último sobreviviente.
—¡Paradis manda saludos!— Escupe él antes de morder una cápsula en su muela. Espuma negra brota de sus labios.
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"Camino al Abismo"
Lux llega cuando los cadáveres ya son ceniza. Sus ojos escanean cada rasguño en Akame, manos temblorosas (¿ira? ¿miedo?) acariciando su cuello.—Te prometí que nadie te tocaría— Susurra con voz de trueno contenido.
—Y cumpliste— Ella levanta el broche ensangrentado—. Tu "regalo" funciona mejor de lo que dijiste.
El viaje comienza en silencio. El Bentley negro devora kilómetros de bosques donde los árboles susurran en lenguas olvidadas. Akame observa a Lux: su perfil de estatua griega maldita, los nudillos blancos sobre el volante, la cicatriz en forma de luna creciente que le atraviesa el cuello. ¿Cuántas batallas ha perdido para ganar esa?
—¿A dónde vamos realmente?— Pregunta al fin.
—A donde las estrellas juzguen si merezco tocarte otra vez— Responde él, esquivando un ciervo espectral que cruza la carretera.
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"El Refugio de las Almas Perdidas"
La cabaña es un ataúd de madera tallada en corazón de roble ancestral. Ventanas de vidrio tintado proyectan lunas sangrientas sobre pieles de lobo y candelabros de cuerno. Pero es el lago lo que quita el aliento: aguas negras que reflejan constelaciones imposibles, como si el cielo se hubiera volteado para ahogar sus secretos aquí.
—Cena— Anuncia Lux señalando una mesa flotante sobre el agua, rodeada de faroles con velas azules.
Los platos son poesía macabra: solomillo sangrante (para él), frutas exóticas que brillan en la oscuridad (para ella), y vino servido en copas de cristal de Murano que gimen al ser tocadas.
—¿Robaste esto de un cuento de hadas lúgubre?— Bromea Akame, mordiendo una uva que estalla en jugo dorado.
—Lo robé de tus sueños— Responde él, limpiándole el jugo del mentón con un dedo que luego lame lentamente.
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"Danza de Constelaciones"
El mirador es un nido de madera suspendido sobre abismos. Lux dibuja constelaciones en la espalda desnuda de Akame mientras ella enumera:
—Casiopea... Orión... La Garra del Diablo...
—¿Esa última existe?— Se ríe él, mordiendo su hombro.
—La acabo de inventar. ¿Te gusta?— Se gira, atrapando sus labios en un beso que sabe a vino y promesas rotas.
La luna los vigila, testigo de manos que exploran bajo tejidos caros, de susurros que se pierden entre gemidos y el crujido de ramas secas. Cuando Lux la levanta contra la barandilla, el mundo se reduce a latidos sincronizados y el brillo de un anillo maldito en su dedo: un ojo dorado que parpadea al ritmo de sus movimientos.
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Epílogo: Las Sombras Aplauden
En la madrugada, mientras Lux duerme abrazado a su vacío, Akame se desliza fuera de la cabaña. Las aguas del lago ahora muestran visiones: la Bruja Carmesí sonriendo desde un trono de huesos, Milan practicando hechizos de sangre en un calabozo... y "ellos", los dos espectros de ojos dorados y verdes, observando desde las profundidades.
Una voz susurra dentro de su mente:
—"Paradis no perdona... ni olvida."Al regresar a la cama, encuentra a Lux despierto, su mirada tan antigua como las estrellas que los delataron.
—¿Viste algo interesante?— Pregunta, sabiendo demasiado.Ella se acurruca contra su pecho, fingiendo que su corazón aún late.
—Solo tu reflejo en el agua, vampiro vanidoso.Mientras el sol se alza, una figura emerge del lago: cabello verde esmeralda, piel de escamas, ojos que registran cada mentira. Se aleja caminando sobre el agua, dejando tras de sí un rastro de flores marchitas.
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My dark Star #PGP2025
Dla nastolatkówEn un mundo donde demonios, vampiros y brujas coexisten en academias de magia, Akame, una joven demonio con dominio sobre el fuego, y Lux, un vampiro ancestral atormentado por un pacto oscuro, se ven unidos por una atracción tan peligrosa como inevi...