Artemisa es la esposa de Edward, ambos sabían que se amaban y eso lo demostraban todos los días, pero también sabían que algo le faltaba. Algo para llenar el vacío que sentían. Se sentirán completo cuando apenas conozcan aquella torpe y problemática...
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(No está corregido)
LA PAREJA HABÍA DECIDIDO IR a Alaska. Edward tomo la decisión y ella lo acompaño. Artemisa sabía del enamoramiento de unas de ellas por él. No es que desconfiara de Edward, pero si de Tanya.
La pareja estaba recostaba en un banco de nieve. Ella estaba recostada en el pecho de Edward mientras él acariciaba su cabellera roja. El cielo sobre ellos era claro, brillante con estrellas. Azul brillante en algunos lugares, amarillo en otros. En pocas palabras, perfecto.
El corazón de ella latiendo le daba la tranquilidad que necesita en aquellos momentos.
— Todo estará bien. Estoy segura que cuando regresemos podrás controlarlo mejor. — ánimo la pelirroja, rompiendo el silencio que se firmó desde hace unos minutos.
— Me siento mal, ella me odia. Apesar de no poder leer su mente. — sí, él no podía leer su mente. Pensó que su don estaba fallando, pero podía leer la de los demás sin problema. Aquello solo lo frustraba más.
Habían pasado seis días y él no lograba dejar de pensar en lo imbecil que fue al comportarse así. Pero no pudo evitarlo. Porque si no hubiese sido por Artemis, él hubiese drenado a la humana.
— No es tu culpa. — dijo mirándolo desde abajo, haciendo que el baje la mirada hacía ella.
— Si no hubiese sido por ti nosé lo que hubiera pasado.
Ella no dijo nada, solo inclino su cabeza y conecto sus labios con los de él. La tomo de las caderas e hizo que subiera encima de él. Ella soltó un suspiro cuando él metió su mano por dentro de su pollera y acaricio su piel con lentitud.
— Te amo. — murmuró en su labios.
— Yo también te amo.
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La pareja ya volvería a Forks. Esme había llamado que los extrañaba. Esme era tan tierna y amorosa que no pudieron evitar emprender viaje apenas ella les dijo aquellas palabras.
