May abrió sus ojos con resignación, sentía que su cabeza iba a estallar en cualquier momento, latía con insistencia mientras el resto de su cuerpo se sentía como si hubiera sido víctima de una caída de gran altura.
Estaba sobre su cama, pero no la había abierto, llevaba una remera ancha que casi nunca utilizaba y apenas una manta, que solía estar en el living, para cubrir sus piernas desnudas.
¿Tanto había bebido? Pensó con real arrepentimiento, ni siquiera recordaba haberse cambiado, eso debía ser bueno, había bebido para olvidar y parecía haber tenido el efecto deseado.
De repente la imagen de Gastón cruzó por su mente. Lo había visto. No podía precisar cuánto tiempo, pero estaba segura de haberlo hecho.
Las imágenes parecían querer regresar pero todo era borroso. Su mente se empecinaba en colocarlo en aquella habitación, aunque sabía que aquello era imposible.
Fue al baño y la imagen que le devolvió el espejo la llevó a querer regresar a la cama. Tenía su cabello enredado y unas enormes ojeras que le daban a sus ojos una tristeza mayúscula. No quiso detenerse demasiado, se lavó los dientes y su cara y salió en busca de un café.
-¿Estás viva?- una voz masculina la sorprendió tanto que se sobresaltó.
No podía ser él. ¿Acaso...?
Comenzó a castigarse a sí misma por no recordar con claridad. Era cierto, había estado en su habitación. ¿La había desvestido? ¿En qué circunstancias precisamente?, pensaba mientras lo observaba con la misma ropa del día anterior, se había sacado las zapatillas y se incorporaba del único sillón de su sala mientras se desperezaba y su remera volvía a mostrar el borde inferior de su torso repleto de tatuajes. ¿Los había tocado? ¿Cómo podía no recordarlo?, se lamentó sin poder reaccionar.
-Tranquila, no pasó nada.- le dijo él al descubrir aquel temor en su mirada.
-¿Qué haces acá?- le preguntó ella por fin mientras tiraba del borde de su remera para ocultar que solo llevaba ropa interior debajo.
-¿En serio no te acordas?- le preguntó él mientras se ponía de pie y caminaba hacia ella.
May dio un paso atrás y chocó con el desayunador que dividía aquel ambiente de la cocina.
-¡Ouch!- escapó de sus labios y él le regaló una hermosa sonrisa.
-Al parecer tu ex va a casarse y decidiste ahogar tus penas en alcohol, te acompañé hasta acá y cuando quise salir no pude hacerlo.- le explicó acercándose un poco más.
May abrió sus ojos con sorpresa. ¿a qué ex se refería exactamente? ¿no había podido salir? ¿Qué significaba eso?. ¿Quién le había cambiado la ropa?, pensaba mientras él aumentaba el tamaño de su sonrisa.
-Despacio, despacio, son demasiadas expresiones y no puedo traducir.- le dijo divertido y ella comenzó a recordar.
-Es que no era mi...- comenzó a explicarle y al recordar que primero necesitaba aclarar otras cosas se interrumpió así misma.
-¿Quién me cambió la ropa?- le preguntó en tono seguro, con un dejo de duda al final.
Gastón emitió una carcajada, una que llevaba demasiados años sin salir de su boca y ella alzó su mano para sujetarlo del brazo.
-¿Qué te causa gracia? ¿Vos me desvestiste?- le preguntó con sus ojos verdes clavados en los de él.
-Estabas mojada.- le dijo y ella abrió tanto sus ojos que él no pudo contener una nueva risa.
-Tranquila May, ya te dije que no pasó nada entre nosotros, soy un caballero. Si hubiese pasado algo...- le dijo cambiando el tono al final.
-¿Qué?- le preguntó ella sin poder entenderse a sí misma.
Tampoco era una virgen, había tenido relaciones antes, incluso ocasionales, aunque nunca había vivido el día después, nunca quería hacerlo. Sin embargo con él, de repente, todo se volvía confuso. ¿Qué era lo que no le estaba diciendo?
-Nada. No pasó nada, te caíste a unas cuadras de acá y tu ropa estaba empapada, la deje en el lavadero si queres chequear, encontré esa remera y te la puse, no le des más vueltas.- le dijo mientras bajaba la vista para no delatarse.
No quería contarle lo que le había costado hacerlo, no quería que supiera que había pasado sus manos por su cintura para deshacerse de su remera y que cuando la había visto recostada sobre su cama, apenas con su ropa interior no había podido evitar desearla. No quería que supiera que su piel era tan suave que hubiera podido quedarse en ella para siempre, que su cabello sin aquella gorra era mucho más hermoso y que cuando ella había abierto sus ojos y lo había abrazado, casi pierde el control.
-¿Por qué te quedaste?- le preguntó ella bajando el tono, como si comenzara a creerle pero necesitara confirmarlo.
Gastón miró hacia el lugar en el que lo sujetaba y ella lo liberó.
-Porque me lo pediste.- le dijo y luego de esbozar una sonrisa de lado continuó su camino hacia el baño.
May lo vio alejarse y corrió a su habitación, se cambió lo más rápido que pudo, peinó su cabello y se colocó su gorra, la misma que había sido prolijamente apoyada sobre su mesa de noche, como si él se hubiera dado cuenta de su importancia.
-Gracias.- le dijo al verlo nuevamente en el sillón, atando sus cordones.
-No fue nada.- le respondió él alzando la vista para lamentar el hecho de no poder disfrutar de sus piernas una vez más.
-Será mejor que me vaya ahora.- le dijo poniéndose de pie.
-No era mi ex.- respondió May logrando que detenga su paso a una salida que en verdad ninguno deseaba.
Gastón la miró y alzó una de sus cejas, si bien oír eso le agradaba, no estaba seguro de poder quedarse y vencer la tentación.
-Era el de mi hermana.- agregó y él giró completamente para demostrarle su atención.
-Ella murió hace dos años y el hecho de que él haya podido continuar con su vida me pegó demasiado mal.- le confesó bajando su vista, como si no estuviera segura de que aquello podría interesarle.
-Sé que tiene derecho a ser feliz, pero me cuesta aceptarlo, se que está mal, pero..- continuó mientras su voz volvía a quebrarse.
Gastón ya no quiso luchar, se acercó y la tomó en sus brazos.
-No está mal, es lo que sentis.- le dijo casi al oído mientras ella se aferraba a su cuerpo con una dulzura que comenzaba a conmoverlo.
-No sé como las personas pueden continuar después de un dolor tan grande.- le dijo una vez que logró hablar de nuevo y aunque no deseaba hacerlo liberó su cuerpo para poner distancia.
-Creo que es una gran virtud poder hacerlo, no muchos podemos.- le respondió mientras ella limpiaba las lágrimas con el dorso de su mano.
-Yo no puedo.- le respondió ella arrugando sus labios de una forma tan inocente que él tuvo que apartar la vista.
-Ya vas a poder.- le respondió con una sonrisa sincera.
Entonces sus miradas volvieron a unirse, era como si el recuerdo del único beso que habían vivido juntos no quisiera irse. Estaban allí, uno frente a otro, solos, unidos, pero sus cuerpos parecían no poder reaccionar. La tensión comenzó a crecer mientras sus labios se separaban liberando una respiración acelerada, una que contenía un suspiro que no se permitían escapar.
Entonces él comenzó a alzar su brazo, fue un movimiento lento pero que indicaba perfectamente a dónde se dirigía. Iba a atraparla, iba a acercarla hasta hacerse de sus labios y no liberarlos, iba a apoderarse de su aliento, de su boca, de todo su cuerpo.
Iba.. pero ella no lo permitió.
-Será mejor que te vayas.- le dijo cortando la conexión de sus ojos, que indignados no quisieron dejar de mirarla.
May sabía que él no quería hacerlo, no quería volver a sentirse avergonzada, no quería que se viera obligado porque ella había tenido la estúpida idea de llorar en su hombro. Por más que su cuerpo le gritara que no lo dejara ir, su orgullo no se lo permitió.
Él se supo vencido y volvió a retomar, sin opción, su camino a la salida.
-Gastón...- volvió a decirle antes de que se fuera.
-¿Qué?- le preguntó él buscando sus ojos, pero sin animarse a acercarse de nuevo.
-¿Qué ibas a decir? ¿Si hubiera pasado algo qué...?- le preguntó sin poder con su curiosidad.
Entonces Gastón sonrió de lado. No estaba todo perdido, quiso creer, al ver el deseo en sus ojos verdes.
-Si hubiera pasado algo no lo habrías olvidado.- le dijo en tono grave, uno en medio de la provocación y el deseo.
Y al ver esa mirada oscura de nuevo, ella ya no quiso detenerse...
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Cicatrices- La cueva del olvido (primera parte)
RomanceMay es una joven que dedica su vida a ayudar a los más necesitados. Solìa formar parte del estudio de abogados más prestigioso de la ciudad, pero las circunstancias del destino la llevaron a abandonarlo todo. Ahora pasa sus días haciéndose cargo de...