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El bullicio de la ciudad de Londres se filtraba a través de las cortinas de la lujosa residencia que Enzo y Valentina ahora llamaban hogar. La noche era fresca, pero dentro de la elegante sala de estar, el ambiente estaba cargado de tensión. La pelinegra se paseaba de un lado a otro, con los brazos cruzados sobre el pecho, mientras el futbolista del Chelsea permanecía sentado en el sillón, con la mirada fija en el suelo.

—No puedo seguir así, Enzo. Estoy agotada —declaró ella, con voz firme pero cargada de cansancio.

Él levantó la mirada, encontrando los ojos cansados de su mujer. Sabía exactamente a qué se refería. Los viajes entre Londres y Buenos Aires se habían convertido en una pesadilla para ambos. Las largas horas en el avión, las miradas curiosas de los pasajeros y los constantes pedidos de fotos habían convertido cada vuelo en una experiencia agotadora y estresante.

—Perdón, amor. No quería que esto fuera así —respondió Enzo, con pesar en su voz.

Valentina suspiró, sintiendo el peso de la distancia y la fama sobre sus hombros. —Ya sé, Enzo, pero no puedo evitar sentirme así. Viajar sola con Oli es un bardo, y cuando viajamos juntos, la gente es un garrón. No puedo ni siquiera llevar a nuestra hija al baño sin que alguien nos pare para pedirnos una foto. Ya es cansador.

El morocho asintió, comprendiendo la frustración de su mujer. Sabía que su éxito como futbolista había traído consigo una dosis de fama y reconocimiento, pero nunca había imaginado el impacto que tendría en su vida personal.

—Entiendo, Valen. Esto no es justo para vos ni para la beba. Necesitamos encontrar una solución —declaró Enzo, con determinación brillando en sus ojos.

Valentina lo miró con sorpresa, no esperaba que Enzo estuviera tan dispuesto a abordar el problema. Sin embargo, una idea había estado dando vueltas en su mente desde hace tiempo, una solución que podría aliviar la carga de los viajes y acercarlos como familia.

—¿Y si compramos nuestro propio avión privado? —propuso, observando la reacción de Enzo.

El pelinegro frunció el ceño, sorprendido por la sugerencia. La idea de tener su propio avión privado había cruzado su mente en más de una ocasión, pero siempre había parecido un lujo innecesario.

—¿Un avión privado? ¿Te parece, amor?

Valentina asintió, con determinación en su mirada. —Sí, Enzo. Con nuestro propio avión, podríamos viajar más cómodos. Yo podría viajar más cómoda con Oli. Además, podríamos contratar nuestro propio piloto y azafata, Se me haría mucho más fácil si podemos evitar la gente.

Enzo reflexionó sobre las palabras de Valentina, viendo la lógica detrás de su propuesta. A pesar de sus reservas iniciales, la idea de tener su propio avión privado parecía cada vez más atractiva.

—No es mala idea, amor. Tendríamos que investigar más sobre el tema, pero creo que podría ser una solución.

La de ojos claros sonrió, sintiendo un alivio palpable al escuchar la respuesta de Enzo. Sabía que aún había muchos detalles por resolver, pero la idea de tener su propio avión privado representaba un paso en la dirección correcta.

—Gracias, bebé. Creo que esto podría ser exactamente lo que necesitamos para acercarnos como familia y aliviar la carga de los viajes.

Enzo asintió, compartiendo la sensación de esperanza que había comenzado a florecer en su interior. Juntos, abordarían los desafíos que se interponían en su camino, con la esperanza de encontrar una solución que les permitiera mantenerse unidos a pesar de la distancia y las dificultades que enfrentaban.













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⏰ Última actualización: Mar 04 ⏰

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azafata ; enzo fernández Donde viven las historias. Descúbrelo ahora