poisoned jealousy

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Me rugía el estómago. ¿Hambre? No, era mas profundo y retorcido que eso.

Hacia unos pocos días, Gustabo dió una charla impecable acerca de lo negativo que era el "planchabragueo" en comisaría.
¿Por qué jugueteaba entonces con el agente Gordon en el garaje?
Desacato, hipocresía, mentira, sanción. Debía tomar cartas sobre el asunto.

-Hey. ¿Me estas escuchando? —Me había olvidado de Conway, hablandome por horas sin parar. Asentí. -Bién. Entonces no te sera muy complicado explicarme lo que acabo de decir, ¿no? —Me miró con una condescendiente sonrisa que no tolero.

-Si te tomó mas de cuarenta putos minutos explicar tu "pajolero" punto de vista, tal vez si lo sea. —Froté mi barba, intoxicado por algo.
Entonces Conway me miró con seriedad.

-¿Que coño te pasa ahora?

-¿Que coño te pasa a tí? —No tenía la energía suficiente. Discutir en ese preciso momento solo haría que el veneno dentro de mí, se rebalse por mí boca.
-«Necesito centrarme y olvidarlo.»  —Así, me encerré en mi despacho.
Gustabo se estaba pasando sus mismas palabras por los cojones, ¿¡Que sucedió con la seriedad!? ¿¡El profesionalismo!?
Cada vez que volvía a reflexionar, tenía ganas de vomitar.

-"Z-40" solicita el apoyo de Mery para el robo de licorería. —La voz de Gordon por radio me zumbó los oídos. Dispuesto a volver a la normalidad, revisé los nombres disponibles para asistir a la ayuda.
-«Z-40. . . James Gordon y. . . Gustabo García.»

Fue ahí cuando descubrí que tal vez había algo diferente en mí.
Pudo ser el momento en el que perdí el control de mi mano y estrellé mi radio contra uno de los ventanales, rompiendo todo en miles de pedazos mas pequeños.

-¡¡No!! ¡¡No!! —Mí temperatura corporal estaba elevada, me sentía pesado y caliente.
Algo en ese hombre me estaba enfermando.

(. . .)

Pasaron tres días, donde tuve mucho tiempo para reorganizar mi cabeza y dejar de preocuparme por nimiedades.
Ese día me encontré con García en los vestuarios, me acerqué a el y me dispuse a entablar una amena conversación. Mi mente estaba clara, sus ojos no me hacían doler el estomago y su sonrisa solo estaba dirigida a mí. La conversación duró un par de minutos, ambos entretenidos mientras recordabamos con anhelo aquellas persecuciones que acabaron en fuegos cruzados.

Teníamos tanto en común, nos entendíamos mutuamente y era perfecto. ¿Quien podría siquiera reemplazarme?

-Escúchame una "cosiña" neno, tú no te estaras planchando las bragas con Gordon. . . ¿No?

-¡Que coño! Ese tio es muy "chupa tintas" y bien portado para mí. No es mi tipo, los prefiero rudos y grandes. —¿Estaba jugando conmigo? Mi corazon se aceleraba.

-No es por presumir, "Gustabiño", pero yo soy grande y rudo. . . —El rió, dejandose llevar por este tira y afloja camuflado con estupidas bromas.

-¿Tú lo cr- —La puerta se abrió de un golpe.

-¡Gustabo! —Diferente a la de García, su voz era aguda y molesta.

-Isidoro.

-Oye, ¡ya no me recibes con la misma emoción que antes! ¿Acaso me odias, "chochito de fresa"?

-Bingo. —Dijo el. Entonces mis ojos comenzaron a arder, como si me hubiesen rociado gas lacrimógeno en la cara.
Apreté la mandibula, chirriando mis dientes.

-Isidoro, neno, ¿a tí en la puta escuela no te enseñaron a respetar las conversaciones de los demás? —Este, en respuesta rodeó con sus brazos a Gustabo.
Quien en vez de apartarlo, sonrió.

-Bueno, vas a tener que disculparnos, pero me llevo a "Gus" a patrullar. ¿O no? —Suspiró, asintiendo.

-Me temo que sí. . . —Me miró con una sonrisa que me hizo temblar de la rabia. La misma sonrisa barata y estúpida que usó con Isidoro y Gordon, me la estaba dando a mí mientras me veía a los ojos.
Descarado, infeliz, mentiroso.
-Buen servicio Freddy, nos vemos.

No pude hacer mas que verlos irse, con incredulidad.
Cuando la puerta se cerró y dejé de escuchar sus pasos, mi estomago empezó a rugir.
Me arrojé a mi mismo contra los casilleros. Me deslicé hacia abajo, cayendo sobre mis rodillas mientras sostenía mi pecho con la mano izquierda. Dentro de mí, sentía un caldero hirviente en el que se preparaba una toxina capaz de asesinar osos.

Me estaba matando.
Si no hacía algo pronto, moriría de celos.

(. . .)

Otra semana pasó, me notaba debil y pálido.
De vez en cuando tosía y en consecuencia me picaba la garganta.
Lo intenté todo; alejarme, acercarme demasiado, alejar a los otros y acercarlo a mí.
Pero al final del día, yo no era el único merecedor de su cercanía.

Fue en una joyería donde la gota colmó el vaso.
¿¡Con el mismísimo Conway!? ¿¡Que clase de puta broma era esa!?

-"Gustabin". Subete a mi patrulla, anda. —Esperó a que yo me distraiga para colgarse como una puta pulga a los brazos de alguién mas.
Me vieron la cara y esperaban que me quedara de brazos cruzados.

La persecución terminó, los atrapamos exitosamente.

-Gustabiño, vente pa' comisaria y sube a mi despacho. Que Conway se encargue del papeleo. —Comuniqué por radio.
Abandoné la escena minutos antes, cuando supuse que todo estaba controlado. Tenía náuseas, me dolía el estomago y veía doble.

-"10-4"

No tardó demasiado en llegar. Lo supuse, era obvio que me extrañaba, me necesitaba.
Entró a mi despacho con un rostro sonriente e ingenuo, como si yo fuese idiota.
Cerró la puerta detras de el y yo supe inmediatamente lo que sucedería después.

-¿Que pasó? Hay muchos robos de c- —Me abalancé sobre el, empujandolo hasta el sofa de cuero que aguardaba por pegarse a nuestra piel. Lo tomé de las muñecas y subí sus piernas a mis hombros, eso me dió una vista perfecta y clara que hizo que mí dolor se calmara un poco.
Tenerlo me aliviaba.

-¿¡Que? ¿¡Por qué- —Lo callé con mis propios labios, en un fogoso beso que no pude evitar. Por fin pude sentirlo y supe que era lo mejor.
Pero eso no me hizo sentir bien, aun me quemaba pensar que algún día alguien. . . Podía tocarlo de igual manera.
Para acallar ésos momentáneos sentimientos, me desquité con su boca y su piel, arrancandome las ganas a la fuerza. El se estremeció debajo de mí y respiró con fuerza en mi nariz. Cuando sentí que estaba complacido, me separé.

-¿Que debo hacer? ¿Eh? ¿Que tengo que hacer?

-¿¡De qué coño estas hablando!? —Sus ojos estaban cristalinos y muy abiertos, mirandome a mí.

-Voy a morirme, Gustabo. Si no eres mío, moriré. —Cualquiera diría que lo manipulaba, que era "uno de esos".
Pero no, me estaba muriendo por el.
Literalmente.
Fallecía lenta y dolorosamente, mi cura era él. Yo también lo necesitaba.

-¡No te entiendo, Freddy! —Me miraba con preocupación, como una linda y sensible enfermera.
Le sonreí con deseo, sintiéndome completo al ver como sus pupilas se dilataban bajo mi tacto.

-Por favor, Gustabo, se mío. No mires de esa forma a nadie mas, solo mirame a mí. —Me tomé un momento para tomar su rostro, débilmente apretujando sus mejillas.
Sabía muy bien que me estaba declarando culpable, que le estaba confesando mis sucios secretos y profundos deseos. Pero también sabía que hice lo correcto cuando el se acercó a mí y volvió a besarme por su cuenta.
Yo tenía razón, el me quería a mí. Bajé mis manos a su pecho, sintiendome cada vez mejor.

Era mío y solamente mío.

Mine and only mine | FreddytaboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora