~ Beso de mariposa ~

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a brillante luz de luna alumbraba la habitación como único esplendor.

—Me haces cosquillas —susurró Tom.

La delicada mariposa azul que yacía sobre su nariz siguió aleteando lentamente sus llamativas alas hasta rozar su piel con delicadeza, haciendo suspirar al joven. En un segundo, la diminuta criatura extendió sus extremidades y salió volando de ahí junto con ese aura exquisito que siempre le acompañaba.

—¡Hey! ¿Acaso ese fue mi beso de despedida? —se quejó Tom. Levantó su cuerpo privado de prenda alguna más que un holgado pantalón y se sentó en la orilla de la cama. En ese momento, la mariposa giró en su dirección, flotando en el centro del cuarto. El chico echó la cabeza a un lado y mostró los dientes en una sonrisa.

Cientos de destellos luminosos emanaron del cuerpecillo azul hasta rebosar el ambiente de una luz enigmática que, poco a poco, fue expandiéndose en diferentes direcciones hasta no dejar rastro de la dócil mariposa. Unas flamantes y largas piernas fue lo primero que Tom visualizó de entre aquella lluvia de destellos hasta una larga cabellera negra que casi rozaba el suelo.

Al desaparecer la mayoría de las chispas, Tom sintió que se quedaba sin aire, como siempre ocurría cada vez que podía admirar aquel rostro encantador que únicamente él tenía la dicha de conocer. Un fino y delicado cuerpo apareció frente suyo. Era tan hermoso, el ser más perfecto que podría existir. Tenía un rostro que únicamente en sueños se podía apreciar… en el mundo real esa clase de belleza no existía. Parecía como si estuviera debajo del agua por cómo se mecía su largo cabello a su alrededor.

Sus largas pestañas se abanicaron al verlo a él. Sonrió.

— No, este es tu beso —masculló, o algo parecido ya que aquel ser jamás movía los labios para hablar. Sólo sonreía. Aun así Tom podía escuchar sus palabras melodiosamente como una conexión mental.

Como si poseyera su ligereza habitual, avanzó hacia el joven con movimientos lentos que lograban adormilar a cualquiera, más sus pies no tocaron el suelo. Tom se sentía como si observara un arcoíris, imposible apartar la vista de tal hermosura. Y cuando el precioso ser flotó hasta el chico de trenzas, éste se aferró a su cuerpo desnudo, recibiendo gustoso sus finos brazos enrollándose en su cuello antes de perderse en aquel beso que ambos añoraban recrear. Sus labios moviéndose contra los suyos era algo que le encantaba sentir. Era como si probara el mismísimo sabor del amanecer con el sol preparándose para un eclipse solar, algo inexplicable pero placentero. Lo amaba tanto.

Y en un suspiro, los cientos de destellos se hicieron presentes para revelar entre ellos a la hermosa mariposa revoloteando hasta la ventana, no sin antes haber dejado un lucero de luces alrededor de su amado tras su paso.

Tom suspiró y fue hacia la ventana, observándole irse con pasividad.

— Sólo una noche más Bill, y podremos estar juntos para siempre.

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