Capítulo 1; Piedra, papel, tijera.

277 12 0
                                    

Corro sin mirar atrás, con el miedo acumulado en la garganta y el horror reflejado en mis ojos. Cualquier persona en mi situación se rendiría, pero yo no soy cualquiera. He de salir de este maldito bosque, o el me cogerá y volverá a castigarme... Sabes que está mal correr sola y descalza por los alrededores de la casa, pequeña. Puedo oír su voz, cada vez más cerca, sólo quiero salir de aquí... con vida.

Abro los ojos y lanzo un grito ahogado. Sólo ha sido un mal sueño... Otro más para la colección. Joder, todo aquello sucedió hace años, él está muerto. MUERTO. ¿Jamás dejará de atormentarme? Trato de levantarme, pero los zapatos y la ropa de ayer me lo impiden y tropiezo y caigo estrepitosamente al suelo.

-¿¡Qué coño!?

Giro la cabeza y veo unos grandes ojos negros que me observan con curiosidad. Debo ser todo un espectáculo; en ropa interior, con los ojos rojos y el pelo enmarañado.

-¿Qué miras? – me levanto y saco mi teléfono del bolsillo trasero del pantalón – JODER, son las 11 de la mañana, debes irte, Deb llegará en cualquier momento. – y si se entera de que hemos follado en su preciada cama puedo despedirme de vivir aquí para siempre.

-¿Deb? ¿Quién es esa? Venga, tía, dame un par de horas más, no hemos dormido nada a penas. – mierda, se me está poniendo complicado el echarle. Tengo que pensar algo rápido, antes de...

-¡KIMBERLY MATTHEWS STARK! ¿¡QUIÉN ES ESE Y QUÉ COJONES HACE EN MI PUTA CAMA!?

Deb, mi mejor amiga y compañera de piso me mira con desaprobación desde arriba, pues yo sigo en el suelo. Sin embargo noto algo de emoción en su mirada. Creo que Deborah tiene ganas de jugar.

-Deb... yo... no es lo que parece, lo juro.

Los ojos de Deborah se llenan de lágrimas y comienza a sollozar en silencio. Si continua así me lo voy a terminar creyendo incluso yo.

-Kim... Me lo prometiste, no más ligues de una noche. Acepté casarme contigo sólo si mantenías tu promesa. Ni siquiera eso... Y TÚ, MALDITO HIJO DE PERRA –apunta acusadoramente con el dedo al joven de ojos negros- FUERA DE MI PUTA CAMA O TE JURO QUE TE ROMPO EL CRÁNEO Y SACO LO QUE SEA QUE HAYA DENTRO Y CON ELLO ALIMENTO A MI PERRO.

El moreno me mira con un toque de desesperación en su mirada, yo aparto la vista, sino comenzaré a reír.

-Lo siento...

-Jay.

-Jay, sí eso. Lo siento Jay, pero la que me paga las facturas y me da de comer es ella. – me levanto del suelo y le doy un pico a Deb. Esto está saliendo de maravilla. – Ahora, largo.

-No me puedo creer que me haya tirado a una lesbiana, joder.

-FUERA-gritamos Deb y yo al unísono.

Jay se marcha al salón a por su ropa, y sale por la puerta principal mientras termina de abrocharse la bragueta. Mierda, ahora toca aguantar la bronca de Deb. Espero que no me eche del piso, mi cama es demasiado pequeña para poder follar con tranquilidad, siempre acabo en el suelo.

Agacho la cabeza y me preparo para lo peor, pero solo escucho la risa de Deb.

-Kim, ¿has visto su cara? Dios, tendría que haberlo grabado. Cada vez esto sale mejor, hay que repetir.

Levanto la cabeza y abro los ojos como platos.

-¿Deb? ¿Quién eres? ¿Dónde está mi mejor amiga? – la agarro de ambos brazos y comienzo a sacudirla- SAL DE AHÍ DEB, TE QUIERO, NO VOLVERÉ A USAR TU CAMA, LO JURO, PERO NO REPRIMAS TU DOLOR.

-Kim, tía, no importa, en serio... - me mira e intento ver el odio detrás de esos grandes y perfectos ojos verdes, pero solo consigo confundirme más. Dejo de sacudirla y decido preguntar, total, ¿qué es lo peor que podría pasar?

-Está bien, Deb, la última vez que me pillaste con un tío en tu cama casi me echas a patadas junto a él. ¿Qué ha ocurrido?

Deb me mira a los ojos y una sonrisa comienza a aflorar lentamente en su cara.

-Me han ascendido... Se han acabado los turnos de noche entre semana Kim, vamos a llevar el mismo horario. – Deb comenzó a saltar de felicidad por toda la casa mientras yo gritaba.

Joder, por fin. Llevábamos un año intentando convencer al viejo verde que tenemos por jefe de que cambiase los turnos de Deb, o que, al menos, nos los repartiese entre las dos. Ella no aguantaba todas las noches en ese estúpido bar, es demasiado para cualquiera.

-¿En serio? Esto hay que celebrarlo, esta noche nos vamos de fiesta, y no, no me importa la excusa que me vayas a poner porque es el primer día libre que tenemos en mucho tiempo así que vamos a comprarnos ropa, esta es nuestra noche, nena – le guiño un ojo y me voy a mi habitación dispuesta a vestirme.

Cojo mi tarjeta de crédito y rezo para que me llegase para un vestido nuevo, lo necesito. El que usé anoche fue roto por Jay. Mierda, tendría que haberle pedido el teléfono, así podría pagármelo.

Suspiro y lo dejo pasar, de todas formas ha sido en parte culpa mía, no debería tirarme a lo primero que se me pone a delante. Para excusarme diré que no soy siempre así, pero anoche lo necesitaba, después de hablar con mi madre durante una hora, de escuchar como intentaba que fuese a visitar a mi padre, de atender a sus vacíos argumentos... Era preciso una noche de desenfreno, tenía que olvidarme de mis problemas.

-Cogeremos mi coche Kim.

-Va pues.

-¿Vamos al centro?

-Era obvio, ¿no?

La media hora de viaje en coche (15 minutos el viaje en sí y 15 minutos aparcar) la hemos pasado cantando a Katy Perry, uno de los ídolos de Deb y hablando de donde y con quién iríamos esta noche. Hemos decidido que avisaremos a Vic, nuestra compañera de trabajo y prácticamente nuestra hermana, a Lucas, el "amiguito" de Deb y a Alex, mi mejor amigo. Iremos al Pansted, el local que está más de moda ahora mismo. Alex nos ha dicho que llamará a su padre y conseguirá pases VIP's (él es el dueño de la discoteca).

Cuando salimos a la transitada calle principal y entramos a la primera tienda Deb se enamora. Literalmente. Un vestido blanco sin espalda y bastante corto es el afortunado.

-Voy al probador Kim, no quiero mirar el precio hasta que no me lo vea puesto. Sino no me lo compraré. –me mira y me hace unos pucheros para que me de prisa en elegir. Suelo tardar poco así que me centro en mi tarea y dejo que se marche.

Tan solo cinco minutos después estoy en el probador con un vestido negro de encaje sin espalda que quedará perfecto con mis taconazos negros. Deb y yo contamos hasta tres y salimos del probador a la vez.

-HOSTIA

-JODER

-Kim, estás preciosa. Me encanta. Santa mierda. Tenemos que ver cómo nos repartimos a los tíos antes de salir de casa esta noche, sino, tendremos problemas.

-Deb, cállate.

Pagamos ambos vestidos, 100 euros el de Deb y 150 el mío. En fin, de vez en cuando hay que darse algún capricho, ¿no?

Como ninguna de las dos quiere gastarse más dinero y tenemos zapatos y bolsos con los que combinarlos nos vamos hacia el coche.

-Lo decía en serio Kim, ¿cómo lo vamos a hacer?

-Hombre, yo había pensado repartirlos como siempre.

-¿Piedra, papel, tijera?

-Piedra, papel, tijera. –digo guiñándole el ojo.

¿Y si...?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora