Lo que será

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Zails es un integrante del circo considerado el hombre más alto del mundo, al mismo tiempo debe encargarse de cumplir las funciones de un payaso, hechos que no encajan con el erizo azul de la mitad de su tamaño. 


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—Sé que lo presentas en conferencias y con los otros personajes del circo, pero ¿has pensado en lo que ganarías si lo mostraras en una función donde no haya niños?

El director del circo golpeó la mesa con un puño al ponerse de pie por la indignación, desafiando con la mirada a que el hombre de saco y sombrero continuara o reformulara su propuesta. Estaban preparados para partir con una conversación que había permanecido pendiente desde que el zorro del que hablaban comenzó a ser parte de los artistas. No formaba parte de su planificación arrojar al negociador por la ventana.

—Deberías pensarlo —continuó sin prestar atención al disgusto en la mesa—. A nadie le importará, no es un niño normal, ni siquiera lo parece con esa estatura. Solo di que tiene diecisiete y deja que las ganancias lleguen, ¿qué te detiene?

Tenía diez años, aquel mensajero se adentró por medio del telón bicolor detrás del cual había desde malabaristas arrojándose aros hasta hombres que presumían poder cargar elefantes empleando un dedo. Los vagones aguardaban su pronto transporte hacia la siguiente ciudad en la que la carpa volvería a armarse, pero detuvo el silencio de la espera el grito de un señor formal aterrado al ver al zorro y a otras figuras consideradas rarezas de la naturaleza.

Con sus primeros metros recorridos a lentitud, el director circense abrió la puerta de su oficina en movimiento e hizo que uno de los forzudos tuviera la cortesía de bajar al hombre que hizo una recomendación de tal dimensión. El primer zorro de dos colas que había visto no fue fácil de conseguir, era un pequeño que no tenía idea de a qué podría dedicarse ni lo que significaba y el director no se aprovecharía de su inocencia.

Zails llevaba en el circo más tiempo que la mayoría de los artistas que conocía ahora que vivía junto a dos vulpinos de la mitad de su tamaño. Tomó un paño húmedo del tocador ordenado por la tarde antes de mostrarse al público, acarició con él su mejilla para retirar el exceso de la pintura blanca que uno de los menores tuvo la amabilidad de untar y se retiró a lavar el rostro con un delicado recipiente de agua.

—¡Zails! ¡El hombre más alto del mundo! —gritó el motivo de que no pudiera dormir bien durante la noche—. ¿El hombre más alto del mundo se mete el consolador más grande del mundo o eso es idea mía?

—Zails, te traje una toalla, ¿quieres que te ayude a guardar tu traje?

Sus dos razones de seguir adelante. El zorro mayor tomó la tela que el ojiazul semejante a él sostenía en el aire y le acarició el flequillo para agradecerle, el zorro de cabello negro dejó un objeto de peculiar forma, pero creía que lo apoyaba a su manera así que Zails suspiró y volvió su vista al espejo.

—¿Fueron a cenar? —preguntó el vulpino alto quitando lo poco de pintura roja en su faz.

—¿Ves que esté cojeando?

—Se refiere a la comida —observó Tails sacudiendo las frazadas de la cama donde dormiría.

—Yo también.

—Miles —amonestó Zails virando a medias para enfatizar su pedido de que no llevara la conversación por ese camino.

Los tres convivían en la misma carpa día tras día, aunque en camas separadas luego de que el azabache se cansara de compartir una con Tails y le robara el mueble a un ilusionista. Pasaron trece años desde que Zails pisó el circo, su llegada, había estado presente en las bienvenidas a los nuevos integrantes del circo como Miles y Tails, en ese respectivo orden.

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