Capítulo 4

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La habitación era ahora silenciosa, Zhenya trazó con su mirada la cuna y algunas decoraciones en el dormitorio de su hijo recién nacido, pero no estaba por ninguna parte.

—Haz que reaccione.

Taekjoo miraba preocupado el estado en el que se veía Olga. Su cuerpo tembloroso, mejillas rojas y sus ojos cerrados fuertemente mientras palabras murmuradas salían de su boca, a las que no les encontraba sentido.

—Está demasiado ebria. Llevenla a una habitación y que reciba calmantes, por favor. —Taekjoo pidió amablemente, pero antes de que los guardespaldas pudiesen siquiera rozar el cuerpo de Olga, una mano se atravesó y la agarro del cabello cerca de su nuca.

—Hija de puta, será mejor que dejes de actuar y me digas que estupidez les dijiste para tuviesen esa reacción hacia nosotros.

—¡Zhenya, suéltala!

Eso parecía haberla hecho reaccionar, pues la mujer abrió sus ojos furiosa y con los dientes apretados forcejeó, tratando de darles golpes a Zhenya que nunca llegaron a él.
Ella también gritó que la soltara, pero Zhenya se mantenía estático esperando respuestas.

—¡Mierda, suéltame! —gritó.—¡Solo les dije lo que debían escuchar! ¡¿Cómo se siente que tus hijos te conozcan de verdad, ah?!

—Qué clase de mierda dices... —Zhenya le dijo, al mismo momento que el cuerpo de la mujer era tirado en el piso como si fuese algún objeto asqueroso.—Parece que te nace el coraje estando ebria para dirigirte a mi de esa manera. No cruces más la línea, Olga.

—Una persona consumida en el alcohol es capaz de todo, entonces, ¿por qué me dejaste entrar con confianza de que no diría nada? Sabes que soy la que más se opone a esta relación.

Era verdad. Zhenya comenzó a tenerle confianza a ella desde que tenía a sus mellizos, pues estos se habían encariñado con ella y él no tenía problemas con eso. Muchas veces entró a la casa en estado de embriaguez y no había ocurrido nada. Al parecer, esta vez fue la excepción.

—Lo hice por Taekjoo. Si no fuera por él, sabes bien que no quedaría nada de ti.

Zhenya estaba que su sangre hervía. Había estudiado una y otra vez la mirada que su hijo le había dado, una mirada llena de miedo. Lo que sintió en el momento que él se alejó de esa manera, no quería sentirlo de nuevo. Como si Zhenya fuera el peor humano del mundo del que había que protegerse. Y lo era por una parte, pero sus hijos no tenían que saberlo.

—Olga, ¿qué les dijiste? —Taekjoo preguntó. Cuando ella le evitó la mirada, hizo de nuevo la pregunta, con un tono más alto.—¡¿Qué les dijiste?!

Olga gruñó, pero dio frente a la fuerte mirada de Taekjoo y habló débil. Con su ceño fruncido y sus ojos brillantes por las lágrimas.

—Solo les dije la verdad, Taekjoo...

—¿Qué verdad, hija de puta? Dilo correctamente. —Zhenya exigió.

Su corazón tembló, porque de nuevo Olga evitaba todo tipo de contacto visual y temblaba. Había visto las miradas que sus hijos les proporcionaron a él y a Zhenya. ¿Qué clase de verdad los dejo en ese estado, como para darles asco y miedo sus propios padres? Parecía saber cuál era.

—El inicio de todo, Yevgeny.

Zhenya estalló, una vena en su frente sobresalía junto a las de sus brazos y cuello. Su mandíbula se apretó, pero cuando intento dar un primer golpe, alguien lo sostuvo por su muñeca.
Taekjoo cubría su rostro con una mano, mientras decía.

—Déjalo así, Zhenya. Tenemos que hablar con ellos primero.




Era largo el tiempo que había pasado desde que entraron a la habitación. Anastasia estuvo entreteniendo al bebé hasta que los dos cayeron rendidos y dormidos en su cama.

Verdades disfrazadas con amor. CodenameAnastasiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora