La bestia

13 3 1
                                    

Había una vez un monstruo, no era ni muy alto ni muy bajo, vivía siempre con el pelo despeinado y no le gustaba para nada lavar los platos.

El monstruo pasaba la mayor parte de su tiempo gritando; su única forma de expresar sus ideas era a través del maltrato. No soportaba que alguien no le diera la razón y al primero que le dijera que no...

¡PUM!

Lo devoró.

El monstruo se miraba en un espejo; era alto y estaba repleto de pequeños cristales que brillaban cuando el sol las apuntaba al amanecer.

El monstruo no se quería; verse en el espejo le revolvía el estómago y los pensamientos intrusivos anhelando volver a ser esa princesa que fue aquella vez le ganaban día a día.

Su mirada ahora era fría, su cuerpo estaba percudido, su sonrisa se había ido y sus hermosos vestidos habían sido devorados por una gran cantidad de polillas, las cuales después fueron encontradas sin vida; el monstruo se las comía.

Pero el monstruo también tenía una hija; ella se miraba al espejo y sabía que no se quería; el monstruo lo único que hacía era seguir rompiendo cada día más un poquito de su autoestima.

Tal vez, era envidia.

Un día el monstruo se dio cuenta de su error, pero ya era demasiado tarde; en ese punto, su hija ya era una bestia sin control.

La bestia se dormía sentada, evitaba comer y se mareaba cada vez que se reía a carcajadas; quería cambiar para poder ser todo lo que el monstruo le pedía sin saber que cada segundo que pasaba más se perdía.

Hasta que llegó ese fatídico día; el monstruo halló a la bestia sin vida.

Las lágrimas de dolor cayeron por su peludo y feo rostro; sus gritos de perdón al cielo no sirvieron de nada, fueron tomados como un lamento de perros y los ángeles prefirieron ignorarla.

Pero el monstruo no podía hacer nada; acababa de descubrir el precio de sus palabras.

Lo que el monstruo no sabía, es que el alma de la bestia seguía con vida, y ahora en ese cuerpo fantasmal se estaba dando cuenta que el espejo y la balanza la habían destruido más de la cuenta. Y por primera vez, viéndose desde afuera, se había dado cuenta que ella siempre fue una princesa.

Disparador 3: 👸👀👻

La bestia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora