Capítulo Único

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Se acomodó en la cama, sentía los fuertes brazos de Sukuna rodeándolo, y sin embargo ya no podía sentir seguridad en ellos. Más que un abrazo, se sentía cómo una reafirmación de que estaba atrapado allí, de dejarle en claro que no podría escapar.

Se dió la vuelta, la luz de la luna lograba iluminar el rostro tan pacífico de él durmiendo, casi no parecía una bestia.

Apreció sus facciones relajadas, y por un momento pasó por su cabeza la opción de poner una almohada en su cabeza, y librarse por siempre de las cadenas que lo sujetaban al infierno.

Cerró sus ojos, descartó la idea, intentar acabar con la vida de Ryomen Sukuna implicaba un riesgo inmenso y crueles consecuencias si fallabas, Yuuji lo había visto en primera fila.

Se mordió el labio inferior en cuanto el brazo de Sukuna lo rodeo por los hombros, las marcas de mordidas aún eran recientes, aún dolían cómo el infierno, apretarlas lo hacía aún más doloroso.

Pero no se atrevia a despertarlo, quería un poco de paz, solo esa noche.

• • •

Bebió un sorbo de café, realmente nunca le habían gustado las cosas amargas, pero vivir con Sukuna implicaba un gusto hacia ellas.

Vió por la ventana de la cocina, el sol estaba saliendo, anunciando sus primeros rayos de luz. Bebió otro sorbo, se había levantado con sumo cuidado para no despertar a Ryomen. Pero ya no podía dormir, y no quería quedarse en ese lugar.

Sus ojos dorados ya no brillaban, su piel se había vuelto pálida, y siempre tenía grandes ojeras bajo sus ojos, podría hacerle la competencia a Shoko.

Más de una vez pasó por su cabeza el dejar a Sukuna, marcharse para no volver, y sin mirar atrás. Más de una vez le habían hecho esa oferta, ofertas que aún seguían en pie.

Pero no tenía caso, el había escogido su infierno, y no arrastraría a nadie más allí. Sukuna era capaz de arruinar todo lo que tocaba, y además destruía todo lo que amaba. Esa bestia lo había escogido a él cómo nueva presa, y cómo iban las cosas dudaba que se aburriera pronto.

Miró las mordidas en sus hombros, reflejando una noche que más que pasional, fue dolorosa. Fue tomado casi por la fuerza en un ataque de celos, supuso que no era la primera víctima a la que le hundían los dientes hasta destrozar su carne, una mordida tan cargada de odio, debía conllevar una gran dedicación, era la manera de inyectar a los demás con lo que sea que tuviera en su interior.

Supuso que tampoco era el primero que era tomado por la fuerza en un arrebato de celos con intenciones de desquitarse.

Si.

Sukuna había logrado destrozar su cuerpo y arrancarle las tripas solo para que se sintiera tan vacío como el.

Dió otro sorbo de café, ya no desayunaba, solo bebía café tras café, no lograba sentir apetito, no lograba sentir felicidad. Y quizá si tenía suerte, terminaría muriendo de inanición.

La ira de Sukuna podría compararse a un gran perro dentro de su corazón, el que al principio fue un guardián para protegerse de la crueldad, terminó atacando a otros ante un peligro inexistente. Una bestia que disfrutaba la corrupción y destrucción de personas felices, positivas.

Tomó su celular, Sukuna lo había hecho bloquear al último amigo que le quedaba: Megumi. Logró hacer una copia de seguridad de los chats antes de borrarlos, la leería una última vez, antes de tener que borrarlo.

"Yuuji, por una maldita vez quiero que me escuches. "
[15:00]

"¿Puedes entrar en razón y darme un maldito momento?"
[15:00]

"Mierda, ¿vas a ignorarme?
[15:00]

"YUUJI, AL MENOS DEJAME EL JODIDO VISTO PARA SABER QUE ESTÁS BIEN"
[15:01]

"..."
[15:01]

"Creo que ya no vas a responderme"
[15:01]

"Supongo que esto es el adiós..."
[15:01]

"Mierda, sé que me dijiste que confíe en ti y que Sukuna no es malo, pero tu realmente crees eso?"
[15:02]

"Sé que le tienes miedo. Te conozco de hace años, idiota."
[15:02]

"Puedes mentirle a todos, pero no a mi. Y se que te está haciendo daño, sé que no te caíste de una maldita escalera. Sé que ese bastardo te golpeó"
[15:02]

"Sé que nunca sentiste lo mismo por mi, y no quiero obligarte a que este sea el momento..."
[15:02]

"Pero por favor, Yuuji, sal de ahí, escapa, no te quedes con ese bastardo"
[15:03]

"No quiero ver en las noticias que estás muerto... No quiero que la próxima vez que te vea sea en tu funeral..."
[15:03]

"No tienes que irte conmigo, pero tienes que irte"
[15:03]

"Por favor..."
[15:03]

"Por favor, Yuuji, por favor..."
[15:03]

"Me duele verte tan mal"
[15:04]

"Nobara está preocupada..."
[15:04]

"Gojo y Suguro también..."
[15:04]

"Por favor, incluso preferiría que fueras pareja de Satoru..."
[15:04]

"Por favor..."
[15:04]

"Por favor, escapa..."
[15:04]

"Quiero volver a ver tus ojos brillar, quiero que seas feliz, quiero que puedas volver a ser tu..."
[15:04]

"Quiero de vuelta al viejo Itadori..."
[15:05]

Suspiró con desgane al seleccionar la opción de eliminar el archivo.

—Yo también quiero de vuelta al viejo Itadori...— susurró para el mismo, sintiendo el picor en sus ojos y su labio inferior temblar. —Yo también quiero escapar...

Llevó sus manos a su cabello, echando su flequillo hacia atrás, cerró sus ojos con fuerza, tratando de acallar los hipidos. Pensó en cómo su vida había sido antes y después de Sukuna. En cómo se había convertido en un colibrí en una jaula de oro. En cómo la llave estaba frente a él, pero abrir mal la celda desencadenaría horrores.

Más de una vez Sukuna le había dicho directa e indirectamente que ocurriría si lograba librarse de él, solía ser de diferentes maneras, pero todas eran igual de grotescas, y el mensaje era el mismo: Cómo se encargaria de matar a todos sus amigos para finalmente encontrarlo, y hacerlo lamentar su existencia.

Y si, quizá era muy apegado, pero no soportaba la idea de que sus amigos sufrieran por su culpa, de alguna forma, tenía que salvarlos, y tenía que contener a la bestia; porque suponiendo que lograra escapar, la historia se repetiría.

Encontraría una nueva presa, y entonces esa nueva presa estaría en el comedor a las 5 am bebiendo un café mientras lamenta su existencia. Estaría Sukuna sobre esa nueva presa, tomándolo a la fuerza y dejando marcas por todo su cuerpo, amenazadole, haciéndole saber que no hay escape de esos filosos colmillos.

Negó con la cabeza, riendo un poco entre las lágrimas que no paraban de caer.

—Alguien tiene que ser la presa.

Dog teeth ; SukuItaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora