Capítulo 19

15 6 1
                                    

Los siguientes días después de la muerte de Eros me quedaron borrosos en la mente, como si todo hubiese sido un sueño. El primero me lo pasé entero en la cama durmiendo debido algún tipo de medicina que me habían dado los médicos después de la batalla; días después me contarían que me puse a dar gritos y golpes sin parar y no les quedó otra si querían tranquilizarme. Solo me despertaba cada cierto tiempo por el fuerte ruido de explosiones en la lejanía; no sabía que era pero tampoco me interesaba, me daba la vuelta y seguía durmiendo. Nadie me molestó y lo agradecí.
El segundo día no tuve la misma suerte. A pesar de que dormí bastante, en algún momento del día Kía apareció con un par de sirvientas más para prepararme el baño.

-Hoy sois menos que de normal- dije sin prestarlas demasiada atención.

Nadie respondió y se limitaron a llenar el bañal grande de madera caoba de agua caliente. Kía me dejó un plato sobre la mesa y con una reverencia desaparecieron igual de rápido que habían entrado. Supuse que tampoco tendrían muchas ganas de hablar.
Tenía ganas de seguir durmiendo pero sentía que podía oler mi propio aroma a barro y me repugnaba. Con unas fuerzas casi nulas dejé caer mi ropa sobre el suelo y me metí de un tirón en el balde. Hubiera jurado que el agua estaba más hirviendo que caliente cuando noté como me mordía la piel. Tenía las rodillas raspadas y algún rasguño suelto por las piernas. Se notaba que en algún momento me habían limpiado el barro pero aún así encontré pequeñas manchas de sangre en los antebrazos y tobillos que froté hasta tener la piel roja y dolorienta. Cuando volví a la cama la cena ya estaba fría. La dejé allí, sin tocar y simplemente me di la vuelta y seguí durmiendo.

Calor y olor a algún tipo de planta. Lo reconocí antes de verlo.

-¿Que haces aquí?- susurré.

Me pasó la mano por el pelo en una caricia lenta pero sus ojos verdes miraban tristes a algún lado de mi cara. Me avergonzó preguntarme en ese momento como me vería después de varios días durmiendo.

-Siento no haber venido estos días- dijo Kail- no han sido buenos.

Y lo entendía. Claro que lo entendía. No le había visto pero sabía que tenía que haber sufrido unos días duros con todo lo que había pasado. Ya no era solo que hubiera perdido a su mejor amigo, sino también que seguro que su reputación había bajado dejando entrar a su mayor enemigo a su propio palacio y que derrotara a su mejor general. Era imposible no entenderlo, pero aún así no podía evitar sentir tristeza al pensar que no había ido a verme en aquellos días donde yo le había necesitado. Preferí callarmelo, hasta decirlo me sonaba estúpido.

-Tranquilo. Estarías llorando a tu amigo. Lo entiendo, lógicamente, no pasa nada.

Gruñó y se pasó una mano por la cara. Creo que podía sentir la vergüenza en su rostro.

-No es solo eso...es difícil Lilith. La muerte de Eros me ha dolido, joder, ¿como no me iba a doler? Pero de alguna manera ya estaba preparado para ello. He visto durante varios años como ha ido arruinándose la vida y ya sabía que no iba a vivir tanto como me gustaría, aunque desde luego no me esperaba que lo hiciera en manos de ese hijo de puta.

-¿Entonces?- pregunté.

-No quería verte- concluyó cerrando los ojos. Duro.

Ahogué una queja en la garganta y le miré rogando con el alma que me mirara; que me dijera que le habia oído mal. Me miró pero estaba serio, lo decía de verdad.

-¿No querías verme?-cada palabra me quemaba en la garganta. No sabía si quería saberlo.

-No- repitió. Otro golpe en el corazón- No me enorgullezco de lo que hice Lilith. Estos días me los he pasado encerrado en mi despacho pero no he trabajado nada, no podía. En algún momento he llegado a pensar hasta en devolverte con los tuyos.

Un reino de alas rotas (Enemies To Lovers)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora