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Máximo se encontraba bastante nervioso. Ese día se jugaba el último partido de la fecha, el que definía quién iba al desempate, Vélez y Colón se jugaban todo. 

Y un detalle no menor; era la primera vez que volvía al José Amalfitani desde su partida a Manchester. 

La angustia se había instalado en su pecho desde que la situación con el equipo que tanto apreciaba se había empezado a complicar, cuando los puntos que perdían empezaron a ser mayores que los que obtenían, cuando su posición en la tabla anual empezaba a alejarse más de los primeros puestos llegando a aquellos lugares que todo hincha deseaba evitar. Sentía que la distancia lo hacía peor, no soportaba ver las caras de decepción de sus amigos o de su novio y no poder hacer nada más que dejarles un mensaje.

Una noche cuando Valentín lo llamó y entre lágrimas le confesó el miedo que sentía de no poder ser suficiente para evitar el descenso, de fallarles a sus compañeros y a la hinchada, de fallarle a él, Maxi se prometió que iba a estar en ese partido de la forma que sea, no importaba si era para festejar o para consolar al otro.

Desde que se conocieron le había prometido a Valentín que iba a estar en las buenas y en las malas, y eso iba a hacer.

Para su suerte, el campeonato español había llegado a su “break” unos días atrás, permitiéndole tomar el primer vuelo que encontró disponible de vuelta a la Argentina llegando apenas unas horas después. A Valentín no le había contado nada, en cambio decidió hablar con Lenny, y con su plan en mente decirle que tenía que convencer al defensor de ir al entrenamiento del día siguiente con él así Maxi hacía acto de presencia en su auto en el estacionamiento a la hora de la salida.




Su plan había salido a la perfección, cuando bajó del auto no tuvo que esperar ni cinco segundos para tener a su novio abrazado a él con sus brazos rodeándolo por el cuello y las piernas por su cintura, trepado cual koala mientras Maxi empezaba a sentir como el cuello de su remera se mojaba por las lágrimas del otro chico, tomando su cara para llenarlo de besos sin importarle las miradas de ternura que les dedicaban sus compañeros. El camino hasta la casa de Valentín y los días posteriores los habían pasado de esa forma, entre abrazos y besos mientras el central hablaba de lo difíciles que habían sido esos meses y Maxi le recordaba que siempre iba a estar para él. 

Los días pasaron y, eventualmente, el día del partido llegó y el castaño se encontraba solo en la casa que compartían con su novio. 

El técnico había decidido tener a sus jugadores concentrados la noche anterior al partido, por lo que esa vez se vieron obligados a separarse por lo menos hasta el día siguiente. Esa noche solo lo había dejado sumergirse en el mar de pensamientos y sensaciones que implicaba un partido así, a pesar de no jugarlo era un hincha más, sentía esos nervios que le provocaba pensar en los distintos escenarios que podrían suceder al finalizar el partido, mismos pensamientos que no lo habían dejado pegar un ojo en toda la noche, sufriendo las consecuencias al día siguiente por no poder encontrar un método que lo ayudara a reducir las ojeras. 

Su otro tema de importancia era que camiseta se iba a poner. La opción más obvia claramente era ponerse alguna de las suyas, tenía todas las camisetas que alguna vez había portado con el número 16, podía elegir cualquiera, hasta que recordó un comentario que le había hecho Valentín unos días atrás;


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— ¿Qué onda? Ya te integraste al grupo de botineras?— le había preguntado después de verlo tener una extensa charla con Luana, la novia de Lenny, en una salida que habían hecho en conjunto. 

— Si hasta me invitaron a hacer un get ready with me para ir a la cancha y todo — le contestó sonriendo Maxi mientras se le acercaba y rodeaba sus brazos en su cuello.

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