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----1939----

Un joven de cabello verde se encontraba cenando con su familia, cuando no tan a lo lejos, se escucharon los motores de los camiones, y las fuertes zancadas de las botas militares.

"Mama... ¿Qué sucede?"

La matriarca de la familia se levanto de la mesa alterada y angustiada, misma que compartía con sus dos hermosos hijos, su esposo, y padre.

No sabía que sucedía, pero tenía un presentimiento.

"Nana lo menciono, pero no creí que sería tan pronto."

"Amor, ¿a que te refieres?"

"Sólo se qué los Alemanes van a-

En segundos todo se detuvo, o así lo sintió el chico, pues vio como por la puerta, o donde en algún momento hubo una; entraron azotando y gritando una variedad de soldados con muy malas intenciones, y mismo cuyos rostros recuerda aun vívidamente.

----1944----

"Ugh..." el ojiverde se despertó, y enseguida se levantó del sucio pedazo de trapo, que en sus mejores y peores momentos, siempre lo mantenía cálido. "Cuanto tiempo ha pasado, siempre la misma pesadilla..."

Mientras se sumía en su trágica y mísera realidad, el chico alcanzo a escuchar el sonido de un motor, y como una alarma impuesta, el corría a ocultarse.

Los soldados vigías paseaban, y el en su hoyo, solo pensaba.

"Ya no me quedan provisiones, el agua limpia se acabó con las ultimas redadas, ya ni las ratas merodean por aquí, y cada lugar al que llego, poco a poco, se cae a pedazos ¿Qué voy a hacer?"

Dejo de escuchar voces y pasos, y al salir, solo descubrió la misma obscuridad de siempre, sin embargo, eso no lo detendría. Logro llegar a lo que quedaba de una mansión, pensó que, en su momento, esta debió ser un deleite para la vista.

Llegó con su ultima lata de fruta, misma con la que se había impuesto, celebraría el final de todo.

Ya sea de la guerra o de su tormento.

"Y aquí estamos." Se sentó en una de las dos restantes sillas. "Perdón mama, no tengo un abrelatas, pero tengo estas dos manos, que, aunque no sirvieron para salvarlos, servirán para abrir un ultimo manjar, antes de partir con ustedes."

Empezó a forcejear con la lata, sus brazos temblaban y al no tener más que huesos, el mismo esfuerzo ya lo estaba mareando.

"Por favor... solo quiero terminar con todo. ¿Ni siquiera puedo darme este pequeño lujo?"

El chico suspiro, quería soltar lagrimas, pero ya no le quedaban, aun así, no se rindió.

"No. Lo lograre y llegare pronto, lo prometo familia."

Busco y de entre tanto escombro, logro sacar un par de herramientas, mismas que lograrían ayudarle en su odisea final, sin embargo, en cuestión de segundos, la susodicha promesa ya se encontraba colgando de una cuerda floja.

En un mal manejo de sus movimientos, la lata salió volando, y aunque logro abrirse una pequeña brecha de la tapa, al final, la misma fue a dar a los pies de quien decidiría como acabaría todo su día.

Justo frente a él, encima del último escalón de una gloriosa escalera, se encontraba recargado en el barandal, un soldado alemán. Coronel, un coronel alemán.

Barrio el cuarto y el joven de cabello verde, aun con tanta oscuridad, pudo notar el momento exacto en que esos ojos rojos, tan profundos como la densidad de la sangre, se posaron en él, causando que un escalofrío recorriese su espina.

EL PIANISTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora