Capitulo 1.

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El señor estaba molesto, muy molesto. Lo cual era algo verdaderamente raro y difícil de lograr.

Lucifer, un ser celestial que cayó en desgracia, era famoso por su total reclusión; nadie podía penetrar tras la máscara de su sonrisa, y apenas unos pocos lo habían avistado en siglos.

Era conocido como "Lengua de Plata en el Cielo", y fracasó miserablemente. Permanecía en su lugar habitual desde su llegada, en lo alto de las escaleras, anhelando estar en su taller junto a sus compañeros de hule, pero esa oportunidad no se presentaba. En cambio, se encontraba atrapado en la oscuridad, rodeado de luces artificiales intermitentes. Allí se encontraba ese aclamado rey del inframundo, el más temible y singular de todos los demonios, que podía destripar a cualquiera y torturar a los inocentes hijos de Jesús, el Mesías.

Está bien, podría considerarse una exageración según las leyendas, si le preguntaran a él mismo. Sin embargo, no está muy lejos de lo que realmente podría haber hecho o estar dispuesto a hacer. Su verdadera pasión siempre había sido presenciar el renacimiento de sus nuevos inventos, aunque puede que eso no haya sido cierto en los últimos siglos. Pero, bueno, no es como si tuviera muchas otras ocupaciones por allí.

A pesar de su peculiar interés, conocido solo por unos pocos, que algunos creían que consistía simplemente en atrapar a cualquiera para luego quemarlos vivos, observando cómo su piel se derretía lentamente y sus gritos llenaban el cielo y el infierno, eso resultaba tedioso. No encontraba emoción en desmembrar a sus oponentes y dejarlos arder en su reino del fuego, aunque muchos tuvieran una opinión diferente al respecto.

En ninguna ocasión sentía el deseo de cometer tales actos impíos.

Sin embargo, actualmente había algo que tenía desconcertado al señor tenebroso, tantas cosas que ahora quería hacer como ver sufrir a una figura larguirucha de ropas carmesí, y al mismo tiempo encontrar placer en ello. Era una gran desviación de todos sus pensamientos pasados, y al ver los resultados después de algunos desacuerdos menores, como llamarse padre de SU hija y esa sonrisa egocéntrica que le hizo aparecer un tic en uno de sus párpados, pensaba vagamente que realmente necesitaba algún tipo de entretenimiento o alguien que satisficiera todos sus sentidos.

Esa sonrisa.

Esa mirada.

Esa postura.

Ese aroma a un viejo whisky.

Todo gritaba que quería un buen golpe.

Sin embargo, ahora, cuando Charlie lo arrastró hacia uno de esos sillones desgastados, lo cual le obligó a fingir una sonrisa, y finalmente se sintió genuino al escuchar ese tono alegre que, sin duda, no pensó que extrañaría tanto hace unas horas, solo pudo distraerse con el suave aroma que emanaba de las sombras. A pesar de que probablemente nadie más sabía que estaba allí, excepto él, la manifestación de su poder era algo que, si no fuera por su naturaleza sacrílega, podría aplaudir con gratitud.

Y, eso era lo que tenía molesto a Lucifer.

La sola capacidad de Alastor, ese demonio de la radio, con sonrisa y, traje anticuado, de molestarlo y distraerlo que podía causar en solo unas pocas horas, era irritante.

Y esa fragante sensación emanado de su mirada no denotaba compasión ni afecto nacido de alguna historia. Era un destello de exploración, de disposición, de estar dispuesto a experimentar algo nuevo. Algo prohibido. ¿Y qué más podría ser para un caníbal como él? Sin lugar a dudas, ese sabor no era más que la carne de un antiguo ángel caído como él.

En el pasado, experimentó la diversión de permitir que su antigua esposa realizara tal acto, y encontró fascinante la capacidad que tenía para controlar a alguien con solo una gota de su sangre. Sentirse deseado y querido después de su caída fue algo que disfrutó. Así que cada vez que demonios sedientos de sus deseos sádicos se arrodillaban ante él, los recompensaba con una pequeña gota que dejaba caer al suelo para que la lamieran hasta dejarlo limpio. Aunque sabía que no estaba muy cerca de sus principios, era la fuerza, el brillo vulnerable y sediento en los ojos de los pocos que tuvieron el honor, los que disfrutaban del placer y el dolor ajeno en cada instante, solo para luego presenciar la decadencia de los demonios al salir de su presencia y ser atacados por otros demonios que les clavaban un cuchillo en el pecho para comprobar si su sangre —y eso era algo imposible. — aún prevalencia en sus cuerpos bombeando con fuerza. Le gustaba ser apreciado y.... ser visto casi como algo sagrado en ocasiones.

Nefasto. -RadioApple, omegaverse-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora