CAPÍTULO I : Freya.

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Soy Kolet Anderson. Tengo 16 años.
Han pasado muchas cosas en mi vida, pero ninguna como la que estoy por vivir.
Para que me conozcáis un poco soy un chico trans. ¿Qué quiere decir eso? Que estoy comenzando a tener un tratamiento hormonal de testosterona.
Al principio lo de hormonarme no lo tenía muy claro, sin embargo; he tenido muchos cambios físicos gracias a esto. Estoy agradecido.

Todo comienza con una mañana cualquiera. Bueno, no muy cualquiera; pues, nos acabamos de mudar a Londres, ¿un poco cliché, verdad? Por eso no creo que esto me esté pasando a mí.

Me hundía en mis pensamientos mientras mis padres hablaban de muchas cosas distintas. Que ganas de vivir desde primera hora de la mañana.

Suspiré y comencé a beberme el zumo de naranja mientras sacaba el teléfono, revisando instagram. Lo típico de cualquier adolescente.

- Amy, ¿acaso no estas de acuerdo? - Escuché a mi padre.

Lo primero que escucho nada mas despertarme es mi deadname. ¿Todavía no quiere aceptarlo? Llevo cinco meses llamándome Kolet. Llevo ocho meses en tratamiento hormonal.

- Kolet, padre. - Dije poniendo los ojos en blanco. Mi padre me echó una mirada fulminante y eso me hizo levantarme de la silla. En menos que canta un gallo salí por la puerta hacia el instituto con mis auriculares puestos. No vivía sin ellos.

La única que me había ayudado siempre había sido mi madre. Ella me ayudó a cambiarme el nombre, a firmar para poder hormonarme y todo lo que viene siendo mi cambio. Al ser menor; es lo que tocaba. Por eso la quiero más que a nada en este mundo.

Gracias a mis pensamientos llegué pronto a aquel instituto. Parecía más refinado de lo que era en las fotos. Se notaba que era privado; por suerte (o por desgracia), el nuevo trabajo de mi padre y una beca me ayudaron a entrar.

Con algo de nervios me adentré en aquellos largos pasillos. Tenía el suelo más brillante y blanco que había visto en mi vida; además de muchísimas orlas y accesorios de trofeos en todas las paredes. Todo relucía sobre un fondo oscuro.

- Buenos días, ¿puedo ayudarle? - Escuché una voz a mi izquierda. Justo me había parado en el mostrador mientras mis ojos se dirigían a todas partes de ese centro nuevo para mí.

Me acerqué serio, observando a la dueña de esa fina y dulce voz. Era una señora de unos cuarenta años. Alta, delgada, atlética y un pelo rubio hasta la cadera. Se notaba que se cuidaba bien, pues, hasta aquel liviano maquillaje que llevaba le tapaba todas sus imperfecciones. Seguro que era caro.

- Buenas... soy Kolet, es mi primer día. Yo... buscaba las clases de cuarto. - Dije tembloroso. Me costaba muchísimo hablar con los demás aunque debía de hacerlo. Metí ambas manos en la chaqueta negra que llevaba puesta; esperando respuesta.

- Oh, seguro que pronto te aprendes el centro. A ver, cielo, las clases de cuarto están en el tercer piso a la derecha. Tienes que acabar el pasillo y coger los ascensores. Que tengas un buen día, ¡y tienes unos ojos preciosos! - Dijo aquella mujer con una gran sonrisa, yéndose de la recepción a una sala que había a la derecha.

Me quedé unos segundos procesando toda la información, me había dicho tantas cosas en dos segundos que la ansiedad que sentía en el estómago se había condensado.
No me esperaba aquel piropo hacía mis ojos azules, pero hice una mueca y comencé a caminar.

Siempre se habían metido conmigo por tener los ojos claros, pecas en la cara (las odio) y la piel muy blanca. De echo, había teñido mi pelo varios veces y me había echo bastantes piercings para cambiar un poco mi look. Ahora mismo mi cabello era azul y negro. Quería dar buena impresión; o al menos, ser invisible y que no me hicieran bullying como anteriormente había pasado.

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⏰ Última actualización: Mar 14 ⏰

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𝐀 𝐮𝐧 𝐩𝐚𝐬𝐨 𝐝𝐞 𝐭𝐢.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora