II

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En cuestión de segundos, ambos yacían frente al vasto cuadro. Pintado al óleo, mostraba a Pedro caminando en una plaza en Roma. Parecía ir con paso firme y su semblante serio. Profundo, casi iracundo. Frente a él un hombre bastante parecido a él, con cejas más pobladas y cabello del color de una tarde de otoño.

-Me es repulsivo ver esto. Son casi idénticas las imágenes-. Dijo el detective.

El parroco tardó unos segundos en responder. Su corazón no se calmaba, ni el leve temblor en sus extremidades. Antes de hablar, ya notaba su boca seca.

-Porque esa es la pintura que quisó retratar quien mató a Chucho-Dijo en un hilo de voz-

El detective Ruiz le gritó en voz alta al oficial que le acompañaba al notar el estado del padre.

-Cálmese, padre, ahorita veremos qué onda con la pintura y la piel en almoloyita- (Así se referían en el pueblo a la suerte de ministerio local).

Pedro no apartaba la pintura de su tocayo. Compartían muchas cosas además del nombre.

- No hay tiempo de explicarte. Perdóname- Comentó con una voz más cimentada. - El otro sujeto el cuadro, también es Simón-. Dijo, como atrayendo del profundo mar de sus recuerdos esa información. - ¡Lárguese!-Bociferó provocando que Ruiz diera un pequeño salto del susto.

-No hay necesida' de que se ponga así, vamos a traer a otros polis y lo vamos a llevar en una ambulancia y mientras me va contando qué pasa-.

-Por favor vete ya, ¡Fuera de aquí! No podrás con esto hijo. vete, vete hijo- Decía el padre tratando, sin éxito, de empujar a Ruiz, con un río delgado saliendo del lagrimal derecho.

Luego se oyeron bancas moverse dentro de la nave de la iglesia. Y el padre pareció soltar un gemido, quizá de esfuerzo por su intento de mover al mastodonte de Ruiz, quizá de terror por aquél sonido.

-Bueno, ya cálmese o si me lo llevo esposado-Dijo el detective empujando a Pedro.

Entonces un brillo antinatural se esbosó en los ojos del parroco, y con la fuerza que no tenía desde hace varias décadas, tomó a Ruiz del brazo y lo llevó a su oficina. Al entrar apagó toda luz y vela. -...sobre toda torre alta y sobre todo muro fuerte...-alcanzó a escuchar que susurraba el padre.

Al desaparecer las luces, Ruiz intentó orientarse para tomar al padre, por alguna razón creyó que iba a huir. Con ansía, con las manos por frente como Frankenstein, tentó en la oscuridad a ver si le hallaba y con un golpe seco en la frente que le hizo caer al suelo, lo encontró.

El padre se repuso y abrió la puerta que le daba acceso al altar principal de la parroquia. Ruiz se incorporó y fue tras él.

Estando a unos 5 metros, el padre se hincó, parecía continuar rezando, y de arriba cayó una sombra sobre él.

-¡Reclamó el ídolo!-Dijo una voz fantasmal, chirriante. Ruiz observó: Parecía una monja con piel de serpiente.

-...y habrá un abrigo, ¡para sombra contra el día!-exhaló Pedro, metiendo sus manos en el pecho del ente haciendo que ambos desaparecieran en una cortina enegrecida.

Pedro estaba anonadado. No daba crédito a lo que vió.

Regresó inmediatamente a su departamento, enciendiendo todas las luces y prendiendo su televisor. Bebió un ardiente trago de tequila directo de su botella en la estantería. Notó que temblaba.

No le importó abandonar a su oficial ni hacer el papeleo correspondiente, ya le caían los mensajes buscandole en su celular.

Se calmó lo suficiente, "no es lo más raro en mi pinche país" pensó para sí mismo, decidieno quitarse su ropa para dormirse y que el Ruiz de mañana se preocupara (o despreocupara) de lo de esa noche. Empezó por su gabardina, de la que cayó un misal.

Lo recogió, abrió y dentro, las hojas habían sido cortadas para que pudieran resguardar una caja de madera roja. La abrió y dentro, una suerte de esfuera, que parecía plástico aunque pesaba bastante, estaba reposada.

"No podrás con esto hijo".

Y en su correo, una piel de vaca apareció sentenciosa.

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⏰ Última actualización: Apr 07 ⏰

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El Pacto de Simón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora